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Los 200 años del famoso cementerio Père Lachaise

Kirsten Schack /(DPA) | El Universal
Domingo 20 de junio de 2004
Después de la Torre Eiffel, el Louvre y Notre Dame, este lugar es la "atracción" más popular de la capital francesa. Aquí se encuentran los restos de famosos como Jim Morrison, Óscar Wilde y Chopin

Una castaña cae sobre la tumba del pintor francés Eugène Delacroix. Parece que alguien golpea contra la losa sepulcral. La cáscara del fruto se abre y se rompe en dos mitades. Huele a moho, la tierra está húmeda y blanda como consecuencia de una fina llovizna. Como un velo de neblina, la lluvia cubre las tumbas en el Père Lachaise, el mayor y más antiguo cementerio de París.

Se escucha un golpe más. Se trata de otra fosa, dos senderos más allá. Son empleados que restauran una parte de las 70 mil tumbas y bóvedas. En el 200 aniversario del camposanto el 21 de mayo, el Père Lachaise lució completamente renovado.

La tarea no será fácil. El tiempo afectó a muchas de las tumbas, criptas y capillas, algunas de las cuales tienen ya varias décadas, e incluso siglos. No todas las piedras están en su lugar. Algunas tumbas se hundieron, las losas se corrieron.

La ciudad pone anualmente 200 mil euros (unos 230 mil dólares) a disposición para reparar y arreglar los sepulcros, los caminos y las escaleras del recinto de 43,2 hectáreas. Si los daños son muy graves, el alcalde Bertrand Delanoe aporta algún dinero extra. Con motivo del aniversario, la ciudad invirtió otros 250 mil euros (unos 290 mil dólares).

Así, no sólo se arreglarán las tumbas, sino también los valiosos portales de entrada, y se plantarán más arbustos y árboles. Además, el historiador Christian Charlet publicará el libro El Père Lachaise - El cementerio en el corazón de París para los vivos y los muertos.

Los 2 millones de visitantes de todo el mundo que van al cementerio no suelen pasar por allí con demasiado cuidado. "Los turistas no se detienen ni ante las familias de luto ni ante los bienes históricos", sostiene Charlet. Hay los que dejan restos de labial en la tumba del escritor Óscar Wilde.

"Eso está prohibido, pero no es comparable con las cochinadas que tenemos por Jim Morrison", cuenta el historiador de 62 años. Los turistas que llegan a visitar la tumba del rockero son los peores, asegura.

No sólo depositan flores y cartas sobre el pequeño sepulcro del cantante del legendario grupo The Doors, sino también cigarrillos y latas de cerveza vacías. También están las orgías. Drogados y acoholizados, los fans de Morrison honran a su héroe de manera "totalmente inapropiada".

"Los fans de Morrison vomitan y orinan sobre las tumbas". Y lo peor: Los sepulcros ubicados alrededor del de Morrison también se ven afectados. Una y otra vez aparecen pintados con coloridos graffitis, imágenes pornográficas o leyendas antisemitas.

En estos días otoñales, el movimiento no es tan intenso. Tres jóvenes de cabello largo, jeans negros y chaqueta verde pasean en torno a la tumba con la cabeza inclinada y tararean la canción de los Doors Light my fire .

Una mujer joven se acerca y se mezcla con los treintañeros. Enciende un sahumerio y lo coloca sobre la tumba. A su lado deja un papelito. I will never forget you, Jim , escribió sobre él y rodeó las palabras con un corazón. El guardia de seguridad que hoy vigila el santuario se pasea aburrido con las manos en los bolsillos.

"Esta tumba es la única que supervisamos permanentemente", dice Charlet y suspira nervioso. Hace tiempo que le hubiera gustado deshacerse de Morrison. Pero Estados Unidos no quiso hacerse cargo de los restos.

Y en realidad, el historiador no quiere hablar demasiado sobre el músico. Realmente, no es importante para el Père Lachaise. Igual que Marie Trintignant. La actriz francesa, que en julio fue golpeada hasta la muerte por su novio, Bertrand Cantat, cantante del grupo Noir Desir.

Ese tipo de escándalos atraen a los turistas ávidos de sensacionalismo, que peregrinan de una tumba famosa a otra, "sin apreciar la verdadera belleza del Père Lachaise". Sobre la verdadera belleza del cementerio, Charlet puede hablar horas. Su rostro se enciende y le brillan los ojos. "Un museo extraordinario bajo el cielo abierto" es para él.

Después de la Torre Eiffel, el Louvre y Notre Dame, el Père Lachaise es la "atracción" más popular de la capital francesa. Junto con las tumbas de Jim Morrison y Óscar Wilde, las más visitadas son las del escritor francés Honoré de Balzac, el pianista Frédéric Chopin y la cantante Edith Piaf. Sus sepulcros son más bien pequeños y discretos. Sólo las muchas flores y las cartas hacen suponer que allí se encuentra sepultada una celebridad.

Hay una tumba en una esquina entre dos caminos que no llama mucho la atención. Sin embargo, una y otra vez hombres y mujeres colocan su mano sobre ella, cierran los ojos y mueven los labios sin emitir sonido. Es la tumba de Allan Kardec, un filósofo espiritual, que aparentemente aún sigue en contacto con el más allá.

Muchos sepulcros en el Père Lachaise son pomposos, con pequeños palacios, templos o mausoleos ricamente decorados. El más alto mide veinte metros y se asemeja en la forma a un faro. Las criptas están adornadas con columnas y las capillas privadas con coloridas ventanas. En el interior, hay flores sobre el altar, una sencilla cruz de madera cuelga de la pared y arde una vela. Sobre las tumbas, hay esculturas de mujeres llorando. Las manos les cubren la cara.

La misma posición tiene una mujer de cabello gris delante del monumento en memoria de Auschwitz. Tiene el rostro oculto en las manos arrugadas y llora silenciosamente. Las enormes figuras abstractas de bronce, que recuerdan a las víctimas de los campos de concentración, intimidan. Seres similares a esqueletos transportan muertos sobre carretillas. Sus ojos son grandes y están vacíos, sobresalen las costillas.

Algunos monumentos cuentan historias de los muertos. La tumba de la familia Raspail, por ejemplo, refleja una cárcel. En la ventana con rejas, se arrastra una silueta de mujer sin rostro. El político y revolucionario Francois Raspail estaba en la cárcel cuando murió su mujer. En una visión, el espíritu de su esposa llegó hasta él para despedirse. Para la tumba del escultor francés Louis Visconti, el artista David d Angers preparó un relieve del Louvre.

Importantes artistas de los últimos 200 años adornaron las tumbas de personalidades de la política, la cultura y la ciencia.

Cualquiera puede ser enterrado en el Père Lachaise. Dos metros cuadrados por diez años cuestan 650 euros (unos 740 dólares), y quien quiera garantizarse el descanso eterno, deberá pagar 7 mil 720 euros y tres céntimos (unos 8 mil 850 dólares). Eso vale tanto para católicos como para protestantes, judíos, musulmanes, budistas, ortodoxos y ateos. La diversidad en las tumbas es la esencia de este cementerio.



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