Mexicanos: un ángel nos cuidó
silvia.otero@eluniversal.com.mx La primera explosión de una granada en el interior del hotel Taj Mahal los obligó a huir. Mientras la pareja se alejaba del lugar, alcanzaron a distinguir a otros huéspedes, quienes golpeaban las ventanas blindadas de sus habitaciones, desesperados, en un intento inútil por escapar del ataque terrorista. Los mexicanos Alejandro Gómez César y su esposa, Martha Collignon Hoff, regresaban a su hotel después de cenar; vieron gente que corría, pero fue hasta que descendían del taxi cuando el estallido de un artefacto los alertó del peligro; el taxista sólo acertó a acelerar. En entrevista vía telefónica con EL UNIVERSAL, desde la provincia de Bombay, los esposos —dos de los cuatro mexicanos que se hospedaban en el hotel Taj Mahal—, relataron así su experiencia en torno a los atentados de grupos extremistas perpetrados la noche del miércoles pasado, que dejaron más de un centenar de muertos y más de 200 heridos. La pareja que reside en Guadalajara llegó esa misma tarde a Bombay. Los huéspedes de la habitación 352 ni siquiera desempacaron, pues Alejandro había hecho una reservación en el restaurante Trishna. “Yo no quería salir, quería recorrer el hotel, pero esta vez agradezco que mi esposo fue más necio que yo… fue providencial que no hubiéramos estado dentro cuando los terroristas tomaron por asalto el lugar”. La otra pareja de mexicanos, que estaba de luna de miel, no corrió con la misma suerte. Carlos Yfarraguerri y Alejandra Cortina estaban en el Taj Mahal cuando el grupo armado de islamistas irrumpió con violencia en el vestíbulo del hotel. Martha Collignon los conoció la madrugada del jueves, cuando los cuatro fueron trasladados al hotel Good Wing; ahí pudieron platicar sobre sus experiencias mientras, a lo lejos, se escuchaban sin parar explosiones y disparos que se prolongaron hasta el amanecer. Los recién casados, recordó, no cayeron como rehenes en manos de los terroristas, ya que empleados del hotel lograron sacarlos por la cocina y meterlos a unas habitaciones de seguridad con las que cuenta el Taj Mahal. Ahí permanecieron alrededor de cuatro horas y evadieron a los agresores en medio de disparos. “Carlos tenía la camisa salpicada de sangre, de un hombre que estaba junto a él cuando lograron huir”, relató Martha. La mujer asegura que no es creyente, pero está convencida de que “alguien, un ángel nos cuidó, fue providencial que ninguno de los cuatro estemos en la lista de las víctimas fatales, luego de estar en medio de un atentado de esta magnitud, uno de los más graves que ha habido en este país”. La habitación que ocupaba en el Taj Mahal con su esposo, Alejandro Gómez —uruguayo nacionalizado mexicano—, estaba en una de las zonas incendiadas por los terroristas, así que perdieron su equipaje y todos los recuerdos que reunieron durante un recorrido de 15 días por India. Pero eso ya no importa. “Agradecemos que estamos vivos”, dicen. En tres días regresarán a Guadalajara. Después de visitar a su hijo Alejandro, que estudia en una provincia india. Bombay, el “blanco” de los ataques terroristas, sólo fue elegido por la pareja para dormir una noche y proseguir su viaje.





