La merlot es una uva que posee una reputación impecable. Habremos de considerar que jamás podrá alcanzar la popularidad de la cabernet sauvignon, pero su presencia en la industria vitivinícola es irrefutable.

Uno de sus principales atributos es su capacidad de adaptación. En Burdeos su principal logro es ser el espíritu esencial del inigualable e inalcanzable para bolsillos diezmados: Chateaux Petrus. Otros grandes vinos deben mucho a sus encantos y además junto a su inseparable compañera cabernet ha logrado algunos de los copages o mezclas más gratificantes que existen en el mundo del vino. En Chile, por ejemplo, varios de los mejores ejemplares de la producción del país inician maridajes con merlot. Gran parte de la producción de Pomerol y San Emilion involucra a la uva.

La vid recibe varios nombres, desde merlau o médoc noir a semillion rouge. Las características fundamentales de los vinos que se producen a partir de ella es que, ya sean maduros o jóvenes, tienen un sabor agradablemente afrutado y fresco.

Los vinos de la uva merlot son cremosos, grasosos, con ligeros acentos a menta y muchos tonos de frutas rojas y negras como las moras. La crianza les aporta sabores ahumados y a vainilla. En general son caldos livianos de cuerpo ligero o mediano con finales incluso más largos que los que pueden percibirse en los cabernet sauvignon. Estos vinos son muy amables a la hora de maridar en la mesa y se adaptan más fácilmente que otras uvas.

La ciencia ha descubierto atributos adicionales en la uva merlot propios para auxiliar tratamientos como el reumatismo, la diarrea y otras enfermedades de los huesos.

Durante su juventud sus productos presentan un carácter frutal muy voluptuoso y al madurar aportan matices y aromas a chocolate, cacao, café y madera. En el paladar saben a terciopelo y dado que no son caldos con taninos muy altos, ni muy ácidos, resultan con cuerpos muy armónicos que benefician el acompañamiento de muy diversas cocinas sin mayores riesgos.

Uno de sus maridajes ideales es con estofados, carnes rojas salseadas y vísceras, incluyendo productos del mar como el atún o el pez espada. Aterrizando la idea, un vino merlot no vendría nada mal para acompañar una quesadillas, o en su caso, unas empanadas argentinas; una buena pizza, hasta algún mole ligerón, sin mayores complicaciones; teppanyakis de carnes suaves; curries no muy picantes y hasta unos tacos de barbacoa se llevan bien con su carácter de seda. Desde luego las carnes a la parrilla están bien indicadas.

En la mesa el merlot hace un gran papel que puede coquetear con gran facilidad y eso ayuda mucho al catador novicio. Siempre tenga a la mano algunos de sus vinos.

La cata de la semana

Arboleda Merlot 2004. Vino chileno varietal que se distingue por su gran categoría, cuerpo redondo y mucha elegancia. Se produce con uvas del Valle de Colchagua e incluye una mezcla mínima de cabernet sauvignon y " pequeño toque de uva carmenere".

De color rubí intenso, con aromas a cereza y especias. Gran sabor a fruta madura y cuerpo sedoso. Se deja reposar durante 14 meses en barricas de roble americano y francés, por eso los toques de vainilla son evidentes. Tiene una estructura muy balanceada, un carácter frutal y gran persistencia por lo que sus productores anticipan que puede guardarse hasta 10 años. Yo me conformo con la mitad de ese tiempo.

El maridaje incluye carnes rojas a la parrilla, estofados de hígado, puerco, pollo y pavo e incluso atún y pescados grasos, como el salmón.

Precio aproximado: 340 pesos.