Un madrigal en Cuernavaca
Aunque sus escenarios son espectaculares, el corazón del lugar es su cocina, construida para tener contento al chef Juanxo (Juan Antonio Sánchez Fernández, quien por cierto, la diseñó), y a sus huestes. De techos muy altos, para que no se guarde tanto el calor (cosa que mucho agradecen las señoras que "echan" las tortillas a mano), tiene también un tragaluz, para mantenerla bien iluminada, un extractor de aire y una fuente con una cascada, para alegrar el ánimo y la vista de los autores de los platillos que se llevan a las mesas, en las que se ven comensales de la propia Cuernavaca, de muchas otras partes de nuestro país, de Estados Unidos y de Europa. El menú es internacional e incluye típicas delicias mexicanas. La arquitectura es colonial contemporánea y en ella se emplearon roca volcánica, columnas de cantera, tejas de barro y talavera de Puebla, así como pisos de laja y loseta de barro española Maratzi, que don Rubén Cerda, propietario del establecimiento, vio una vez en cierto restaurante de España. Otro detalle significativo es que, lo mismo en los interiores que en el exterior, abundan las obras de arte. En cuanto a paisaje, es en el jardín donde reside uno de los mayores atractivos del establecimiento. En él se invirtieron casi 5 millones de pesos y cada calzada confluye hacia una escultura de Zúñiga. Entre la multitud de plantas que lo conforman, destacan seis guayacanes amarillos perfectamente alineados para formar un hexágono, que florean en febrero. ¿Por qué en ese mes?, preguntamos al señor Cerda, "porque es el mes en que tenemos más clientela", responde. Nacido en Tanuato, Michoacán, desde los tres años había sido llevado a vivir a Cuernavaca por su padre, de origen estadounidense, y su madre, mexicana.
ESPEJO LÍMPIDO
El Madrigal es como un reflejo de Las Mañanitas y hay una razón para ello: don Rubén fue el brazo derecho de Robert L. Krause, doctor en Derecho nativo de Estados Unidos, quien al conocer Cuernavaca decidió quedarse allí y fundar un restaurante que con el tiempo sería emblemático de la ciudad. A ese sitio llegó a trabajar Rubén con sólo 14 años de edad.





