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Un miedo del que nadie se escapa

Ivonne Marschall| El Universal
Miércoles 16 de marzo de 2011
Las réplicas del sismo y la crisis nuclear tienen a todos en alerta

NAGOYA, Japón.— A primera vista parece que se tratara de otro país. El sol brilla sobre Nagoya, una ciudad industrial japonesa al suroeste de Tokio.

Pero aunque la devastación aquí no fue como en el norte, la población empieza a tener cada vez más miedo por la dramática situación en la planta nuclear de Fukushima.

No sólo aumenta el miedo a la radiactividad, sino también a otro devastador terremoto como el del pasado viernes.

La agencia metereológica japonesa informó recientemente de un 70% de probabilidades de que se registre una nueva réplica de magnitud 7.0 o más hasta el miércoles.

En los días siguientes la probabilidad se reducirá a 50%. La señora Kojima, empleada de un hotel en Nagoya, cuenta cómo vivió el terremoto del viernes. “Estaba en la planta 17 cuando todo empezó a vibrar. No sabía si debía huir, pese a que estaba tan arriba”. Ahora Kojima teme a un nuevo sismo: “Estoy muy preocupada. Se dice que habrá otro gran terremoto”.

Pese a que los expertos consideran improbable una catástrofe como la de Chernobil debido a las diferentes características de los reactores, muchos habitantes de Nagoya pierden cada vez más la fe en las confusas declaraciones del gobierno y de la empresa operadora de Fukushima, Tepco.

La impresión es que las autoridades han minimizado a menudo en el pasado los riesgos para la salud. “Hemos dejado Tokio porque uno no puede fiarse del gobierno. Ya no has mentido antes”, dice una pareja de jóvenes.

La región de Nagoya no está afectada por los recortes de suministro eléctrico ordenados en Tokio e inmediaciones, que han movido a la población a hacer acopio de víveres, combustible y baterías, y han causado caos en la red ferroviaria. Las medidas de racionamiento fueron extendidas hoy al noreste del país. Algunos productos ya empiezan a escasear.

En Kyoto, a más de 500 kilómetros por aire de Fukushima, se puede ver aún a multitudes de turistas que pasean aparentemente despreocupados por las pintorescas calles y los templos de la época imperial.

“Salí de Tokio por el terremoto y me quedaré por ahora una semana en Kyoto”, cuenta Mirama, una joven empleada de la capital nipona.



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