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La amante oculta de Chávez

José Vales/Corresponsal (Primera de dos partes)| El Universal
Sábado 19 de abril de 2003
Herma Marksman cuenta a EL UNIVERSAL su historia, con la autoridad que le dan los 9 años que pasó al lado del teniente bolivariano; su compañera sentimental y confidente en los inicios del ahora presidente de Venezuela

Caracas. "A este Chávez yo no lo conozco, que me lo presenten" suele decir Herma cada vez que clava sus ojos saltones y verdosos en el televisor para presenciar algún discurso o alguna aparición del presidente. Con la autoridad que le dan los 9 años que pasó a su lado, militando, recorriendo pueblos para captar adeptos o llevando cartas con el armado político del bolivarismo y hasta los planos del frustrado golpe del 4 de febrero de 1992 (4f), Herma no lo puede evitar. Cada vez que lo ve en la pantalla le sobreviene trazos de esa historia de la que ella se adueñó con el derecho de haber sido un par en el Movimiento, la confidente y la compañera sentimental del hombre que despierta pasiones y odios en dosis similares en Venezuela. Esa es la historia que a lo largo de una mañana le narró a EL UNIVERSAL en una Caracas saqueada tras el frustrado golpe contra, el que fue, el hombre de su vida.

A aquel Hugo Chávez "amoroso, necesitado de afecto y lleno de preocupaciones sociales y políticas, lector voraz", poeta incipiente y de buena pluma a la hora de las cartas, Herma Marksman lo conoció vestido con su uniforme de capitán en la casa de una amiga en Prado de María. Eran los días en que el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200) daba recién sus primeros pasos. Aquella primera vez en que se lo cruzó, le cayó simpático. Le pareció un hombre interesante y con el tiempo comenzaría a intuir que "Chávez llegará muy lejos, para bien o para mal del país". Ahora cuando se le pregunta cuál de los dos calificativos escoge, no responde por A o por B, lanza un discurso contra este Chávez para acusarlo de todo menos de respetar "aquel proyecto hermoso nacionalista y construido sobre nuestros próceres" e imponer "otro, de una mezcolanza ideológica que va desde el comunismo al neoliberalismo".

A los 53 años, esta mujer de rasgos griegos y una organicidad fiel a sus ancestros alemanes, hace un culto de su profesión de historiadora. Con una paciencia envidiable y una memoria prodigiosa para almacenar fechas, momentos y lugares, fue juntando cada carta, cada documento, no sólo de su relación con Chávez, sino de la constitución del Movimiento Bolivariano al que ingresó de la mano del hoy presidente en 1984. Desde entonces ella es la depositante de los recuerdos más privados del presidente que dividió la historia del país, "para bien o para mal" de acuerdo a cómo sea el final de esta historia.

En su archivo figuran además el diario íntimo escrito en las solitarias noches de la academia militar, las primeras charreteras de cadete que lució el hoy comandante, y el primer mechón de cabello que le cortó cuando bebé su abuela "mamá Rosa", tal vez la mujer a la que Chávez más amó en esta vida. "Él me daba a guardar todo a mí. Pero un día, cuando quise devolvérselo me dijo: no, tu eres la dueña de todo eso. Los has organizado y guardado con pasión. Tu podrás escribir la historia algún día" y Herma parece decidida a cumplir con ese pedido más allá de disentir políticamente con el hombre por el que estaba dispuesta a dar la vida si fuese necesario, tal su propio juramento bolivariano.



Una noche en Prado de María

Herma nació en El Callao el 17 de setiembre de 1949, en un hogar humilde y donde la lucha social era una constante. Su padre, Eduardo Benito, fue un sindicalista de renombre en la Orinoco Mining Company (la multinacional que explotaba al hierro y a los asalariados con la misma fruición). Allí el hombre se había ganado el respeto de sus compañeros por enfrentar a la multinacional a mediados de los 50 y por luchar desde las filas de la Unión Republicana Democrática (URD) contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Del viejo Marksman, Herma heredó la sensibilidad social y el interés por cambiar las estructuras políticas de Venezuela. De adolescente intentó estudiar biología marina, pero las condiciones políticas a comienzos de los años 60 no estaban dadas para que una jovencita asistiera sin riesgo de ser reprimida en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Fue entonces cuando se decidió a estudiar Historia en el Instituto Pedagógico de Maracay. Después llegó el matrimonio con el abogado Ramón Armando Ochoa y los dos hijos, Armando y Mercedes (a la que todos conocen por Mekys). Se radicaron en Ciudad Bolívar hasta el divorcio de la pareja en 1983, cuando regresó a Caracas en busca de una escuela donde trabajar, una casa y una vida distinta, se encontró con el amor de su vida.

En los primeros meses en la capital se instaló en casa su amiga Elizabeth Sánchez, en el caraqueño barrio de Padro de María. Elizabeth es la prima de Nelson Sánchez ( o "Harold" en la clandestinidad). La vivienda era frecuentada por otros dirigentes políticos, algunos que como "Harold" habían decidido tomar las armas en los años 60 a la luz de la revolución cubana y en el cenit de la Guerra Fría. Un día ve llegar a un capitán, de rostro adusto pero de buen humor, al que le presentan como "Hugo Chávez Frías, de la Academia Militar". Cada vez que llegaba él y preguntaba por "Martín", o cuando arribaba el mismo "Martín", Herma debía retirarse con sus hijos a los altos de la vivienda. "¿Quién es Martín?", preguntaba la profesora Marksman a la dueña de casa. "Es un amigo de la casa, ya lo conocerás".

Hugo no desperdiciaba los interludios de los debates políticos para cortejar a Herma. Pero la primera ofensiva del capitán en busca de su amor y de sus aportes militantes, tuvo lugar una noche en que organizó una fiesta de agasajo a sus alumnos de la Academia que habían ganado el campeonato de beisbol en esa misma casa. "Esa noche regresé de cenar con unos amigos a las 12 y pensaba acostarme porque en la mañana debía tomar un avión para ciudad Bolívar. Hugo se acercó y me dijo: `Herma, ¿Podemos conversar?` Le dije que estaba cansada pero me apuró: no importa, duermes en el viaje, a mi encanta hablar contigo".

Aquella charla no fue sólo un compendio de recetas para conocer la vida del otro, ni la sarta de lugares comunes que cualquier pareja puede llegar a utilizar como artimañas lícitas para conquistarse mutuamente. Afloró la preocupación por la situación del país, y por la corrupción que reinaba en las Fuerzas Armadas. Herma no durmió ni aquella noche ni muchas otras en las que pasó coincidiendo, disintiendo y debatiendo con Chávez las cuestiones del país y las del corazón.

Durante unos días su amiga Elizabeth la dejó sola en la casa, porque debió viajar a provincias. Obsesionada como es por la limpieza y el orden, Herma comenzó a acomodar cada uno de los papeles esparcidos por la casa y se encontró con una serie de documentos y revistas del Partido Revolucionario Venezolano (PRV) al que pertenecía Nelson, el primo de Elizabeth. A su regreso, la dueña de casa fue intimada por su amiga...

¿Dime en qué andan ustedes? Encontré estos documentos y me preocupan sobremanera.

Allí se enteró que en verdad, el misterioso "Martín" no era otro que el máximo dirigente del PRV, Douglas Bravo y que a esas reuniones, que ella espiaba sin resultados desde la planta alta de la vivienda, asistía Chávez.

"Yo le dije a Hugo que con los militares no iba ni a la esquina. Pero el día de mi cumpleaños, llegó a la reunión y me planteó directamente dos cosas que iban a cambiar mi vida", recuerda Herma.

Aquella noche del 17 de septiembre de 1984, Chávez llegó minutos después de las ocho con una ramo de rosas comprado de apuro en una florería que ya estaba con las persianas abajo, según confesó, pero el verdadero regalo de cumpleaños que tenía para Herma era otro mucho más contundente, directo e importante y lo entregó con la corrección y caballerosidad que se esperan de un hombre de armas enfrascado ya en "la piel del Libertador"...

"Tu ya sabes en qué ando yo le dijo. Tengo una doble vida. Una dentro del Ejército y otra clandestina. Yo quiero que me acompañes no sólo en este proyecto para cambiar el país, sino para toda la vida..."

Por entonces Herma ya estaba enamorada de ese "viejo Centauro" (como se hacía llamar ante sus alumnos de la Academia, los "Centauros") y de los escritos de Ezequiel Zamora y de Bolívar o de aquellas lecturas interminables epilogadas con varias noches de pasión de El amor en los tiempos del Cólera . Ella dio un sí, que sirvió como los cimientos de un amor para nada platónico, imperfecto "pero construido en el compromiso", se esmera en aclarar.

De pronto aquella animadversión hacia los uniformes se le fue quitando hasta encontrarse entre militares, entregada de lleno en esa Revolución de carácter nacional con la que todavía sueña y que no ve plasmada por ninguno de los rincones del Gobierno de Chávez.

Desde entonces compartieron mucho más que los amores y los peligros que arrastra la conspiración eterna. Desandaron juntos el camino que desembocaría en el alzamiento militar del 4 de febrero de 1992, el día que Chávez, contra la opinión de algunos de sus compañeros bolivarianos, pasó de teniente coronel a Comandante de la Revolución. Durante años Herma se mantuvo ente las bambalinas de la historia. Eran pocos en Venezuela los que sabían de su verdadero rol en aquellos años hasta que se decidió a salir a escena. Cada paso de aquel trajinar, cada palabra de ese guión que le escribió el destino, quedó registrado en el recuerdo, en un documento o en una carta que Herma muestra cronológicamente y con el método de los buenos historiadores.



El amor en los tiempos de crisis

"He aquí nuestra génesis. He aquí la razón de ser de los hombres y mujeres que somos capaces de morir, ahora mismo, por esta querida tierra venezolana. He aquí mi vida y la tuya. Nuestro pasado, que se encabrita, sobre los estertores del siglo XX, para dar un salto inmenso y caer victorioso en el siglo XXI. Te invito a cabalgar sobre su lomo este vuelo centenario, fugaz, violento, hacia un horizonte abierto como mi sábana. Feliz Navidad, Amor. Nuestra primera navidad Hugo Chávez Frías".

Para esa, la primera Navidad juntos, Herma ya había prestado juramento como era de rigor en el MBR200. Junto al resto de los miembros se tomaron de la mano y al unísono dijeron "Juro ante el dios de mis padres que no daré descanso a mi alma hasta ver concretado el sueño revolucionario de Bolívar". Era el mismo juramento que en 1982 hizo Chávez junto a sus camaradas Jesús Urdaneta Hernández, Felipe Acosta Carles (muerto durante "el Carachazo") y a Raúl Baduel el ahora general paracaidista que a pesar de las profundas diferencias con el presidente se sublevó evitando así que el golpe del pasado 14 de abril se consumara para dar origen al Movimiento.

A partir de allí, Herma y Hugo comenzaron a "cabalgar" juntos los caminos de la conspiración y de un amor clandestino, porque él seguía casado con la madre de sus hijos, Nancy Colmenares, en una relación que ya por entonces prosperaba menos que los gobiernos del Pacto del Punto Fijo, al que buscaba destruir.

La mujer no olvida los viajes en su viejo Ford Sheffield 79 por todo el país, cantando a duo Barrancas de Arauca la canción llanera preferida del oficial Chávez o repasando sus lecturas en voz alta, ni aquella vez en que el ahora presidente le contó cómo "en 1945 Evita fue la que movilizó al pueblo para sacar a Perón de la cárcel, en una muestra del papel que tiene que jugar la mujer en los procesos revolucionarios".

En aquellas agitadas jornadas Chávez se hacía llamar "Luz" o "Caridad". En cambio Herma era "Pedro" o, mucho después, "Anabella". Mutaban el nombre de acuerdo a las delaciones que se iban produciendo contra su accionar dentro del Ejército. En el MBR200 los hombres debían llevar nombres de mujer y viceversa, según la propuesta de Francisco Arias Cárdenas, quien se sumó al Movimiento en 1986, y a la que Chávez se resistió tal vez por una cuota de machismo, que según Herma, "en la relación no aparecía jamás".

Arias se mantuvo al margen del Movimiento durante los meses en que viajó a Colombia para realizar un posgrado en la Universidad Javeriana y al reintegrarse ya era uno de los líderes a la par de Chávez. "Juntos mantenían un equilibrio que, a pesar de las profundas diferencias, se rompería recién en el 2000", afirma Herma, una de las mujeres que mejor conoce a ambos.

Desde entonces Herma se convirtió en el nexo entre los militares revolucionarios esparcidos en el país. Acompañaba a Chávez a cada una de las reuniones políticas que organizaban en el interior y debatía de tu a tu con todos los miembros de la organización. "Nunca entendí cómo sus jefes militares no se daban cuenta en qué andaban ellos. Incluso el general Carlos Peñaloza, jefe de la Escuela Militar, siempre pensó que Hugo y sus compañeros integraban una secta masónica o algo así, pero nunca un movimiento político con fines de alcanzar el poder".

"Cada movimiento de Hugo era un acto político. Su discurso brotaba bien estructurado, contundente y pulido. Ahora sin embargo lo encuentro vacío, con una ideología confusa y siempre intentando dividir al país sin darse cuenta de que él concitó el apoyo del 80 por ciento de los votantes y que por eso debe ser el presidente de todos los venezolanos y no sólo de un sector", cuestiona quien alguna vez fuera "Pedro".

Ya entonces Chávez atesoraba desde hacía años un viejo sueño: "llegar a la Presidencia". Eso lo hubiesen podido saber sus superiores si alguna vez hubiesen espiado su diario íntimo, el que escribía noche a noche desde sus días de cadete cuando atravesaba "un presente de lucha y avizoraba que el futuro nos pertenece".

En ese cuaderno, que Herma pasó en limpio y encuadernó con tapas azules para la posteridad, un Chávez de 20 años anotó el 13 de marzo de 1974: "nos levantamos a las 05:30 horas. A las 10:00 estábamos en el patio de honor, listos para el desfile. Antes había recibido guardia de recorrida.

Después de esperar bastante tiempo llegó el nuevo presidente. Cuando lo veo, quisiera que algún día me tocara llevar la responsabilidad de toda una patria, la patria del Gran Bolívar y mía, en último termino.

Aquel "nuevo presidente", que 24 horas antes había asumido el cargo, era Carlos Andrés Pérez el mismo al que, 18 años después, Chávez le abrió las puertas para que lo expulsen de su segundo gobierno.



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