MAGIA Y LEYENDA
Cerro del tequesquite

. (Foto: EL UNIVERSAL )
Colonia Cuauhtémoc, Tlalchapa, Gro.- Según cuentan las leyendas de los lugareños, en el cerro del Tequesquite, sobre su planicie, cuevas y laberintos de rocas, por la noche se escucha el eco del tropel de caballos, balazos, risas y gritos de los insurgentes que dirigió Vicente Guerrero Saldaña, en su lucha por independizar a México. Ubicado frente a este pueblo, el cerro de El Tequesquite se levanta como un sitio inexpugnable. Aquí, Vicente Guerrero y Pedro Ascencio de Alquisiras se refugiaron para ocultarse de la persecución de que eran objeto por los realistas Agustín de Iturbide y José Gabriel Armijo. La montaña también sirvió de guarida al general revolucionario Nabor Mendoza, más conocido como El Coyote, quien durante la Revolución Mexicana dirigió a un puñado de campesinos conocidos como ?Los Pronunciados? -éstos asolaron la región calentana, saqueando haciendas y violando mujeres. Cuentan también las leyendas de los moradores de las poblaciones de Coauhlotitlán y Colonia Cuauhtémoc -por cierto, a fuerza de repetir, corregir y ampliar a aquéllas, las dan por ciertas-, que en la cueva bautizada como de ?Pedro Ascencio Alquisiras? y de ?don Gregorio?, insurgentes y revolucionarios enterraron tesoros de los que ahora se ha apoderado de ellos ?El Amigo? (El Diablo). De igual manera, aseguran que en el interior de esas cuevas han visto ídolos prehispánicos, que luego fueron saqueados, lo cual evidencia que hasta aquí acudían sacerdotes náhuas a realizar sus ceremonias prehispánicas. Incluso, en las cercanías de Tlalchapa, cabecera del municipio del mismo nombre, en el cerro de El Mono existen ruinas arqueológicas de influencia teotihuacana. En lo alto del cerro se aprecian formaciones naturales que semejan calles y callejones; a su vez, éstas constituyen una especie de laberinto capaz de desorientar a quienes las recorren. Justamente porque muchos de quienes han escalado el cerro se han perdido por varias horas, el sitio es considerado ya como una montaña encantada. Pero no existen ruinas arqueológicas como lo quieren hacer creer quienes han subido al cerro de El Tequesquite y luego han bajado a contar leyendas a los moradores como la del ?El Amigo?, que impide que se lleven los tesoros enterrados por Pedro Ascencio de Alquisiras y El Coyote, según aseguran los guías que acompañaron a EL UNIVERSAL. Así, los guías Trinidad y Pedro Flores relatan que su padre subió y se adentró en la cueva de Pedro Ascencio de Alquisiras: encontró dos ídolos de oro, pero un fuerte viento le impidió salir. Pudo hacerlo hasta que regresó los dos ídolos. Ahora tiene temor de subir. Los habitantes señalan que ahí deberían ir los asaltantes que pululan por caminos y veredas, para que no anden robando el poco dinero que tienen los campesinos pobres de las poblaciones aledañas al cerro de El Tequesquite. Otras leyendas señalan que, en grupo, han subido al cerro a tratar de encontrar los tesoros. Y los han encontrado, pero al bajar y revisar los costales, sólo quedan cenizas, pues ?se apodera de ellos la ambición?. Los labriegos se han encargado de bautizar a algunas formaciones naturales: esta la del Espinazo del Diablo, que es un acantilado profundo; así como La Piedra Copula y El Puente de Dio -no tienen nada de extraordinario, pero han sido sumadas a las leyendas con la idea de presentar al cerro como un lugar atractivo y mágico. Lo que sí existe en las poblaciones aledañas a la montaña, es pobreza y demandas insatisfechas. Hacen falta canales de irrigación en los ejidos de Coauhlotitlán y Colonia Cuauhtémoc. El ex presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, aprobó la ampliación de los canales hacia esas poblaciones, pero la obra no fue concretada ni en el gobierno de José Francisco Ruis Massieu ni en de Rubén Figueroa Alcocer. Juan Gómez Sandoval señala que ahora esperan que el actual gobernador René Juárez Cisneros, desempolve el expediente de la obra de irrigación para que, finalmente, puedan contar con agua suficiente e irrigar sus áridas tierras y lograr que produzcan dos veces al año. Uno desciende del cerro meditando en la condición física que tenían los insurgentes y revolucionarios. Y es que el calor es sofocante, casi 40 grados a la sombra; si se termina el agua, hay que beber de las barrancas donde lo hacen lo mismo coyotes, venados, tejones así como el ganado que logra subir en busca de pastizales.





