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Tepoztlán recobra brillo

Arturo Reyes Fragoso| El Universal
Domingo 28 de marzo de 2004
Asombra que el convento, de semejantes proporciones y magnificencia, durante su esplendor alojara a sólo cuatro religiosos

De lejos, la construcción parece fusionarse con "la tempestad de rocas, el huracán de piedras, de Tepoztlán", que dijera el poeta Carlos Pellicer. Después de más de cuatro siglos, el ex convento de Nuestra Señora de la Natividad, construido por los dominicos en 1580, continúa sin tener rivales en cuanto a proporciones y magnificencia, en toda la pintoresca región ubicada al norte de Morelos.

Hoy funciona como museo, centro de documentación histórica y sede de diversos eventos culturales.

Marcela Tostado Gutiérrez, etnohistoriadora por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y directora del lugar, dice que, pese a sus monumentales dimensiones, el lugar albergó a una reducida población de religiosos.

"Los primeros frailes esperaban en algún momento ver crecer su orden religiosa, y según los pocos documentos que se conservan, sabemos que cuando más, en su mejor época, la población del convento no sobrepasó los cuatro ocupantes."

Estuvo en manos de los dominicos hasta 1776, cuando pasó al dominio del clero secular y éste lo conservó hasta que se promulgaron las Leyes de Reforma. Al irse los religiosos, el sitio quedó a la deriva.

La Revolución convirtió a Tepoztlán en un pueblo fantasma: el trazo de sus calles desapareció bajo la maleza cuando sus habitantes emigraron a otras localidades o, de plano, se escondieron en cuevas, mientras diversas facciones revolucionarias ocupaban el lugar y convertían el convento en cuartel.

"Algunos ancianos cuentan que el templo llegó a ser usado como rastro, destazándose en el altar los animales que alimentaban a las tropas", comenta la experta, quien agrega que la inexistencia de documentos que permitan reconstruir la propia historia de Tepoztlán, se debe a que entonces fue incendiado el archivo municipal.

En 1935, el presidente Lázaro Cárdenas visitó el pueblo y declaró al convento monumento histórico. Cuatro años después, pasó a custodia del recién fundado Instituto Nacional de Antropología e Historia, encargado hasta ahora del inmueble.



Divertido hallazgo

En 1993 se iniciaron los trabajos de restauración del ex convento, convertido hoy en un activo centro cultural. Las obras están coordinadas por la etnohistoriadora Tostado Gutiérrez, quien desde entonces vive en Tepoztlán.

"Hemos ido trabajando paso a paso, con un profundo respeto al inmueble. No se pretende quitarle la pátina del tiempo, para dejar las evidencias de sus múltiples usos en los diferentes espacios, de manera que, al visitarlo, el público perciba que está en un recinto antiguo en donde muchas cosa han sucedido", comenta.

Existen evidencias de saqueadores que excavaron en diversos sitios de la construcción, a la búsqueda de inexistentes tesoros ocultos. Por su parte, algunos habitantes mencionan la hasta ahora no comprobada existencia de un túnel que comunica la base del altar de la iglesia con el poblado de Oaxtepec.

Por cierto, la propia comunidad tepozteca contribuyó a conformar la colección del museo, que se ubica en la planta superior, mediante un "concurso de recuerdos".

Entre quienes respondieron a la convocatoria estaba una anciana que proporcionó un antiguo papel en el que algún familiar copió las inscripciones de los muros detrás de las letrinas de los antiguos baños.

"La gran sorpresa fue que no se trataban de rezos, sino de textos absolutamente irreverentes y divertidos (aunque resultaban muy extraños para el lugar). Al investigar, descubrimos que eran de un autor decimonónico, José Manuel de Mata, y que fueron plasmados ahí en 1895 por el editor tepozteco José Donaciano Rojas", refiere.

Un ejemplo sólo de lo que es posible publicar: Si en comer eres decente, en vestir y en hablar, en el modo de evacuar no te muestres indecente.



Hasta grafitis hubo

Actualmente, los trabajos de restauración corren a cargo de Beatriz Sandoval, conservadora de monumentos históricos, quien nos explica que la construcción atravesó por varias etapas de decoración.

La primera se remonta a mediados del siglo XVI, de la que se conserva un sobrio friso con figuras de reyes en forma de tritones. Del siglo XVIII, provienen los casetones rojizos que recubren los pasillos inferiores, mientras que las pinturas de calvarios datan de finales del XVIII y principios del XIX.

"Después de una minuciosa limpieza, en las paredes del comedor aparecieron varios grafitis con figuras de soldados franceses que, suponemos, fueron trazados durante la Intervención Francesa por la tropas de Maximilano, asiduo visitantes de la vecina Cuernavaca."



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