El Papa Francisco recién publicó su nueva carta encíclica Laudato si’ (Alabado seas), que es un llamado no sólo a los católicos, sino a cada habitante del planeta, a contribuir a detener la destrucción de “nuestra casa común” e incluye propuestas concretas para realizar acciones que incidan favorablemente, sobre todo, al medio ambiente.

Es la primera encíclica dedicada a la ecología y su cuerpo principal consta de una introducción, seguida de seis capítulos. La introducción está abocada a enfatizar la preocupación del deterioro del medio ambiente y hace una exhortación para que cada persona haga un examen de los daños causados a la naturaleza y cambie su proceder.

El primer capítulo da paso a un análisis de los efectos devastadores del consumismo. De la “cultura del descarte”, que pone un énfasis en la posesión de las cosas, para luego desecharlas convirtiéndose rápidamente en basura. El Papa denuncia, la contaminación del aire, tierra y agua, emanación de gases efecto invernadero, tala inmoderada, desechos tóxicos, entre otros.

Se pone relieve en el desigual acceso de agua potable, en la extinción de animales y plantas y de cómo algunos países han buscado la implantación de políticas comprometidas para preservar zonas en riesgo, mientras otros han mostrado un total desapego, protegiendo intereses particulares, tanto económicos como políticos.

El segundo capítulo es un recordatorio de que el mundo es un espacio para establecer relaciones fraternas entre todos los seres humanos, y a preservar la belleza de la naturaleza. En tanto, el tercer capítulo está destinado a entender la raíz humana de la crisis ecológica.

El deterioro ecológico va de la mano con el deterioro de la sociedad y allí se explica cómo la tecnología que supuestamente debería estar enfocada en el avance de la humanidad, en ocasiones daña si se utiliza para la explotación y no para la generación del bien común.

Cada vida deber ser valorada, desde su concepción, por ello debe ser respetada. La manipulación genética y la experimentación con animales son contrario a ello. Por lo que se convoca a la apertura de espacios de discusión para que, los afectados por estas obras que alteran el medio ambiente puedan ser escuchados.

El cuarto capítulo está destinado a dar una visión integral de la ecología. Esto es, las crisis ambiental y social se funden en una sola. Es por esta razón, la importancia de preservar y resguardar el patrimonio cultural, histórico y cultural de cada pueblo y nación. Desde luego esto incluye el profundo respeto a las culturas autóctonas, el cuidado a la calidad de vida y la exaltación del contacto con la naturaleza.

El quinto capítulo es un llamado a la acción, con congruencia y liderazgo. Esto bajo el entendido de que la crisis ecológica nos atañe a todos y que no basta con buenas intenciones. En este sentido, se llama a definir la palabra “progreso”, tomando en cuenta el bienestar integral del ser humano.

El sexto capítulo es una invitación a la “conversión ecológica”, abandonar el consumismo compulsivo y la irresponsabilidad e indiferencia hacia el tema, que acaba afectando a los más pobres. Se propone una educación ambiental, que empieza en la familia, porque es ahí donde se aprende a amar y a cuidar la vida.

Lamentablemente, nuestro país, a pesar de tener una de las legislaciones más avanzadas en cambio climático, aún presenta muchas ventanas de oportunidad, en relación al logro de un desarrollo sustentable.

Se ha perdido más de una tercera parte de nuestra cobertura original de bosques y selvas; más de 2 mil 500 especies presentan alguna categoría de riesgo; tres cuartas partes de las cuencas hidrológicas están contaminadas y 85% de las pesquerías del Golfo de California se encuentran a su máxima capacidad o sobre explotadas.

Estos datos, derivados de un estudio del CEMDA, incluyen el registro de que el 68% de la población y el 71% del Producto Interno Bruto están en riesgo por la vulnerabilidad del cambio climático. En 2013, la Organización Mundial de la Salud indicó que México es el segundo país latinoamericano con más muertes atribuibles a la contaminación medioambiental.

La destrucción del medio ambiente pone en vilo la seguridad y salud de miles de millones de personas en el planeta, así como pone en riesgo su medio de subsistencia. La nueva carta encíclica es un recordatorio y un llamado a México y al mundo, del supremo cuidado que debe tenerse a nuestra “casa común”.

*Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac, México Norte