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Desolación, tras la tormenta

Francisco Reséndiz / Enviado| El Universal
Miércoles 18 de septiembre de 2013
Desolacin, tras la tormenta

DESESPERACIÓN. Por varias horas cientos de familias permanecieron en las azoteas de sus viviendas en espera de ser rescatadas. (Foto: JULIÁN SÁNCHEZ EL UNIVERSAL )


francisco.resendiz@eluniversal.com.mx 

ACAPULCO, Gro.— Anochece. En el horizonte se ven algunas nubes negras que amenazan tormenta, pero Manuel se ha alejado de este puerto. A su paso dejó destrucción, hambre, desesperación y dolor.

Ayer sólo llovió por la mañana, pero la gente que camina con el agua a la cintura parece hipnotizada, tiene la mirada perdida, no sabe qué pasará, desconoce si habrá comida por la tarde. Aquí, la tragedia se vive con dos caras:

La de miles de turistas —por igual los que se hospedaron en hoteles de lujo que aquellos que se alojaron en cuartos modestos— que sin distingo se mantienen en la zozobra, y la de los acapulqueños que perdieron todo. En todo momento se mira el contraste.

Hay hombres y mujeres que se solidarizan con los afectados, ayudan en lo que pueden: con comida, transporte, abrazos y risas, y los que aprovechan la tragedia para saquear o realizar cobros extras ante la necesidad de transporte.

Fue un día largo, que transcurrió en silencio. La alegría de Acapulco espera el momento para regresar. A las nueve de la mañana dejó de llover. En la zona de Puerto Marqués soldados mantienen una fuerte vigilancia y brindan ayuda a quien la solicita.

Se han formado largas filas, controladas por marinos, para abordar los camiones que ayudan a cruzar una zona inundada, de unos dos kilómetros de largo, para llegar al albergue del Centro de Convenciones Mundo Imperial, el más grande y cercano al aeropuerto internacional.

Al cruzar caminando esta zona el agua llega a la cintura; en algunas partes hay corriente, se tarda más de una hora en llegar de una orilla a otra. La gente camina pausada, algunos con bultos en la cabeza, otros llevan agua y comida, ropa, nadie habla.

Dentro del fórum están los vecinos de Punta Diamante, mojados. Han utilizado los lujosos barandales y las escaleras eléctricas como tendederos. La gente regresó a su casa por miedo a ser robada, otros intentaron ir a su trabajo, pero no pudieron llegar.

Trasladan a turistas

El Ejército mexicano ha puesto en operación el Plan DN-III-E. Ante la falta de cobijas y de colchonetas, los soldados han pedido a los afectados devolver una, a fin de poder duplicar la atención. Conforme pasan las horas, llegan más y más a este albergue.

Afuera se vive otro escenario. Miles de turistas están varados. Para las tres de la tarde militares afinan detalles para intensificar el puente aéreo y sacarlos de este destino de descanso.

Soldados forman a cientos de personas para subirlas a camiones y trasladarlas a la Base Aérea Militar número 7 de Pie de la Cuesta para llevarlos en aviones militares a la Ciudad de México.

Soldados ayudan a subir a la gente, toman a cada persona de la mano y jalan. Personal de aerolíneas privadas organizan a pasajeros con boleto, algunos llegaron desde un día antes y los suben a camiones urbanos para llevarlos al aeropuerto internacional y volar al Distrito Federal.

En el Costco de Punta Diamante se ve a la gente correr en medio del agua. Entra a toda prisa a la tienda y toma lo que puede. Tropiezan, por momentos se arrebatan lo que han tomado. Son cientos que comienzan a vaciar la sucursal.

Llevan los carritos de supermercado a tope. Pantallas de plasma, aire acondicionado, refrigeradores, computadoras, lencería, ropa. Van contentos, argumentan que se los han regalado.

Al llegar a la orilla hay marinos que les ordenan el alto. Les quitan todo, menos la comida. La situación se agrava. Los contrastes se mantienen.



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