Desolación, tras la tormenta
DESESPERACIÓN. Por varias horas cientos de familias permanecieron en las azoteas de sus viviendas en espera de ser rescatadas. (Foto: JULIÁN SÁNCHEZ EL UNIVERSAL )
francisco.resendiz@eluniversal.com.mx
ACAPULCO, Gro.— Anochece. En el horizonte se ven algunas nubes negras que amenazan tormenta, pero Manuel se ha alejado de este puerto. A su paso dejó destrucción, hambre, desesperación y dolor.
Ayer sólo llovió por la mañana, pero la gente que camina con el agua a la cintura parece hipnotizada, tiene la mirada perdida, no sabe qué pasará, desconoce si habrá comida por la tarde. Aquí, la tragedia se vive con dos caras:
La de miles de turistas —por igual los que se hospedaron en hoteles de lujo que aquellos que se alojaron en cuartos modestos— que sin distingo se mantienen en la zozobra, y la de los acapulqueños que perdieron todo. En todo momento se mira el contraste.
Hay hombres y mujeres que se solidarizan con los afectados, ayudan en lo que pueden: con comida, transporte, abrazos y risas, y los que aprovechan la tragedia para saquear o realizar cobros extras ante la necesidad de transporte.
Fue un día largo, que transcurrió en silencio. La alegría de Acapulco espera el momento para regresar. A las nueve de la mañana dejó de llover. En la zona de Puerto Marqués soldados mantienen una fuerte vigilancia y brindan ayuda a quien la solicita.
Se han formado largas filas, controladas por marinos, para abordar los camiones que ayudan a cruzar una zona inundada, de unos dos kilómetros de largo, para llegar al albergue del Centro de Convenciones Mundo Imperial, el más grande y cercano al aeropuerto internacional.
Al cruzar caminando esta zona el agua llega a la cintura; en algunas partes hay corriente, se tarda más de una hora en llegar de una orilla a otra. La gente camina pausada, algunos con bultos en la cabeza, otros llevan agua y comida, ropa, nadie habla.
Dentro del fórum están los vecinos de Punta Diamante, mojados. Han utilizado los lujosos barandales y las escaleras eléctricas como tendederos. La gente regresó a su casa por miedo a ser robada, otros intentaron ir a su trabajo, pero no pudieron llegar.
Trasladan a turistas
El Ejército mexicano ha puesto en operación el Plan DN-III-E. Ante la falta de cobijas y de colchonetas, los soldados han pedido a los afectados devolver una, a fin de poder duplicar la atención. Conforme pasan las horas, llegan más y más a este albergue.
Afuera se vive otro escenario. Miles de turistas están varados. Para las tres de la tarde militares afinan detalles para intensificar el puente aéreo y sacarlos de este destino de descanso.
Soldados forman a cientos de personas para subirlas a camiones y trasladarlas a la Base Aérea Militar número 7 de Pie de la Cuesta para llevarlos en aviones militares a la Ciudad de México.
Soldados ayudan a subir a la gente, toman a cada persona de la mano y jalan. Personal de aerolíneas privadas organizan a pasajeros con boleto, algunos llegaron desde un día antes y los suben a camiones urbanos para llevarlos al aeropuerto internacional y volar al Distrito Federal.
En el Costco de Punta Diamante se ve a la gente correr en medio del agua. Entra a toda prisa a la tienda y toma lo que puede. Tropiezan, por momentos se arrebatan lo que han tomado. Son cientos que comienzan a vaciar la sucursal.
Llevan los carritos de supermercado a tope. Pantallas de plasma, aire acondicionado, refrigeradores, computadoras, lencería, ropa. Van contentos, argumentan que se los han regalado.
Al llegar a la orilla hay marinos que les ordenan el alto. Les quitan todo, menos la comida. La situación se agrava. Los contrastes se mantienen.