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Plácido Domingo no vino a cantar

Kitzia Nin Poniatowska| El Universal
Domingo 04 de noviembre de 2007
“El rey de la ópera” visitó la capital mexicana con motivo de la apertura de su nuevo restaurante Pámpano. ¡Y nos quedamos con las ganas de escucharlo!

estilos@eluniversal.com.mx

José Plácido Domingo Embil nació en Madrid, España, el 21 de enero de 1941. Es hijo de Plácido Domingo y Pepita Embil, ambos cantantes de zarzuela, un género lírico-dramático que alterna escenas habladas, cantadas y bailadas.

A la edad de 8 años se trasladó con su familia a la ciudad de México. Fue apodado cariñosamente por sus compañeros de escuela como El Granado, porque desde niño cantaba Granada, la canción del autor mexicano Agustín Lara.

Estudió en el Conservatorio Nacional de Música piano y dirección de orquesta , a los 21 años se casó con la soprano veracruzana Marta Ornelas, reconocida en su momento como la mejor intérprete mozartiana.

Pocos saben que Plácido, dentro de todos sus haberes, también fue arreglista y corista de músicos mexicanos del género del rock & roll, me refiero a Enrique Guzmán y a César Costa y a su banda Los Black Jeans

Su carrera en la ópera inició como barítono en el Teatro Degollado de Guadalajara; esta voz masculina se encuentra ubicada entre los rangos de bajo y tenor, es más grave y aterciopelada que la de los tenores y más suave que la de los bajos.

La versatilidad y flexibilidad de la voz de Plácido le permitió, sin embargo, desarrollarse artísticamente como tenor, debutando con esta tesitura en el papel de Alfredo, en La Traviatta, obra de Giussepe Verdi, basada en la novela de Alejandro Dumas La Dama de las Camelias.

Como director de orquesta ha trabajado con personalidades como Herbert Von Karajan, Zubin Mehta y James Levine.

Considerado el más versátil de todos los tenores y sin duda uno de los grandes del siglo XX, ha interpretado a los grandes clásicos en varios idiomas y ha puesto en escena a 123 personajes distintos. En 1993 fundó Operalia, con el objetivo de becar, con educación y trabajo dentro del medio, a aquellos talentos aspirantes a cantar ópera profesionalmente.

En 1990, tras la convalecencia y recuperación de cáncer de su amigo y colega José Carreras, se unió a éste y a Luciano Pavarotti para formar el grupo de Los tres tenores, con la idea inicial de recabar fondos para la Fundación Internacional contra la Leucemia José Carreras. Ahora está más dedicado a la dirección de orquesta.

El “rey de la ópera” visitó México muy brevemente con motivo de la inauguración de su restaurante Pámpano, del que es socio, junto con el chef mexicano Richard Sandoval.

“¡Vaya niña, que nombre!”, bromea cuando me presento, “entonces tienes que ser polaca ¿no?”

“Soy polaca, francesa, catalana, cubana, mexicana…” respondí.

“¡Ah que mezcla!” dice divertido, “¿sabes que nunca he estado en Cracovia?, ¿y tú ? He visitado varias veces Varsovia, pero nunca Cracovia , y tengo unas ganas de ir..., la historia del pueblo polaco es fantástica y ahora parece que hay una mujer que puede ser presidente…”

K.- Maestro, bienvenido a casa, yo siempre he dicho que usted es mexicano, lo sentimos y reclamamos como nuestro.

PD.- España lo entiende perfectamente, si me dicen “eres español” digo “sí”, pero si me dicen “eres mexicano” respondo lo mismo. Yo llegué a México tres días antes de cumplir 8 años y de ahí a los 20 estuve siempre aquí, y esos años son muy importantes. En mi familia fuimos muy afortunados porque la posguerra no la sentí, y yo nací en 1941…

Regresamos al tema de su llegada a México, “Imagínate nada más que mis padres, siendo cantantes, tenían una vida privilegiada, pasaron la guerra cantando para las tropas, nunca nos faltó nada. Tuvimos una vida normal, sin ningún lujo, ellos trabajaban mucho y sobre todo desde que se quedaron en México y establecieron su propia compañía. Era tremendamente difícil, pero me hizo ver la vida increíble y mágica del teatro, y desde bien niño entrar en este mundo en el que he estado toda mi vida”

K.—¿Cómo se descubre la voz?

PD. Bueno, como una cosa normal; siendo mis padres cantantes, lo natural era que yo también cantara. Siempre me gustó hacerlo; aquí, en el Instituto México me llamaban El Granado porque siempre cantaba Granada, ésto antes de que me cambiara la voz. Mi padre me decía que mejor fuera pianista o director de orquesta, pero pude darme cuenta del privilegio que era tener esta voz y empecé primero con mis padres, luego audicionando para la ópera

K.— Y finalmente llegó Monterrey, en 1961

PD.— Sí, antes había hecho partes secundarias, pero no fue sino hasta con La Traviatta, en el papel de Alfredo, que estelaricé, y de ahí no he parado.

K.— De los 123 personajes que ha interpretado ¿Cuál es el consentido?

PD.— Fíjate que no puedo decirlo, es como lo que sucede a las familias de muchos hijos. Tú no puedes decir a cuál quieres más; todos son diferentes, cada uno tiene lo suyo , sus momentos de alegrías y preocupaciones. Con los personajes es igual, el que te toca hoy eres, y el de pasado mañana, también.

K.— ¿Y con los compositores?

PD.— Es lo mismo; yo lo que siento es que Verdi y Puccini son una parte muy importante de mi vida, pero también he interpretado al francés Bizet, óperas alemanas y rusas. Con un repertorio tan grande, he ido de un lugar a otro, haciendo un poquito de todo.

K.— Además de la promoción y apoyo que otorga a través de Operalia...

PD.— Bueno, Operalia es un concurso que lleva ya 15 años y que ha dado frutos extraordinarios. En un principio fue la idea y el deseo de ayudar a los cantantes jóvenes a allanar el camino, y hoy, 60% de los cantantes de ópera del mundo han sido ganadores, participantes o becados por Operalia.

K.— Durante mucho tiempo se habló de la rivalidad entre los tres tenores, ¿fue real o más bien un invento mediático y sensacionalista?

PD.— Los medios la “crearon” siempre, desde su inicio hasta el último momento. Inclusive con la pérdida de Luciano en septiembre pasado volvieron a surgir artículos en todas partes. Desde los 90 los tres trabajamos juntos, haciendo cosas nuevas, divertidas diferentes, y hoy resulta que hay tres de todo.

K.— Y llegamos al tema de Pámpano, un restaurante de cocina costeña mexicana.

PD.— Hay una historia detrás, mi abuela, la madre de mi padre, era aragonesa, y a pesar de que no la conocí —no tuve la ocasión de conocer a ninguno de mis abuelos— la admiraba mucho porque era una mujer muy emprendedora; tenía un restaurante en Zaragoza que se llamaba La casa de la viuda de Domingo, era una mujer muy adelantada a su época, manejaba su propio coche, jugaba a la lotería y cuando se sacó el premio mayor lo repartió entre todos los empleados del restaurante, tanto así que éste se lo heredó al director; el lugar funcionó hasta los 70. En una visita a España fui a conocerlo y me imaginé lo bonito que sería tener uno propio , así fue que lo abrí en Nueva York, era de comida española y se llamó Domingo, pero la verdad es que este tipo de comida allí no jala , no es muy popular. Total, estuvimos tratando de defendernos y un día le llamé a Richard (Sandoval) a quien conocía de Maya, como amigo de Álvaro, mi hijo, y claro, del Madeiras, en Acapulco y le dije “¿Qué me aconsejas?, ya cerré Domingo, pero el tío que me renta no está muy contento”, Richard me dijo “déjame ver el lugar”; yo pensé que me iba a hacer alguna que otra recomendación pero lo que surgió fue la idea de Pámpano, pescados mexicanos y cocina costeña. Empezamos con el pie derecho, y la verdad es que hoy en día es un lugar para el que es difícil encontrar reservación.

Cuando abrí Domingo la gente venía pensando, o esperando, encontrarme ahí, o por lo menos historias o anécdotas relacionadas con mi vida en la ópera. En cambio a Pámpano viene todo mundo a comer, tiene una excelente clientela y un éxito bárbaro. De aquí nos seguimos a abrir Zengo, en Washington .

K.— ¿Pámpano México?

PD.— Tenemos una ilusión muy grande. Cuando Richard me habló del local, la ubicación me pareció fantástica y más ahora con este corredor de hoteles y restaurantes; entonces le dije a Richard “yo en ti confío”, así que para adelante y aquí estamos, espero que a la gente le guste. La cocina de Richard y Josefina es increíble, tiene presentación, color y lo más importante: sabor. Richard nació para esto.

K.— ¿Cuál es su platillo favorito de Pámpano?

PD.— Yo siempre que voy tomo el róbalo con plátano macho, tortilla y frijol pero las empanadas de pescado, los taquitos de langosta y el huachinango son deliciosos. En México ya se sabe que están acostumbrados a la buena cocina, pero Pámpano es muy especial.

K.— La gente espera oírlo cantar...

PD.- Ahh, eso sí va a estar más difícil ¡les aseguro que no estoy aquí para cantar!, concluye divertido.



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