La intuición es nuestro ángel de la guarda

. (Foto: EL UNIVERSAL )
El 9 de noviembre pasado Abigail Romero tuvo una singular experiencia relacionada con el avionazo de TAESA ocurrido en Uruapan, Michoacán. Radicada en Tijuana, de donde es originaria, soltera y con una licenciatura en Psicología, esta joven de 20 años había decidido asistir a la boda de su primo Edgar y a la vez disfrutar sus vacaciones en la ciudad de México. Así que compró su boleto en la mencionada aerolínea; el vuelo haría escala en Guadalajara y Uruapan. ?Al aterrizar en Uruapan -refiere- bajé del avión a comprar unos recuerdos, mi reloj marcaba las 18:40 horas y proseguiríamos el viaje al DF a las 19 horas. Viendo aquí, allá y acullá el tiempo pasó rápido. Cuando consulté de nuevo el reloj eran las 18:45, lo cual me pareció raro y pregunté la hora: las 19:10. Corrí hacia el hangar y por la prisa me equivoqué de puerta. Ya eran las 19:20. El aparato había despegado. Me sentí fatal y estuve deambulando por la sala de espera mientras pensaba en una solución. De pronto, no sé cómo supe que la aeronave se había desplomado cerca del aeropuerto. ¡Estaba aterradísima! Sé que Dios tiene que ver en todo esto, pues me enteré de que ningún pasajero sobrevivió...? Esta sorprendente historia constituye un ejemplo del fenómeno psíquico que el renombrado psicoanalista suizo Carl Jung, padre de la psicología analítica, llamaba ?sincronidad causal?, o sea, un evento en el que se dan diversos sucesos en sincronía perfecta, lo cual comúnmente se denomina ?coincidencias?. Según Jung, se trata de ?mensajes? inconscientes que muchas veces pasamos por alto, debido a que nuestro cerebro recibe millones de unidades de información todos los días y, para evitar la sobrecarga, debe seleccionar lo que le parece más importante. En este proceso de discriminación, podríamos preguntarnos cuántos acontecimientos sincronizados se descartan como trucos de la mente, deslices verbales o engaños visuales. Los fenómenos de ?sincronidad casual? que advierten de un desastre o impiden que sufra daños la víctima potencial figuran entre las experiencias ?sobrenaturales? más comunes. Estos incidentes, por lo general, nos recuerdan a nuestro ángel guardián o generan el pensamiento de que acaecieron ?por gracia de Dios?, al tiempo que somos conscientes de ?haber vuelto a nacer?. Cuando sucede algo así, nos recorre un escalofrío: nos salvamos ?por un pelo?. No obstante, fuera de supersticiones, como aquella de que si se nos cruza un gato negro en el camino tendremos mala suerte, lo que verdaderamente interviene en las premoniciones es la intuición. ?Es como un sexto sentido -señala el doctor Amara-, una percepción que no se da por medio de la vista, el oído, el olfato, el gusto, ni el tacto. Asimismo, se le puede llamar corazonada, por ser un impulso espontáneo que mueve a la persona a ejecutar algo sin razón evidente. Ello se opone a todo raciocinio: el análisis o desmenuzamiento de una idea, un concepto, un hecho en elementos más simples, bien delimitados; la deducción, razonamiento que parte de una situación anterior o de un principio general, y la inducción, razonamiento que parte de la observación de casos particulares?. Para muchos esta glándula no es más que el ángel guardián. Los psicoanalistas, como el doctor Amara Pace, la consideran parte de nuestro inconsciente. ?Allí se guardan las corazonadas que no podemos explicar, los impulsos que nos guían sin que sepamos, los deseos profundos que no asumimos, las pasiones irrefrenables, los sentimientos reprimidos, las ideas aborrecibles e inconfesables?. Así como la razón rige la conciencia, puntualiza el especialista, el inconsciente es irracional, no hay lógica que valga allí; en cambio, domina el principio del placer y la satisfacción de los deseos: no valen la moral, ni el decoro, ni la justicia. Por eso reprimir tales deseos significa una medida de seguridad. De acuerdo con los hindúes, la glándula pineal despierta el sexto chakra (uno de los centros energéticos del cuerpo), lo cual posibilita el desdoblamiento astral que al parecer han constatado algunos estudiosos de lo paranormal. Si esto fuera posible, el ser humano sería capaz de desplegarse hacia otros mundos, evadirse del tiempo y del espacio, viajar al futuro o volver al pasado,, lo que explicaría el contenido de ciertas visiones y precogniciones. Todos poseemos esa diminuta glándula entre los dos hemisferios del cerebro y tenemos corazonadas, presentimientos, intuiciones. Mas, con el paso del tiempo y en esta sociedad donde impera la prisa, semejantes cualidades se han adormecido, de modo que debemos desarrollarlas y ejercitarlas al igual que la memoria o la mosculatura. Para ser más prácticos, aconseja el doctor Amara (autor del libro ?Cómo acercarse a la violencia?), basta con entregarse a pasatiempos como laberintos, rompecabezas, adivinanzas e incluso crucigramas, que contribuyen a mantener en forma dicho órgano del pensamiento. Lo mismo sucede con juegos que implican la ejercitación de algunos de los sentidos, como ?Dígalo con mímica?, o encontrar objetos con los ojos vendados. Otra práctica recomendable, según nuestro consultor y otros expertos de la mente, consiste en acostumbrar a ésta a usar el lenguaje figurado o metafórico. En especial son muy útiles las comparaciones en las que se recurre a un objeto conocido para expresar una idea abstracta o poco familiar. Estas comparaciones pueden ser por similitud: ?La superación personal es como la gota de agua que perfora el duro peñasco?. Otro recurso, concluye el psicoanalista Amara, reside en plantearse una situación absurda para que la intuición se aplique en la búsqueda de soluciones inesperadas.
Hechos extraordinarios
?Constantemente pasa algo fuera de lo normal -dice el psicoanalista Giuseppe Amara Pace: una coincidencia demasiado grande, un conjunto de circunstancias propicias, un encuentro demasiado oportuno que nos pone a reflexionar. Todo el cuerpo reacciona y nos quedamos mudos de asombro. Entonces admitimos que somos testigos de un hecho extraordinario?.
El hogar del ángel guardián
Los neurólogos han descubierto en el cerebro humano la ?cuna? de la intuición en la glándula pineal, tan pequeña como un grano de trigo. Esta glándula funciona a manera de una antena que permanece día y noche en estado de alerta. Se encarga de enviar adrenalina a nuestro organismo cuando el cerebro percibe un fenómeno que interpreta como de riesgo, ya sea real o ficticio. Por su presencia la piel se eriza, el corazón late más aprisa, las pupilas se dilatan y nos llegan mensajes de auxilio desde el cerebro como si fueran señales de radio.
Gimnasia intuitiva
Los modernos gimnasios de la mente hablan de meditación, concentración u otras técnicas para ?ensanchar? el cerebro.





