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Erasmo Castellanos Quinto, el primer cervantista de América

Yolanda Cabello| El Universal
Martes 19 de junio de 2001

Imagínese a un hombre calzado con alpargatas que, quitándose el bombín y bajándose de la acera, daba paso a toda dama que cruzaba en su camino, por las calles del centro de la ciudad de México.

La escena, inusual hoy en día pero vigente en la década de los 40 y parte de los años 50, tuvo como protagonista, en muchísimas ocasiones, al maestro, poeta y abogado Erasmo Castellanos Quinto.

A hombres tan valiosos como él hay que recordarlos permanentemente. Sin que medien aniversarios, fechas especiales o ceremonias solemnes.

Sirven como prototipo del ser humano que sin proponérselo marcaron huella profunda.

Y todo esto viene a colación porque recientemente observamos el bombín, la prensa en que imprimió algunos de sus libros de poesía y el título de licenciado en Derecho de Erasmo Castellanos Quinto, maestro de preparatorianos hasta 1953.

Hoy, la prepa 2 lleva su nombre. Ayer, al autor de libros como Las siete murallas acerca de Dante, Del fondo del Abra, El triunfo de los encantadores , sobre un pasaje del Quijote y otros, se le conocía como hombre extremadamente caballeroso.

Fue el más profundo y primer cervantista de América.

Para profundizar en las preferencias del maestro Castellanos Quinto llegamos a la casa de su sobrino Manuel Castellanos, en San Pedro de los Pinos.

Afloraron entonces los recuerdos familiares. Aquellos que nos hacen saber que don Erasmo tenía un segundo nombre, el de Esteban y que nació en Santiago Tuxtla, Veracruz, el 17 de agosto de 1880. Vivió hasta el 11 de diciembre de 1955.

Casado con Gabriela de la Torre rentó la casa de avenida Revolución 291. Ya viudo, le hicieron compañía en esa casa su cuñada María Antonieta Arredondo y su sobrino Manuel, quien hoy conserva celosamente los recuerdos y objetos personales del maestro. Ese predio nunca fue de su propiedad, aunque lo vivió por medio siglo.

Perteneciente a la Tercera Orden de Franciscanos, con barba entrecana que le llegaba al cuello, Castellanos Quinto llevó una vida apacible fuera de la aulas.

En el salón de clase instaba a sus alumnos con una de sus frases favoritas: "El que no grita de joven, de viejo ya no puede". Quería que se expresaran "sus barbajanes", como les calificaba cuando se comportaban mal.

Sentado en un sillón llegó a disfrutar de los principios de la televisión. También se rodeó de 20 perros y otros tantos gatos, como buen franciscano que era.

Lupe, de servicio en su casa, le preparaba chalupas al estilo poblano, sopa de fideos, sopecitos, manzana rebanada que comía mientras su sobrino Manuel le leía en voz alta.

A este personaje inolvidable seguramente lo recuerdan muy especialmente sus alumnos vigentes. Castellanos Quinto fue maestro, entre otros, de los ex presidentes Miguel Alemán y José López Portillo.

Para que su figura sea sempiterna Humberto Peraza hizo una escultura de don Erasmo, por encargo de otro de sus alumnos agradecidos, Ibérico Montesano Carbonel, entonces presidente municipal en la ciudad natal del poeta.

Esta escultura fue develada el 25 de julio de 1975. Aún se yergue en el área de la biblioteca y la Casa de Cultura de Santiago Tuxtla.

Propios y extraños en esta risueña ciudad veracruzana detienen su paso para observar la figura, convertida en metal, del poeta, maestro, licenciado en Derecho pero, sobre todo, estupendo ser humano que fue Erasmo Castellanos Quinto. Y si no, que nos "hablen" su bombín, la prensa en que imprimió sus libros o cualquiera de sus pertenencias que la familia guarda cuidadosamente.



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