La aprobación de la Reforma Energética pone fin a una intensa etapa de modificaciones legales que, desde la perspectiva oficial, permitirán generar mayor crecimiento económico. El sector energético es estratégico pero no sólo concibiéndolo como generador de electricidad o para extraer más petróleo y gas.

La relevancia de la energía radica en el poder transformador que tiene una economía, es decir, en la capacidad industrial y productiva del país. Para que sus efectos sean trascendentes deben servir en la obtención de mayor valor agregado. Si la Reforma Energética reduce los costos de la electricidad, combustibles y gas será positiva pero insuficiente.

Obtener ganancias de la explotación de los yacimientos petroleros es sólo una parte, en realidad debe trabajarse a fondo en el impulso a las cadenas transformadoras del hidrocarburo. La refinación, comercialización e industria petroquímica son la verdadera fuente de riqueza así como su efecto en la actividad industrial.

Ningún país desarrollado ha logrado dicho estatus basándose únicamente en el sector de los servicios, la actividad industrial ha sido la que permitió alcanzar un mayor nivel de riqueza, inversión, empleo e innovación. Su progreso implicó el crecimiento de los servicios. El problema es que en México la reforma energética no tiene un vínculo directo con la actividad productiva, por lo que deberán de buscarse programas adicionales que permitan obtener los efectos.

En los países desarrollados y economías emergentes más exitosas el sector energético forma parte de la columna vertebral que potencia el crecimiento, al ofrecer derivados del petróleo y gas de mayor calidad y a menores costos. En México pocas empresas nacionales se encuentran en posibilidad de competir a nivel global en estas áreas, las que existen lo hacen bien pero como resultado tienen una fuerte presencia en el mercado. Favorecer la competencia económica y asegurar que ello se traduzca en una oferta más amplia y accesible de productos energéticos y sus derivados será fundamental. Sin embargo no hay estrategias avocadas a ello.

De igual forma ocurrirá en la parte que las empresas extranjeras tomarán del sector energético. Si el petróleo y gas se van al extranjero para regresar en forma de importaciones de poco servirá la reforma aprobada. La razón es simple, a nivel global ya existen los productos, México es importador y tomador de precios, lo ha hecho durante las últimas dos décadas y los resultados están a la vista.

El país necesita una política energética e industrial conjunta, la cual permita transformar los recursos energéticos en el mercado doméstico, para que los empleos e inversión se realicen en el mismo. Lo anterior permite garantizar que el beneficio social y económico llegue a toda la población, de otra manera existirá incertidumbre sobre las bondades de las modificaciones.

Una cuestión similar se tiene para el caso de Pemex y CFE. El problema real es que su actual condición dista de ser la óptima para competir con las empresas globales que dominan el sector energético, estas tienen una capacidad financiera, tecnológica, logística y política sobresaliente a nivel mundial gran parte del estado actual del sector se da por su gestión e influencia. La apertura indiscriminada, sin fortalecer la productividad y competitividad interna, ya mostró sus resultados adversos en el comercio exterior: aumento de exportaciones con una elevación paralela de las importaciones, hecho que no fortaleció el crecimiento económico y si provocó el dislocamiento de las cadenas productivas.

En los meses por venir se elaborará la reglamentación secundaria para darle funcionalidad a las modificaciones energéticas. El desafío para el Estado será que ello influya favorablemente en toda la cadena productiva y en los hogares. Si los beneficios salen de México los cambios aprobados no modificarán el estado actual de la economía y sociedad nacional.

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico