Clínica de Periodismo

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Contrastes de expresión, estilos y formas es lo que se puede observar en un graffiti; esa disciplina que predomina en las calles y que ha sido rechazada por muchos, pues de manera inmediata se le vincula con actividades delictivas.

Pero la realidad es que ésta, que podría considerarse una técnica pictórica, cada día acapara con más fuerza los museos y cuenta con el apoyo gubernamental a través de concursos, como el que se realizó en la explanada del Metro Insurgentes llamado Las cosas chidas, rólalas, patrocinado por una marca de frituras y la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del Distrito Federal.

El resultado fueron 20 graffitis que se expusieron en la galería del Museo Casa León Trotsky y que ahora llegan a las vitrinas del Metro Hidalgo, para después ser exhibidos en Paseo de la Reforma.

“Recorrer algunas calles de la ciudad permite observar el trabajo de los artistas de la calle, la complejidad de las obras, los colores y las ideas que cada uno de sus realizadores tiene en mente, pues los temas son tan diversos como los jóvenes que los pintan. Sin embargo la constante para todos es tener un aerosol y un muro”, asegura Omar Arias, ganador del primer lugar de este concurso.

Arias lleva más de 10 años haciendo graffiti y sus inicios fueron de manera ilegal, pintando a escondidas en algunas calles de Iztapalapa, de donde es originario. Poco a poco fue perfeccionando su técnica. Desarrolló una temática propia y se involucró de lleno con esto, que él considera una expresión artística.

“Yo dije que el graffiti en 10 años sería tan fuerte como el muralismo, pero me fuí muy lejos porque en menos tiempo ya es reconocido y valorado” agrega.

El artista urbano reconoce que en los últimos tres años se les han abierto oportunidades para el desarrollo de su estilo de vida, “nos están brindando espacios y la ciudadanía debe saber que lo que hacemos también es arte, hace 10 años que empecé con este movimiento y lo que queremos son espacios para que se reconozca nuestro trabajo”, puntualiza.

Eduardo Dávila, participó por casualidad en el concurso y su pinta hace referencia a que las mejores cosas de la vida son compartidas. “Lo mío no es considerado graffiti, lo consideran street art porque utilizo pinceles y otras técnicas que no usan los graffiteros”, destaca.

Él no esperaba obtener un reconocimiento en el certamen, pues apenas tiene cuatro años pintando en las calles. Sin embargo, considera al graffiti como una manifestación más del arte, ya que hay obras impresionantes que conjuntan pintura y otras disciplinas artísticas.

Eduardo ha adoptado pintar muros con aerosol como su estilo de vida; sus diseños están plasmados en diversos artículos de prestigiadas firmas de ropa y calzado deportivo.

“La popularidad de las pintas le permite a sus creadores vivir de esto, aunque los ingresos que recibe varían según la dificultad del trabajo”, afirma Dávila.

Por su parte, Arias reconoce que ahora el gobierno necesita de la participación de los graffiteros para realizar trabajos y campañas para educar a la población acerca de esta manifestación.

A pesar de que actualmente algunos artistas urbanos han sido llamados para participar en diversos proyectos gubernamentales, varios de ellos piensan que es sólo un método propagandístico, para evitar que la juventud siga realizando pintas de manera ilegal.

La búsqueda del reconocimiento y de espacios para poder pintar es constante. Sin embargo, los participantes de este concurso reconocen que cada uno tiene ideas propias, pero no necesariamente están dirigidas para ser entendidas, ya que expresan la necesidad de decir algo de manera subjetiva, no explícita.

Los temas para los graffiteros varían pues cada uno desarrolla un estilo propio, sin embargo predominan los tópicos sociales como la drogadicción, violencia y delincuencia.