Paulino Rivera Torres Jr.

. (Foto: El Universal )
A poco más de una hora de la ciudad de México, se ubica la Ex Hacienda Cocoyoc ("lugar de coyotes", en náhuatl), que cobija un lujoso fraccionamiento y un hotel. La finca, de altos techos y circundada por una cerca de piedra, se reconstruyó a finales de los sesenta y el hotel cumplió 31 años de existencia, si bien el sitio es centenario, conforme manifiesta Paulino Rivera Torres, administrador del negocio. Cocoyoc se ha vuelto una especie de oasis para los capitalinos, quienes atiborran los fines de semana sus albercas, jardines y comedores. Por las noches la animación se desplaza a "El Trapiche", la exclusiva discoteca del hotel. Entre semana los salones de convenciones reciben a políticos y empresarios que realizan allí sus juntas. -En sus orígenes estas tierras pertenecieron a los tlahuicas -relata nuestro entrevistado-. Ya conquistadas por los aztecas, Moctezuma II mandó crear extensos jardines con flores, árboles y arbustos traídos de diversas zonas. Posteriormente los terrenos pasaron al marquesado de Oaxaca, patrimonio de Hernán Cortés, quien contrajo nupcias con la hija de Moctezuma para consolidar sus derechos sobre la comarca. Luego los dominicos erigieron allí su monasterio en el siglo XVI, el cual más tarde se transformó en finca azucarera. El casco, que incluía una porción de lo que actualmente es un campo de golf, se preservó como propiedad privada durante la Revolución. El "descubrimiento" de Cocoyoc se debió a don Paulino Rivera Torres padre (empresario en bienes raíces). En 1967 encontró la derruida hacienda y decidió comprarla para establecer allí un hotel y un fraccionamiento. Al despuntar la década de los setenta comenzó a frecuentar el predio en compañía de su familia: -A mis hermanas y a mí nos encantaba jugar entre las ruinas mientras mi papá se sentaba a negociar con los ejidatarios que invadieron el terreno -cuenta el administrador-. Tras 11 años los convenció de aceptar parcelas frente a Oaxtepec. Fue una hazaña, pues muchos de ellos eran zapatistas y habían participado en el incendio de la hacienda. Paulino Rivera Torres Jr. nació en el Distrito Federal. Su esposa, Melissa, es originaria de Hawaii, aunque se conocieron en Puerto Rico durante una competencia hípica. Los dos son amantes de la equitación y tienen tres hijos. Muy orgulloso de la obra paterna, nuestro entrevistado evoca los inicios de su progenitor en el ámbito empresarial: -Mi abuelo poseía un vivero en Cuautla, del que mi padre se hizo cargo. A él le fascinaba el campo, en especial los caballos. A principios de los sesenta, don Paulino adquirió una enorme superficie en el Distrito Federal donde se asientan en la actualidad las colonias Viveros de la Loma, Viveros del Valle y Viveros del Río. -Aquella área estaba en los confines de la capital. Para atraer clientes se construyó un centro de diversiones, Viverolandia, teniendo como ejemplo Disneylandia [incluso el empresario recorrió el parque de diversiones estadunidense con el guía que les asignó el propio Walt Disney]. La clientela del proyecto, planeado para gente de nivel medio, percibía ingresos menores a los esperados, así que don Paulino promovió la fundación del Instituto Nacional de la Vivienda (antecedente del INFONAVIT), organismo que compró los terrenos y erigió casas para trabajadores. Paulino narra que con el producto de aquella venta su padre principió la urbanización de Cocoyoc y mediante un préstamo mandó hacer los primeros 120 cuartos del hotel, adecuado para las parejas en luna de miel. Nuestro entrevistado se incorporó en 1975 y hoy se debe a él que todo marche a la perfección.





