Recuerdan fuerza y dignidad de la reina madre
LONDRES (AFP). Gran Bretaña rindió un último homenaje a la reina madre Isabel en funerales a la vez grandiosos y emotivos realizados en la abadía de Westminster, seguidos de un cortejo fúnebre saludado por un millón de personas, en un ambiente de emoción y respeto. Comenzando un ceremonial minuciosamente preparado y de excepcional pompa, el féretro de la Queen Mum fue sacado por la mañana del gran Hall de Westminster, donde reposaba desde el viernes, para ser llevado a la abadía del mismo nombre, distante unos cientos de metros. La reina Isabel II, vestida de negro, llegó a la abadía poco antes que entrara el féretro. Detrás de éste, iban nueve miembros de la familia real, entre ellos los príncipes Felipe, marido de la reina, Carlos, la princesa Ana y Harry y William, que lo seguían al son impresionante de unas 200 gaitas y tambores. Las campanas de Westminster tañeron por 101 veces durante varios minutos, para recordar la edad que tenía la difunta. En ese preciso instante, el féretro, cubierto con la bandera personal de la reina sobre la cual se había colocado su corona, adornada con el célebre diamante Koh-i-Noor, penetró en la nave gótica de la abadía, escenario de bodas ?entre ellas la de la reina madre hace 79 años? y exequias reales. El país entero guardó a esa hora dos minutos de silencio. De los supermercados a las estaciones ferroviarias, de las escuelas a la Bolsa de Londres, de las fábricas a los aeropuertos, la nación entera en duelo se inclió para saludar a la última emperatriz de las Indias, fallecida el 30 de marzo. Comenzó entonces un responso de un oficio religioso de una hora, transmitido en directo por televisión al mundo entero. Entre los 2 mil 300 invitados que asistieron al mismo se encontraba la crema de la aristocracia europea, el primer ministro Tony Blair y varios representantes de gobiernos extranjeros. En su responso, el jefe de la iglesia anglicana, el arzobispo de Canterbury George Carey, ensalzó la "fuerza, la dignidad y el sentido del humor" de la difunta. "Como el sol, ella nos regaló su calidez radiante. Ahora que el sol se ha puesto y que cae la noche, una parte de esa calidez vuelve hacia ella", dijo monsñor Carey. En varias ocasiones, se vio al príncipe Carlos cerrar los ojos, como para meditar o contener las lágrimas pero visiblemente abatido. Después, el féretro fue puesto en un coche fúnebre, en el que recorrió el centro de Londres y fue llevado hasta Windsor. Detrás de él, en un Rolls-Royce, el príncipe Carlos encabezaba el cortejo fúnebre. Agrupadas tras las barreras, cerca de un millón de personas, según la policía, presenciaron en un silencio impresionante el último viaje de la reina madre. El viernes, una multitud de 400 mil personas había presenciado ya el cortejo entre el palacio de de St. James y el Hall de Westminster. Y desde el viernes hasta el martes por la mañana, más de 200 mil desfilaron ante el féretro. En dos ocasiones, aviones de la Segunda Guerra Mundial sobrevolaron el cortejo, en un último homenaje a la reina cuya valentía durante el bombardeo de Londres por los alemanes causó la admiración de todo el pueblo británico. Después, tras haber recorrido los 40 kilómetros que separan Londres de Windsor, el catafalco llegó al castillo de Windsor. Después de una ceremonia íntima, los restos de la reina madre fueron enterrados junto a los de su marido, el rey Jorge VI, en el panteón familiar de la capilla de San Jorge. La familia real británica, de la que 35 miembros estaban presentes en la ceremonia, tiene lazos históricos o de parentesco con casi todas las dinastías reinantes en Europa. La mayoría de sus parientes, más o menos lejanos, figuraban entre los 2 mil 100 invitados al responso que se celebró en la abadía de Westminster. Entre los monarcas invitados estaban el rey Juan Carlos y la reina Sofía de España, el rey Carlos Gustavo y la reina Silvia de Suecia, la reina Margarita de Dinamarca y el príncipe consorte Enrique, el rey Harald y la reina Sonia de Noruega, el rey Alberto II de Bélgica y la reina Beatriz de Holanda. El príncipe Alberto de Mónaco, el príncipe Ernesto Augusto de Hanover y el gran duque Enrique de Luxemburgo figuraban, asimismo, entre los invitados, al igual que los ex reyes Miguel de Rumania y Constantino de Grecia. Simeón de Sajonia-Coburgo-Gotha asistió en su doble condición de primer ministro de Bulgaria y de ex rey del país. Las familias reales de Inglaterra y de Bulgaria forman parte de la dinastía de los Coburgo. En lo que respecta a los representantes de gobiernos, además del primer ministro británico Tony Blair, aistieron Laura Bush, primera dama de Estados Unidos, y los jefes de gobierno de Australia, John Howard; Canadá, Jean Chrétien, y Nueva Zelanda, Helen Clark. El secretario general de la ONU Kofi Annan y su homólogo de la OTAN George Robertson también fueron invitados. Francia fue representada por la primera dama Bernadette Chirac y por el presidente del Senado, Christian Poncelet. En medio de esta asistencia rigurosamente seleccionada, cabe señalar la presencia de Camilla Parker Bowles, compañera del príncipe Carlos, sucesor al trono. Su presencia, un tanto "amiga" de la reina madre, consagra, en opinión de los comentadores, la progresiva oficialización de su controvertida relación con el príncipe de Gales, heredero del trono. Situada a dos pasos del Parlamento, fue eje de la vida del reino desde el siglo XI. Fue allí que, el 25 de diciembre de 1066, Guillermo el Conquistador se coronó rey él mismo. Desde esa fecha, 37 coronaciones tuvieron lugar en ella, al igual que numerosas bodas y duelos. En el curso de la historia la abadía fue reconstruida, modificada y ampliada varias veces (hoy está flanqueada por dos claustros), especialmente en 1269 por orden de Enrique III Plantagenet. La abadía es una "dependencia particular real", es decir que está sometida a la autoridad directa de la reina y no de las de los obispos de Londres o Canterbury. En efecto, prácticamente todo en las ceremonias de adiós a la madre de la actual reina de Inglaterra puede ser leído como el revés de los acontecimientos que siguieron a la desaparición de Diana de Gales en 1997. La familia real fue entonces totalmente sobrepasada por los acontecimientos y ásperamente criticada por su falta de compasión supuesta respecto a Diana. Muchos observadores consideraron entonces que sus días estaban contados. Cinco años después, los británicos han reencontrado valores mucho más conservadores en ocasión de los funerales de la reina madre, la otra estrella de la familia, la que encarnó siempre, contrariamente a Diana, la fidelidad a la tradición y la primacía del deber. Hay que decir que la familia real ha administrado impecablemente estos funerales. Había en ellos pompa y tradición, pero también un toque de modernidad, dado que la reina Isabel II y el príncipe Carlos expresaron su emoción ante la nación por televisión, y la princesa Ana, única hija de la reina, participó en uniforme y pantalón en el cortejo fúnebre, privilegio hasta ahora reservado a los varones de la familia.
Flor y nata de la aristocracia
La aristocracia europea asistió a los funerales de la reina madre de Inglaterra este martes en Londres, junto a los Windsor y a representantes de gobiernos extranjeros.
La abadía, símbolo de tradiciones británicas
La abadía de Westminster es una obra maestra del arte gótico y ha sido desde hace siglos escenario de las grandes ceremonias monárquicas y símbolo de las tradiciones británicas.
Se fortalece la monarquía
La monarquía británica salió fortalecida de los funerales de la reina madre, marcados por el retorno de valores tradicionales británicos ?dignidad, solemnidad, serenidad?, lo contrario del tumulto que rodeó la muerte de Diana.