CHILPANCINGO, Gro.— Por las calles del fraccionamiento Villas del Parador sube una camioneta que vende agua purificada. El conductor toca una y otra vez el claxon mientras que el copiloto grita “!agua¡”. Nadie sale, la camioneta desciende con los bidones llenos.

Es mediodía. En la línea de las casas moradas, donde hace cuatro años la maestra Olivia Jiménez compró una vivienda, el panorama luce diferente.

En septiembre, las lluvias torrenciales de Manuel provocaron que las piedras y lodo cayeran en su patio trasero, los escombros ya fueron removidos y fue reparado el muro que resquebrajó y puso en peligro a su familia.

La maestra dice que una empresa —contratada por el SNTE— hizo algunos trabajos de reparación, pero ella sigue viviendo con miedo.

“Vivimos en la zozobra, no sabemos en qué condiciones está el suelo, si podemos habitar y no vamos a estar tranquilos hasta que no tengamos los estudios pertinentes”.

Junto con su esposo Noé y sus cuatro hijos, la maestra Jiménez asegura que vivieron unos días con sus suegros en el centro de Chilpancingo, pero la mayor parte del tiempo “la pasamos aquí”.

Junto a su casa, un equipo de trabajadores realiza perforaciones en los muros de contención, inyectan cemento al cerro y colocan anclas para que soporten el peso.

Dice que eso genera mucho polvo y ruido de las nueve de la mañana a la seis de la tarde, pero sobre todo, tienen que cuidar que sus hijos no salgan al patio trasero porque aparecen alacranes que pueden picarlos.

Sin embargo, el mayor peligro —dice— son las casas verde limón. “porque los cerros están muy inestables y con los temblores tenemos miedo de que vayan a provocar serios daños”.

Comenta que el apoyo de cinco mil pesos mensuales que daba el SNTE se terminó en noviembre, por lo que todos tendrán que regresar entre la incertidumbre de no saber qué pasará con sus patrimonios.

“Conforme pasa el tiempo se van olvidando. Al principio, el gobierno dijo que nos iba a apoyar, ojalá y lo haga por la seguridad de todos”.