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Cuando recogía su charola de comida en la cafetería de la Fed, Janet Yellen no se imaginaba que allí conocería a su futuro esposo. Eran los años 70 y entonces aún no lo nombraban, a él, el premio Nobel de Economía. George Akerlof ahora quizá no se siente tan importante al lado de su esposa, quien el día de hoy será nombrada la nueva encargada del banco central de Estados Unidos.

No sólo se trata de una economista, sino de una demócrata, un mote que no ha sido muy popular entre los dirigentes de (para muchos) la institución más importante de la economía en el mundo. A sus 67 años, su cabello blanco refleja más experiencia, una clara ventaja contra sus antecesores. A comparación de Bernanke, Paul Volcker o Alan Greenspan tendrá más trabajo previo dentro de la Fed a la hora de tomar el cargo. Cierto. Su llegada a la Fed se debe en parte a que su competidor Larry Summers dejara la contienda. También se le considera parte de un grupo (muchos de sus miembros, mujeres) con una tendencia liberal, en cuanto a política monetaria se trata, que compite con el grupo (prácticamente de solo hombres) de asesores del Presidente, más centralistas.

El hecho de que en los setenta, como ahora, comía con el resto de los empleados en el comedor común, que fue la primera en advertir de la crisis inmobiliaria en 2007 y de que, en sus discursos pone el acento en combatir efectivamente el desempleo más que mantener la estabilidad, la hacen una candidata más cercana a la gente. El mismo Stiglitz (que compartió el Nobel con su esposo), un economista “popular” entre los no economistas, habla de ella como la opción ideal de Obama. Pero no se espera que cambien muchas de las políticas que se están implementando para reactivar la economía de EU.