No te sorprendas si al ir a un centro comercial ves a una legión de adolescentes con vaqueros, las blusitas ombligueras muy ceñidas al cuerpo, un infaltable piercing , bien sea a presión que no cuestan más de 100 pesos o los de verdad, cuyo precio puede llegar hasta los 2 mil; sin dejar a un lado una supercabellera que muchas veces no es natural, pues recurren a extensiones, las cuales tiñen de rubio claro, al mejor estilo Hollywood.

La verdad es que esto pareciera una procesión religiosa de una secta extraña y lo único que les hace falta a esas jovencitas es llevar a sus espaldas una gran estatua de madera de la idolatrada princesita del pop a la que estén imitando.

En esta avalancha de clones, no sólo encontramos Britneys, pues hallamos también a chicas de espíritu un poco más latino que se inclinan por la "simplicidad" de Shakira o Paulina Rubio, y no es extraño ver en las calles a miles de jovencitas siguiendo su estilo, que es bastante camaleónico, pues un día lucen trenzas, otros el cabello color azul, amarillo o rojo, pareos al estilo árabe o jeans rotos y escotes de vértigo.

No podemos olvidar la invasión vaquera que nos dejó la inmortal Madonna al lanzar su trabajo discográfico Music , pues jóvenes y adolescentes asistían, como si fuera un rito, a las fiestas rave con las infaltables camisas a cuadros pegadas al cuerpo, los jeans ultra-descaderados, o mejor conocidos como ultra-pélvicos, y el toque final, el sombrero vaquero, pinta que nos hacía sentir como en el Viejo Oeste.

Al dejar atrás el maravilloso y colorido mundo del pop, nos topamos de frente con los rock style que no son más que esos chicos "rebeldes", que hacen de la música un estilo de vida, el cual influye, lógicamente, en su imagen.

Un ejemplo claro, son los seguidores de Limp Bizkit, Good Charlotte o Simple Plan, a quienes no les falta la gorra roja de los Yankees de New York, las camisetas negras con los típicos dibujos o logotipos de estas bandas y los pantalones superanchos que muestran la mitad de sus boxers.

Desgraciadamente los jóvenes estamos perdiendo poco a poco nuestra identidad sólo por seguir los estereotipos de moda. Esto no quiere decir que de ahora en adelante debamos salir a la calle con taparrabos, sarapes o plumas en la cabeza, sino que es hora de pensar: ¿vale la pena imitar a nuestros artistas?, o ¿será mejor crear nuestra propia identidad?