Historia A improvisar la morgue y un panteón para las víctimas
SIN IDENTIFICAR. A más de una semana de la tormenta soldados habilitaron una morgue en una de las casas de la comunidad de La Pintada . (Foto: RAMÓN ROMERO EL UNIVERSAL )
horacio.jimenez@eluniversal.com.mx
LA PINTADA, Gro.— Sólo hay dos opciones: llevarse el cuerpo en carretilla por carretera o enterrarlo aquí mismo en la comunidad. Son tres muertos los que elementos del Ejército mexicano encontraron después de 96 horas de trabajar en la zona en que un alud sepultó a decenas de casas.
Ya pasó más de una semana, y los soldados habilitaron una morgue en una de las casas de la comunidad para mantener los cuerpos y esperar a que algún familiar acuda a identificar los cadáveres.
No hay nombres ni edades certeras de los muertos. Los soldados los identifican como “cuerpo 1”, una mujer de entre 60 y 65 años. Fue el primer cadáver que se encontró. Esta mujer fue encontrada prensada en posición fetal entre un librero y una camioneta. Tardaron 17 horas para sacarla.
El “cuerpo 2”, es otra mujer de entre 30 y 35 años. Estaba sepultada a metro y medio. Seis horas tardó su rescate.
Un hombre de entre 40 y 45 años es el “cuerpo 3”. Esta persona fue sacada en 20 horas. El lodo la prensó en los escombros del kiosco y una camioneta.
El tiempo se agotaba y los cuerpos —que permanecían a la intemperie—, comienzan a descomponerse. “Ya no podemos tenerlos aquí porque si no los afectados vamos a ser nosotros que estamos trabajando en el área”, aseguró el teniente Carlos Mendoza, coordinador del equipo de respuesta inmediata a emergencias y desastres de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Reconocimiento
Después de caminar tres horas, llega Tiburcio Fernando Tavaro a La Pintada, viene en busca del cuerpo de su cuñada Clementina de la Cruz y otros tres familiares. “Ya sacaron un cuerpo y faltan los demás”. Tiburcio tiene la seguridad de que una de las mujeres es su cuñada.
El habitante de la comunidad de El Edén, tiene que esperar unas horas para que los militares permitan reconocer los cuerpos.
“El gobierno federal está cumpliendo con su deber, trajo a los rescatistas a sacar los cuerpos, pero de las autoridades municipales y estatales de ese no hay ninguno. Si reconocemos el cuerpo nos lo entregan, pero el problema es para trasladarlo a Atoyac ese es el problema para llevarnoslo hasta allá”.
La incertidumbre es alta. Don Tiburcio y sus familiares están en una encrucijada, si lo mejor es que sean sus familiares o no. Llega el momento de entrar a la improvisada morgue a reconocer los cuerpos, Tiburcio no quiere hacerlo y manda a su familiar Marcelino de la Cruz. El trámite dura sólo unos segundos al salir tiene un nudo en la garganta porque ninguno de los tres cuerpos es su familiar. “¡No son!, Están irreconocibles”, les comunica a sus familiares. No saben si alegrarse o lamentarse. Por un momento se sienten tranquilos porque no fue su familiar, pero saben que al final su cuñada fue una de las víctimas del alud.
La sepultura
El teniente del Ejército ya no tiene otra opción más que sepultar los cuerpos en su misma comunidad. Debe levantar una acta circunstanciada y que una persona de la comunidad de fe de los hechos e indique el lugar para habilitar un panteón.
Sólo hay cinco habitantes en La Pintada después del deslave. Mateo, de 72 años, baja al anfiteatro para colaborar con el Ejército y decide que el panteón se haga a las orillas de La Pintada en el terreno de su compadre Santiago Adame, quien ya murió.
Son las 4 de la tarde y el cielo se cierra y comienza una lluvia intensa. Dura dos horas y el teniente Carlos Mendoza ordena a su cuadrilla de rescate que comiencen a cavar las tumbas. Llevan palas, picos y una Virgen de Guadalupe para la sepultura. La lluvia intensifica y oscurece. Los militares paran el trabajo; prevén terminar a más tardar este miércoles.