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Entrevista "El asistencialismo en el campo es dañino"

Julián Sánchez| El Universal
Jueves 31 de octubre de 2013
<b>Entrevista</b>

. (Foto: ADRIÁN HERNÁNDEZ EL UNIVERSAL )


julian.sanchez@eluniversal.com.mx

El asistencialismo en México ha hecho daño. Se ha acostumbrado a no tratar a campesinos como personas, sino más bien como receptores de subsidios, en donde sólo estiran la mano y no necesariamente aplican los recursos a producir las tierras, consideró Alberto Castelazo y López, presidente del Consejo Directivo de la Fundación Mexicana Para el Desarrollo Rural.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Castelazo, quien es vicepresidente de Responsabilidad Social del Consejo Nacional Agropecuario y consejero nacional de la Cruzada Nacional Contra el Hambre, dijo que la gente del medio rural debe ser independiente y no depender de los subsidios del gobierno.

“Hacer eso al final condiciona su libertad como personas. Es decir, tienen que estar sujetos a una serie de normas y reglas para que tengan acceso a un dinero que no es suficiente y no ayuda a la producción”, resaltó el especialista, quien planteó que los recursos para los fines referidos deben ir más enfocados a grandes catástrofes como las provocadas por huracanes. “Ahí si hay que entrar de manera asistencialista”, dice.

—¿Cómo romper entonces ese estigma de que la gente del campo es pobre?

—La mejor forma de romper el estigma de pobreza o minusvalía en el campo es haciendo que la gente sea exitosa. Tal vez no comparándolo con grandes productores que exportan millones de dólares, sino gente que se sienta orgullosa de su trabajo y tengan acceso a dinero suficiente.

El campesino que produce una tonelada por hectárea y tiene cuatro o cinco hectáreas tiene un ingreso adicional aproximado de cinco salarios mínimos anuales, lo cual es un buen ingreso si pensamos que mucha gente se dedica al campo de seis a ocho meses al año, dependiendo los ciclos de producción.

—¿Cómo se puede hacer esto?

—Consideramos primero que en México hay varios campos. En la Fundación Mexicana para el Desarrollo Rural identificamos a un grupo, que es el menos, el de productores que son altamente tecnificados que han aprovechado ventajosamente lo convenido en el Tratado de Libre Comercio y se han vuelto exportadores importantes de legumbres, frutas o verduras. El valor de esas exportaciones es cercano a los 10 mil millones de dólares.

Existe un segundo grupo más grande que se dedica a la producción para el consumo interno y a la producción de granos básicos. Principalmente están ubicados en Sonora, Sinaloa y El Bajío. Hacen muy bien su trabajo y tienen buen conocimiento de mercados, tanto de productos terminados que ellos siembran como de los insumos, fertilizantes, etcétera.

—¿Cual sería el tercero?

—Son productores que decimos pequeños, aunque para la legislación no son tan pequeños, dependiendo de la zona, tienen entre cinco y 30 hectáreas que tradicionalmente han sembrado maíz, pero que por distintas razones lo han estado abandonando.

Muchos de ellos han emigrado ya sea a Estados Unidos o a los centros metropolitanos del país y las tierras se han quedado abandonadas o subexplotadas y tienen rendimientos muy bajos.

—¿Dónde ubica a los que tienen menos recursos?

—Un cuarto grupo, que diría que es el de gente que vive en el campo en condiciones de pobreza y marginación. El principal problema de este último grupo es la dispersión que se vive en comunidades pequeñas.

Estas generalmente están lejanas de cualquier centro relativamente importante y consecuentemente con un acceso muy pobre o nulo a electricidad, agua potable y otros servicios básicos. Son productores de subsistencia.

Producen sólo para consumo propio o de sus animales y lo poco que les queda acuden a mercados locales, si les queda cerca, en donde venden algo o intercambian.

Estos presentan dificultades más complicadas para desarrollarse y no dependen de políticas agropecuarias, sino de apoyos asistenciales para el desarrollo.

—¿Qué solución plantean para esta gente?

—Que jale al desarrollo del tercer grupo de proveedores y productores.

—¿Cómo?

—Es donde la Fundación hace su trabajo y contribuye a que se tengan prácticas adecuadas de uso de suelo. La utilización de semillas, plaguicidas, etcétera, con un buen apoyo, asesoría y supervisión técnica sobre sus cultivos.

Desarrollamos técnicas con las que se puede elevar el rendimiento a cinco o seis toneladas por hectárea. Este es el grupo de gente con el que trabajamos y tenemos pruebas fehacientes de los resultados, como en Chiapas, Jalisco, Campeche, Veracruz y Yucatán.

—¿Qué es lo que hacen?

—Lo único que hacemos es poner en primer lugar todos los insumos de manera oportuna a los campesinos. No después de que se necesitan, porque si no ya no sirven. Es decir, si cuando comenzó a llover les damos el fertilizante o las semillas, pues ya no les sirve.

Les ofrecemos lo que llamamos el paquete tecnológico, que consiste en fertilizantes y semillas, entre otras cosas. Pero no se los regalamos, sino que a través de un crédito solidario que firman los campesinos se liquida a la hora de la cosecha. Con esto buscamos que al unir a distintos productores aislados tengan acceso a condiciones de precios de insumos, de precios de venta justos.

Paralelamente, brindamos la asistencia técnica. Ponemos los 365 días del año un técnico por cada 500 hectáreas. Estos especialistas tendrán siempre a quien echarle la mano, que tengan quien vaya con ellos y vean que hacen las cosas bien. Que los asesore, supervise y aconseje.

Nos preocupamos por transmitirles todos los conocimientos necesarios para que se organicen, primero como grupos informales y como amigos o vecinos, que sean parte de una comunidad. Después ir sofisticando este proceso de organización, hasta formar sociedades de producción agropecuaria.

Finalmente, la gente debe ser capaz de trabajar y resolver sus problemas con una perspectiva distinta.



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