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El Oso, a sus casi 90 años, renueva su plan comercial

Bernardo Mendoza| El Universal
Martes 28 de septiembre de 2010
El Oso, a sus casi 90 aos, renueva su plan comercial

LIDERAZGO. La empresa de grasas limpiadoras de calzado ha mantenido su posición líder en el mercado mexicano en las últimas cuatro décadas. (Foto: ADRIÁN HERNÁNDEZ EL UNIVERSAL )


bernardo.mendoza@eluniversal.com.mx

El Oso es una empresa 100% mexicana con poco más de 88 años de vida y ha visto pasar los sucesos más importantes de la época porfirista, Revolución y posrevolución. Actualmente está dispuesta a conquistar con sus grasas para calzado los mercados estadounidense y latinoamericano.

Mario Alberto Pérez Lozano es el director de la firma octogenaria, y es parte de la tercera generación al frente de esta compañía, la única que ha sobrevivido a la globalización y a los cambios de consumo que se han presentado en dos décadas.

Hoy existen varios competidores en el mercado, muchos provienen de Centroamérica, sin embargo, El Oso se ha mantenido como líder absoluto durante más de cuatro décadas, ventaja que quiere aprovechar para explorar otros territorios que les permitan crecer de manera organizada. Por ello, está redefiniendo sus estrategias comerciales, de operación y de producción para concentrarse en una sola planta que comenzó a construir en el complejo industrial de Lerma, estado de México, y estará lista para finales de 2011.

 

Con casi 90 años de historia que tiene su empresa, es inevitable que nos cuente un poco de sus inicios.

Mi abuelo don Prisciliano Pérez Buenrostro tenía una pasión que lo trajo a la ciudad de México en 1910, desde su tierra natal Sierra Gorda de Querétaro: quería probar suerte como fotógrafo, atraído por los festejos del centenario de la Independencia, para los que don Porfirio Díaz está por inaugurar el Ángel de la Independencia y el Zoológico de Chapultepec, por cierto el primero en América Latina.

Entre el comienzo de la Revolución y el fin de la lucha armada, el fundador de El Oso se salvó de dos intentos de fusilamiento; un día cuando sale a buscar comida para su familia —ya estaba casado— se encuentra con un pelotón de ajusticiamiento que lo levanta y lo prepara para pasarlo por las armas. Pero su buena suerte era tal que uno de los encargados del batallón lo reconoce, lo saca de la fila y lo envía a su casa.

En otra ocasión su buena suerte lo ayudó. Cuando se soltaban los balazos tenían que estar resguardados; Prisciliano Pérez guardaba miel y agua en su casa para mantenerse vivo, pero un día tuvo que salir nuevamente a buscar comida; se encontró otra vez con un batallón de soldados y para no ser apresado por el toque de queda se escondió en un ataúd en una funeraria en compañía de unos villistas que también se escondían. Por eso, a partir de estos hechos almacenaba agua y azúcar en su casa, que dan energía en tiempos difíciles. Decía “no vuelvo a salir a buscar comida en tiempos de guerra”.

 

¿De qué manera se engancha al negocio de las grasas?

Cuando llega a la capital del país, no tenía trabajo y decide buscar una forma para sobrevivir y se emplea en El Águila, la factoría líder en la fabricación de betún para el calzado durante más de ocho años. Para esto, la guerra estaba en pleno apogeo. Apenas recuerdo las charlas durante las comidas dominicales: platicaba cómo las gavillas de insurrectos pululaban por doquier, se respiraba un clima de inseguridad. Esa atmósfera marcaba el ir y venir del trabajo a la casa.

Como era muy trabajador, los dueños de la factoría le fueron asignado tareas con mayor peso hasta convertirse en un engrane importante de la producción. La urgencia de ganar más dinero hace que su cabeza genere muchas ideas, como la de recaudar toda la merma de grasa que se desperdiciaba en la planta para venderla entre particulares, claro, con la aprobación de los dueños.

 

¿Cómo nace el emprendedor?

Como era muy hábil para el comercio los pedidos fueron creciendo sustancialmente, envasaba la grasa en pomitos que iba vendiendo casa por casa, sin descuidar el trabajo que hacía en el zoológico como fotógrafo los fines de semana.

Así fue como conoció este negocio, del que se enamoró hasta el grado de proponerse crear su propia fórmula. Se puso a estudiar, compró libros de química para conocer las propiedades de los materiales que se empleaban para producir la crema para calzado.

Fue hasta 1916 que dominó la técnica, entonces comenzó a realizar pruebas sin que la gente supiera lo que estaba haciendo.

Había que probarla, la envasaba en cajitas de El Águila y la colocaba entre sus clientes tradicionales. Hasta que dejó de comercializar las cremas que recuperaba y comenzó a distribuir sus productos con una gran aceptación.

 

Tan buena es la fórmula 100% ecológica que hasta el día de hoy mantenemos prácticamente sin cambios desde que don Prisciliano la patentó. Pero necesitaba un nombre para su producto que pudiera competir contra el líder del mercado que era El Águila.

Con las expectativas que había creado el zoológico de Chapultepec, que estaba por recibir el primer el primer oso blanco, la gente tenía muy posicionado el nombre. El Oso Blanco es como le llama a su empresa en sus inicios, en el año de 1918, pero fue 1922 cuando queda constituida como una compañía mexicana.

 

¿Diría usted que es una empresa ligada a la historia del país?

Por su puesto, mi abuelo vivió en carne propia hechos que marcaron a México, tales como la Decena Trágica, la Guerra Cristera, La Segunda Guerra Mundial y muchos hechos históricos que tuvo que enfrentar la empresa para trascender hasta nuestros tiempos.

 

¿Dónde comienza la etapa de modernización de su compañía?

Después de pasar por El Águila, como fotógrafo y como vendedor grasas decide en 1930 ceder la dirección de la empresa a mi padre, quien toma las riendas del negocio. Es él quien comienza a visualizar el futuro de la empresa.

Se preocupa por tecnificar a la compañía, compra sus primeros troqueles para producir su propios envases, y así dejaba de depender de los fabricantes externos; después, fue sumando el servicio de litografía. Tuvo que aprender a manejar el torno para hacer posible esta situación.

La Segunda Guerra Mundial trajo problemas para la compañía, ya que el acero que empleábamos se importaba de Alemania, pero como México le había declarado la guerra las exportaciones alemanas se prohibieron, y la poca lámina que llegaba tardaba mucho para ingresar al país.

Con problemas de suministro, la empresa fue creciendo y ampliando su rango de operación, hasta convertirse en uno de los principales jugadores en el mercado. Para esta fecha El Águila ya había desaparecido, el mercado era nuestro, apunta.

Para finales de la década de los 50 se empleaba el vidrio para hacer los envases, pero era muy pesado y las camionetas de reparto se levantaban de llantas; el caso es que con un amigo que tiene la visión de que el vidrio podría desaparecer —el plástico ya había aparecido— decide adquirir una de las primeras máquinas de inyectado plástico en 1960. Para esta fecha el nombre de la marca se queda solamente como El Oso, como se conoce hasta estos tiempos. Comienza a producir los primeros envases del plástico y dejamos de utilizar los de vidrio. Hasta el día de hoy nuestros productos se comercializan en empaques de plástico y también de acero.

 

¿Cuándo nace la idea de exportar sus productos?

Después de un tiempo mi padre me deja la dirección del negocio para imprimirle el carácter de internacionalización. En 1980 comenzamos a exportar a Venezuela; tuve que desarrollar una línea de producción especial para Francia, que se llamaba La Mexicana, y era comercializadora de productos mexicanos: vendía botas, sombreros, etcétera.

También nos asociamos con la fábrica Búfalo de España, para poder enviar nuestros productos a la Madre Patria, negocio que duró sólo unos cuantos años, hasta que decidimos vender la planta a un grupo de alemanes, y nosotros optamos por romper la sociedad.

En la actualidad, exportamos a Estados Unidos, con la marca Griffin; le maquilamos a una empresa de nombre Excela. Estamos construyendo una nueva empresa que se llama Grizli en Houston, en Texas, para alcanzar el mercado de la nostalgia mexicano-estadounidense.

 

¿Fue la calidad el motor del crecimiento de la compañía?

Tal es la calidad de nuestros productos que actualmente envases de acero que contienen grasa para calzado que hicimos en los años 40 se mantienen intactos y listos para utilizarse.

Manejamos productos naturales como aguarrás natural, que traemos de la sierra de Michoacán. Además empleamos cera de carnauba, cera de candelilla, que importamos de Brasil, ya que sólo se produce en ciertas zonas de la selva amazónica, y cera de abeja.

 

¿Cómo es que han podido mantenerse por más de 40 años como líderes del mercado en un mundo tan competido?

Somos una empresa que ha evolucionado con los cambios en el país, estamos ligados a la innovación; desarrollamos investigación con asesoría de la UNAM, la Universidad de Guadalajara, el IPN, la Universidad de Pachuca, etcétera.

Lanzamos nuevos productos al mercado, como el jabón de calabaza; ya no usamos la calabaza como tal, estamos incorporando extractos. Hoy lo que está predominando es todo lo que se aplique rápido y fácil, como cera líquida, donde tenemos la fórmula más natural, creada por nuestra área de desarrollo.

Desde 1943 estamos instalados en la planta de avenida Popocatépetl; como es una zona residencial ya no tenemos espacio para ampliar nuestras operaciones. Para ello, estamos por inaugurar una planta en el Estado de México, donde todas las operaciones estarían centralizadas.

 

¿Cómo está la competencia?

En la actualidad existen varias empresas que se dedican a este negocio, pero ninguna es mexicana, son competidores de Honduras, Guatemala y El Salvador. La gran diferencia es que El Oso emplea resinas naturales en proporción 80% natural y 20% sintético.

 

¿Cuál es la estrategia para reposicionarse en el mercado?

Queremos crecer de una manera acelerada con nuevos productos, por eso viajamos por el mundo para ver las novedades que existen en esta industria. Compramos tecnología en España, Italia y Francia.

Avanzamos de una manera importante en el desarrollo de silicones, que no son cualquier silicón. La piel respira y si le ponemos productos naturales no sufre cambios drásticos, como los que pueden ocasionar las tintas con químicos.

 

¿El reto no es llegar sino mantenerse?

Sí. Con la llegada el siglo XXI nos dimos cuenta de que deberíamos migrar hacia otros nichos, ya que de cada 10 hombres siete usan tenis y tres usan zapatos de piel; los cuidan mucho, pero tenemos que producir nuevos productos para atraer jóvenes, que quieren todo fácil y rápido.

Para tener esta visión clara de liderazgo ya está trabajando la cuarta generación al frente de El Oso, para insertarla en nuevos nichos de mercado.

Aunque seguimos siendo líderes por mucho, queremos explorar otros mercados que nos permitan la seguridad de crecimiento. Tenemos puestos los ojos en Estados Unidos y en países de Centroamérica y el cono sur, estamos convencidos de lograr estos objetivos.

 



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