Historia Apolonia y Enrique, enterrados en el olvido
FE. La familia del matrimonio que está enterrado bajo el lodo les realizó un servicio funerario, sólo con las fotografías de ambos. (Foto: RAÚL ESTRELLA EL UNIVERSAL )
jorge.ramos@eluniversal.com.mx
SAN MARCOS ZOCHIQUILAZALA, Oax.— El viernes 13 de septiembre Apolonia subió al pueblo a comprar un costal de harina para las tortillas. Dos días después, a Ernesto, su esposo, le dijo que la acompañara para recoger el bulto. Lo que encontraron fue la muerte.
La lluvia llevaba tres días intensos. El riachuelo que pasaba cerca de su casa no presagiaba nada malo. Ernesto le dijo a su hermana Reina, de nueve años, que los acompañara al pueblo. Les esperaba una caminata de hora y media en el corazón de la mixteca oaxaquena, de montañas verdes, coronadas por nubes.
Reina relata que su hermano tuvo que brincar sobre una piedra. El agua se tornaba amenazante. Jala del brazo a su esposa, de 19 años de edad, y la trepó a la roca. Al otro lado del arroyo crecido Reina esperaba a Ernesto, de 18 años.
Un estruendo hizo voltear a Reina a su derecha. Lo que vio fue “una bola negra que venía y agarro primero a Apolonia”.
Desesperado, al ver que su esposa quedaba atorada por el aluvión cargado de lodo y troncos, estiró la mano para salvarla. En escasos segundos “la bola negra los arrastro y se los llevo”, relata Reina en mixteco, porque no habla español.
Impávida, Reina comenzó a gritar. En medio de la incesante corriente de agua que vino detrás del alud de toneladas de tierra que se desgajo, la alcanzó a escuchar un vecino. “A mí hermano se lo llevó el río”, alertó.
“Durante dos horas no pudo respirar bien, no sabíamos bien lo que había pasado”, recuerda el secretario municipal Faustino Gasga.
El hombre la llevó con su abuela, que vive en una casa en la loma, cerca del edificio de gobierno de San Marcos.
Fue hasta entonces que corroboraron la tragedia.
De inmediato se acercaron a la pequeña montaña que se formó y donde saben que están enterrados Ernesto y Apolonia. Poco pudieron hacer. Pidieron auxilio de la presidencia municipal en Santiago Juxtlahuaca. El edil de ahí no acudió al sitio.
El 21 de septiembre, explica Gasga, llegaron rescatistas de la Cruz Roja con un perro. Ese día la lluvia les permitió acercarse al sitio hasta el medio día: “No pudimos escarbar más y regresamos al pueblo”. El 22 de septiembre se realizó una segunda incursión. Fue infructuosa.
Nadie hace nada
Desde entonces nadie ha acudido a tratar de rescatar los cuerpos olvidados de Apolonia y Ernesto.
Gasga explica que hace unos días vinieron elementos del Ejército para aplicar el Plan DN-III: “Hicieron preguntas y se fueron”.
En la agencia ministerial que está ubicada en Juxtlahuaca esperan pacientemente a que les reporten el hallazgo de los cuerpos para dar fe de los hechos.
En San Marcos, donde hay mil 792 habitantes, la mayoría de ellos indígenas que viven en extrema pobreza, también murió ahogado Apolinar, de 13 años, pero su cuerpo fue hallado. Son vecinos de Coicoyan de las Flores, Oaxaca, y de Metlatonoc, Guerrero, que juntos integran el polo de mayor pobreza en México.
Reina dice que en sus sueños su hermano aparece parado en su casa y lo mira llorando. “Trae como lumbre y esa lumbre la llevan otros niños”, relata.
La tía de ambos interviene en la conversación, pues asegura que también lo ha visto en sus sueños: “Aquí estoy, pero nunca me van a encontrar”, sostiene que le dice Ernesto.
En la casa de los abuelos deambula y juguetea un pequeño de panza voluminosa. Tiene año y medio de edad. Es Albino, hijo de Ernesto y Apolonia. Desde antes de la tragedia estaba con su abuela, a la que quiere mucho. Eso lo salvo de morir enterrado bajo toneladas de lodo y troncos.
En un cuarto vacío, la familia de Ernesto y Apolonia ha colocado sus fotografías. Sin cuerpos, han realizado ya todo el ritual funerario. “A los nueve días hicimos el levantamiento de la cruz”, detalla una mujer.
Ernesto y Apolonia siguen enterrados en el olvido.