Los cuchillos han estado presentes en la historia de la humanidad, desde los elaborados con piedra o hueso, hasta los de bronce y hierro; y finalmente apareció el acero. Con la llegada de este último material se dividieron en dos tipos, de cocina y de mesa.

Los últimos van acompañados de un tenedor, que sirve como apoyo. No obstante, debido a las normas de etiqueta, existen aquéllos con diferentes formas y filos, dependiendo de la textura de los alimentos a cortar.

Los expertos dicen que, a excepción de los de queso o mantequilla, estas herramientas deben estar bien afiladas para aumentar la efectividad y precisión del corte.

De mesa: debe ser del mismo tamaño que la cuchara y el tenedor, ligeramente dentado
y afilado. Es para cortar alimentos de suaves a un poco duros.

De carne: suele ser un poco más pequeño que el de mesa, pero con una estructura robusta, dentado y con mayor filo para que el corte sea fácil de realizar.

De queso: es con dos picos para usarse como tenedor después de cortar. Hay de dos tipos, con hoja plana y sierra afilada para los quesos duros, y perforada para los blandos.

De tarta: este utensilio debe tener poco filo, pero dientes amplios para partir la zona dura de las tartas. Su forma permite que sólo se corte la parte deseada.

De fruta: se trata de una herramienta corta, ligeramente dentada. Debe ser del mismo tamaño que el tenedor, pues se utilizan ambos para realizar los cortes.