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Tumbaburros del narco al español

MARÍA PÉREZ-PLÁ/CORRESPONSAL| El Universal
Lunes 16 de octubre de 2006
Un detective de la fiscalía colombiana publica un diccionario del hampa y el delito como herramienta para las autoridades

BOGOTÁ.- Hace unos años, cuando los investigadores policiales y judiciales de Colombia interceptaban conversaciones telefónicas, no tenían seguridad en lo que estaban escuchando, pues sonaba como algo así:

-¿Siempre transó las culebras allá?

-Sí, pero un raya se enteró de que Doña Blanca estaba en la caleta y al rato llegaron en chota.

-¿Y no raquetearon?

-Sí, pero no encontraron nada, claro que quedé colina. Necesito encontrar al lamberto que nos sapió porque hay un ganado gordo que debemos mandar al otro lado del valle, ahora está pastando en la hacienda la nevera.

El abogado y detective Manuel Arias colombiano ahora no tiene ningún problema en "traducir" esta conversación entre traficantes donde, aparentemente, no hay nada ilegal, aunque en un lenguaje más común sonaría así:

-¿Arregló el asunto con los enemigos?

-Sí, pero un agente secreto se enteró de que la cocaína estaba en el escondite y al rato llegaron los motorizados.

-¿Y no requisaron?

-Sí, pero no encontraron nada, claro que quedé despistada. Necesito encontrar al soplón que nos delató porque hay cocaína pura que debemos mandar al otro lado del país, ahora está guardada en Bogotá.

Después de 20 años de experiencia en entes investigativos, Manuel Arias decidió que sería de gran ayuda para sus colegas saber de antemano de qué están hablando los delincuentes en lugar de tener que buscar "traductores".

Por este motivo reunió más de 5 mil vocablos que había recogido por todo el país y publicó El lenguaje del hampa y el delito, que ya va por los 2 mil ejemplares vendidos.

"El delincuente, para esconder sus planes, habla en un lenguaje difícil de entender", explica Manuel. "Ellos mismos dicen que eso les da caché y los identifica dentro de una barriada, para ellos es un honor hablar así y enseñar a hablar a otros de su sector".

Además de hablar en un lenguaje ininteligible para cualquier persona ajena a la "pomada", Manuel ha descubierto que se utilizan expresiones distintas según la región donde se encuentren. Así, para denominar a la mariguana uno puede escuchar "bicha", "cebolla", "chora", "ramona", "verde" o para hablar de la policía dirán "bombacho", "tomba", "plaga", "jacinto" o "raya".

De la misma manera que el lenguaje cambia por regiones, también lo hace según el tipo de delito al que se dediquen. Los narcotraficantes no hablan igual que los carteristas o los ladrones ni como lo hacen los criminales informáticos o los estafadores.

Un joven de las barriadas de Medellín se expresó así durante la investigación de Manuel: "Una vez quedamos hechos, pues en un quietico nos le ganamos un chopo a un man ya catano y fue cuando pensamos en grande, ya teníamos cartel para meternos a un combo".

Según el diccionario, esta parrafada quiere decir lo siguiente: "Una vez nos salió perfecto, pues en un atraco conseguimos un revólver de un tipo ya mayor y fue cuando pensamos en grande, ya teníamos prestigio para meternos en una banda".

El libro de Manuel se ha convertido en herramienta fundamental para investigadores y jueces pues hace apenas un año en Colombia se instauró en nuevo sistema penal acusatorio que basa todo el procedimiento en diligencias orales y según el autor: "Se debe recibir al tenor literal lo que dice el delincuente y no se les puede exigir que no hablen así". Es decir, que a partir de ahora, los delincuentes en los juicios podrán, como ellos mismos dicen, "hablar en rumano".



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