El caribú, pieza de caza deliciosa
Ricardo Chávez nos explica: "Permanecí por tres meses en Saskatchewan, ubicado en la parte central de Canadá; este lugar es un poco como la pampa argentina, de extensiones infinitas, pero helada. "Si bien la mayor parte del tiempo estuve en zonas urbanas, me acerqué a los inuits en un viaje que duraría alrededor de 10 días. Durante este tiempo me fui a pescar con ellos en agujeros hechos sobre la superficie congelada del agua; comí carne cruda de alce y caribú, lo cual es muy difícil para nosotros, porque carece de sabor y condimento. "Bebimos el preparado tradicional, que es de una raíz muy amarga, como una cerveza pero no alcohólica. Los inuits prohiben el alcohol, puesto que tienen el índice más alto de suicidios en Canadá. Pareciera que no están resolviendo la transición a esta época. "Ellos dicen que el calor en lugares tan fríos es como un aura que rodea completamente un cuerpo. Cuentan que en el pasado, para cazar a los animales de pelaje blanco o en condiciones de visibilidad mínima, le disparaban a esta aura -ya fuera con flechas o armas de fuego- y después seguían el rastro de sangre en la nieve sin saber todavía a lo que le habían dado. "Asistí a una partida de caza de caribúes. Comenzó con una caminata de tres días que implicó hacer un iglú para dormir, el cual sí es caliente. "Los caribúes siempre regresan a ciertos lugares donde tienen que beber. Los cazadores los esperan ahí, inmóviles, hasta que se acercan. A mí me llamó la atención que, al ver a un caribú venir a lo lejos, uno de los inuits se levantó por un instante y volvió a esconderse para provocar su curiosidad. Así lograron que se acercara más y pudieron disparar. "El animal empezó a desangrarse por donde entró la bala; todo alrededor era blanco y aquel color rojo era de una intensa fosforescencia: era una hermosa flor que iba extendiéndose en la nieve alrededor del caribú. Fue terrible pensar que lo que me parecía hermoso era la muerte. "Recién cazado, cortamos pedazos crudos del muslo del animal para comerlos y bebimos su sangre caliente. El frío hace que el cuerpo se desangre más lentamente, por lo que tuvieron que abrirlo en varios puntos: uno fue la yugular y otro en la parte interior del muslo, de donde recogieron la sangre en un vaso de cerámica del que cada uno de nosotros dimos un sorbo antes de pasarlo a los demás. "La carne en esas condiciones no tiene sabor, es algo chicloso como una suela de zapato -además, para entonces yo ya había leído Los sobrevivientes de los Andes y sabía que la comida cruda me iba a estreñir por un tiempo-. Recuerdo las sensaciones físicas de masticar y lo que la lengua sentía al rozar la carne y, claro, el saber que te estás comiendo algo que se está muriendo. "Regresamos con parte del animal a cuestas, el resto se quedó ahí, para que después fueran a recogerlo en un trineo de perros. "Después probé el caribú ya cocido con sal y pimienta y es muy rico; lo acompañan con papas, pero yo creo que ahí empieza la fusión de culturas, porque éstas no son un producto de la región."





