Crónica Nadie nos ha venido a ver, nos tienen olvidados
ADVERSIDAD. La comunidad pesquera de Navolato trata de reacomodar las embarcaciones que resultaron dañadas por el paso del huracán. (Foto: LUIS CORTÉS EL UNIVERSAL )
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NAVOLATO, Sin.— El hedor es penetrante. Al pie de la playa los restos de peces y animales marinos se encuentran por todas partes. Conforme pasan los días, el olor se incrementa, la desesperación crece en los pocos pobladores que hay en la comunidad.
Los cimientos del pequeño muelle muestran los estragos causados. Las lanchas y botes que los pobladores utilizan para trabajar se encuentran junto a dos barcos pesqueros que fueron arrastrados por la corriente.
En tierra, la situación no es diferente. Las casas de este campo pesquero están parcialmente destruidas, algunas de ellas no tienen techo o paredes. Por si fuera poco llevan cinco días sin luz, y el único camino para llegar aquí está destruido. Sólo a través de la playa, sorteando la marea o por vía aérea es como se puede llegar.
La falta de alimentos y agua potable es su principal preocupación, pero conforme pasan los días, un nuevo temor surge por la plaga de mosquitos que cubre toda la zona costera y las comunidades dado el estancamiento de agua que dejó a su paso del huracán Manuel.
Esta es la realidad que vive la comunidad de Yameto, un pequeño poblado perteneciente al municipio Navolato, Sinaloa, una de los cinco municipios declarados como zona de desastre por el gobierno estatal tras el paso de Manuel.
“Estamos olvidados, no tenemos apoyo, ni luz, ni agua, ni alimentos. No podemos trabajar porque el producto se nos echa a perder si no hay luz o hielo. Algunos se quedaron sin lanchas, hasta un muerto tenemos, nadie nos ha venido a ver. Los únicos que han ingresado son ustedes y unas personas nos trajeron comida”, narra Claudio Sepúlveda, habitante de la comunidad, quien espera la ayuda.
Claudio es uno de los pocos pobladores que decidió quedarse junto con otros habitantes para resguardar las pocas pertenencias que les quedan. Su familia fue trasladada a los albergues de Navolato, pero no sabe nada de ella.
Yameto se ha convertido en un pequeño pueblo fantasma. Las pocas mujeres, niños y hombres que hay en la zona, tratan de refugiarse de las picaduras de moscos mientras limpian sus hogares. “Casi todo se echó a perder, las pocas cosas que teníamos se mojaron, quedaron inservibles. Uno como sea aguanta, pero los niños son los que la llevan peor. Ellos son los más vulnerables a enfermarse”, comenta Clara, madre de familia que habita en una pequeña chosa con sus cinco hijos y esposo.
La comunidad de Altata es otra de las zonas afectadas. En la parte más baja de este pueblo los estragos causados por el huracán son muy grandes. Las personas que habitaban en casas de cartón y lámina lo perdieron todo. “Más de dos metros alcanzó el agua, todo se fue. Parece que el jodido es el que tiene que sufrir. Lo perdimos todo, y ni tiempo de hacer algo tuvimos”, menciona Esperanza.