CHICAGO.- Horacio Esparza ve la vida desde otro punto de vista y ayer llegó a manifestarse al parque Unión de Chicago utilizando otros sentidos, ya que sus ojos no pueden ver ni distinguir la luz ni el paisaje que lo rodea.

Sin embargo, esta discapacidad no le impidió unirse a decenas de personas que como él tienen una minusvalía. Ayer alzaron sus voces para pedir la legalización de millones de indocumentados que viven en la sombra de esta sociedad.

"El 10 de marzo mucha gente creyó que nuestros hermanos con discapacidades no podrían hacer un recorrido como el que hicimos hoy", dijo ayer Esparza.

A pesar de que los inmigrantes sin papeles no aparecen en los registros oficiales de este país, Esparza afirmó que entre los 12 millones de indocumentados hay más de 2 millones con impedimentos físicos.

"La barrera más grande no son los las limitaciones físicas ni mentales, sino los obstáculos que nos impone la sociedad", afirmó Esparza.

Otros manifestantes con impedimentos físicos que se unieron al boicot pidieron al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, que interceda para que los senadores aprueben una reforma migratoria que mantenga a las familias indocumentadas unidas en este país.

"Yo no tengo mis piernas buenas para caminar, pero así con mi problema físico vine a este país a trabajar, a aportar a la economía. Gente como yo pagamos impuestos y cumplimos con este país", dijo Raúl Cepeda, quien hizo el recorrido de la marcha en una silla de ruedas.

Un día histórico

El 1 de mayo es una fecha simbólica para la ciudad de Chicago, ya que un día similar, pero de 1886, se hizo famosa en el mundo por una matanza de trabajadores ocurrida durante una huelga general, en la que participaron cientos de inmigrantes irlandeses.

Ayer, 750 mil personas salieron a las calles de Chicago para reivindicar los derechos de los inmigrantes para trabajar legalmente. Fue una de las marchas más grandes en EU.

La marcha arrancó con silbidos y cantos: "El pueblo unido jamás será vencido; el pueblo callado jamás será escuchado!", coreaba la multitud. La jornada de casi tres horas terminó en el Grant Park, a sólo unos metros del lago Michigan.

Entre los activistas y trabajadores se presentaron también estudiantes de todos niveles. Éstos cantaban: "Bush, escucha, estamos en la lucha!".

Francisco Álvarez, de 18 años, nació en Chicago. Sus padres son inmigrantes. "Mis padres me dieron permiso (de asistir a la marcha) porque quieren que participe de este evento histórico", dijo el joven de la preparatoria Mt. Carmel. Él y unos 20 estudiantes acudieron acompañados por su maestro de español, Adrián Calleros. "Todos tienen el permiso de sus padres y quieren apoyar a los inmigrantes que luchan por una reforma migratoria", dijo Calleros.

Mallory Hansen, de Minnesota, estudia Sociología en Trinity Christian College, en Chicago. Ella y sus compañeros universitarios, Heidi Baker, de Michigan, Andrea Dieleman, de Indiana, Mike Kallas y Gino Desruisseaux, también de Chicago, admitieron que fueron a la marcha por curiosidad, pero agregaron que no se oponen a mejorar las leyes migratorias para los 12 millones de trabajadores ilegales.

"Mi familia es de Haití, así que nosotros comprendemos la lucha de los indocumentados", afirmó Desruisseaux. "Estoy asombrada del número de personas que hay aquí", agrego Hansen.

La jornada concluyó a las cinco de la tarde con un servicio ecuménico oficiado por el cardenal Francis George, uno de los líderes católicos más importantes de Estados Unidos. Éste pidió el respeto a las aportaciones de los inmigrantes, a su dignidad humana, y a la vitalidad que traen a la economía. Concluyó pidiendo a Washington una reforma migratoria integral.

La alcaldía de Chicago aprobó la semana pasada una moratoria para exigirle al Departamento de Seguridad Nacional (DHS por sus siglas en inglés) suspender las redadas en el estado de Illinois y en el resto del país hasta que termine el debate de una reforma migratoria en el Senado.