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Caso Sicilia destapa “cloaca”

Justino Miranda/Corresponsal| El Universal
Martes 11 de octubre de 2011
Caso Sicilia destapa cloaca

PESQUISAS. La Policía Federal presentó en mayo a uno de los implicados en el multihomicidio. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

El crimen de 7 personas en Morelos, entre ellas el hijo del poeta Javier Sicilia, evidenció la impunidad con que operaba el Cártel del Pacífico Sur e impulsó un movimiento contra la violencia

CUERNAVACA

Esa noche El Pelón entró al cuarto con la orden de matar a los jóvenes, una mujer y un militar en retiro que estaban sometidos en el piso, porque horas antes habían irrumpido en el bar Obsession para reclamar la devolución de una cámara fotográfica y un celular, hurtados supuestamente por personal del valet parking a una de las víctimas durante una visita que realizó al table dance.

Entre los cuerpos amontonados, maniatados y vendados de los ojos, Isacc Hernández Villarino, El Pelón, reconoció a Juan Francisco Sicilia Ortega como uno de sus ex compañeros de la universidad privada donde estudió en alguna ocasión. Además, lo había visto recientemente en el bar Krudalia, en Cuernavaca, relató ante el Ministerio Público Federal, Víctor Manuel Valdez Arteaga, El Gordo Varilla, implicado en el crimen.

Enseguida, El Pelón salió del cuarto y caminó hacia su jefe Julio de Jesús Radilla Hernández, El Negro, para interceder por Sicilia: “A él no”, le pidió. “O todos o nadie”, respondió el jefe del Cártel del Pacífico Sur (CPS), una célula de los Beltrán Leyva, que de acuerdo con los testimonios integrados en el proceso penal 85/2011-IV, al cual tuvo acceso EL UNIVERSAL, controló el mercado de las drogas en Morelos mediante asesinatos sangrientos y cooptación de corporaciones policiales.

Del cuarto donde yacían los cinco jóvenes, una mujer y un militar en retiro, salieron “Dany” y “Hugo” para decirle al Negro que el militar, tío de dos de los jóvenes, gritaba: “Comandante Negro mátame tú, nosotros no hicimos nada, somos gente inocente. No mates a mis sobrinos, mátame a mí”.

Valdez Arteaga dijo que cuando entró a la habitación escuchó a sus compañeros que los jóvenes suplicaron por el perdón de sus vidas a cambio del pago de uno y hasta dos millones de pesos, pero nada los salvó. Los imputados del crimen narraron el sometimiento de los jóvenes, su trasladado a la casa de seguridad del CPS, su asesinato y el depósito de los cuerpos en un auto que abandonaron a un costado de la autopista Cuernavaca-Acapulco, la madrugada del 28 de marzo del año en curso. Los jóvenes y la mujer tenían huellas de asfixia, pero el militar fue severamente torturado y finalmente ahorcado.

El cronotanatodiagnóstico (tiempo de muerte) contenido en el dictamen pericial 142/2011 del 28 de marzo, cita que los cuerpos habían perdido la vida en un lapso de 8 a 12 horas. El levantamiento de los mismos se realizó a las 8:30 horas del 28 de marzo de 2011.

José Luis Luquin Delgado, El Jabón, uno de los colaboradores más cercanos a Julio de Jesús Radilla, declaró ante el Ministerio Público Federal que el gerente del bar Obsession, Alejandro Nava, pidió al Negro que se llevara a los jóvenes. “Luego me pongo a mano, después te paso una feria”, prometió.

A su vez, Valdez Arteaga dijo al MPF que el gerente pidió al Negro “desaparecer” a los detenidos, “porque se dio cuenta que uno era ex militar y pensó que se le iba a ir todo el Ejército”.

El gerente cumplió su palabra, porque cuando Radilla huyó al estado de Veracruz al ser identificado por las autoridades como el principal autor material de los homicidios, le envió 300 mil pesos y dos vehículos por el “favor” realizado.

“Ya estando en Veracruz con el Negro, después que nos fuimos huyendo de las muertes de estas personas, supe que Alejandro Nava le mandó 300 mil pesos, una Cherokee color guinda, modelo 2008 y un auto Eclipse color negro convertible, modelo 2009, por el ‘paro’ que le había hecho”, declaró Luquin luego de ser detenido junto con Radilla.

Entre los cuerpos descubiertos en ese auto se encontraba Juan Francisco Sicilia Ortega, hijo del poeta Javier Sicilia, cuya muerte desencadenó uno de los movimientos sociales más fuertes contra la violencia en el país, y que llevó a su máximo representante, el escritor, a un encuentro histórico con el presidente Felipe Calderón, donde le demandó “una redefinición de la estrategia”, que termine con el enfoque militarista y lo sustituya por una visión más amplia y estructural.

Reconstrucción de los hechos

Con las declaraciones de testigos, familiares de las víctimas e imputados del crimen, el MPF reconstruyó lo sucedido el domingo 27 de marzo y lo inscribió en la averiguación PGR/MOR/CV/207/V/2011.

En el proceso se cita que el bar La Rana Cruda, de Cuernavaca, fue el último sitio donde departieron Jaime Gabriel Alejo Cadena, de 25 años; Juan Francisco Sicilia Ortega, de 24; los hermanos Julio César y Luis Antonio Romero Jaimes, de 20 y 24 años; Jesús Chávez Vázquez, de 24 años; el teniente coronel Álvaro Jaimes Avelar, de 44 años y tío de los hermanos Romero Jaimes, y María del Socorro Estrada Hernández, quien acompañaba al militar.

En el bar decidieron trasladarse al centro nocturno Obssesion para encarar al personal del valet parking por el robo de un teléfono y la cámara fotográfica cometido contra uno de los sobrinos del militar. Los jóvenes abordaron tres autos. A la cabeza iba un Honda Civic con cuatro de los muchachos. Como a las 21:00 horas, el Honda irrumpió en el estacionamiento del table dance pero nadie bajó, recordó el mesero José Carlos Casarrubias Raymundo, en su declaración del 31 de mayo de 2011.

Adentro estaban el barman Fernando, El Rojito, los meseros Félix y Espanky, el garrotero José Víctor y el boletero Gabriel, Carlos, encargado de los baños, y Cristian, del valet parking. Adentro bailaban Melissa y Vanessa, quienes no se percataron de nada.

Casarrubias contó que cuando los conductores del Honda ingresaron al estacionamiento apagaron las luces y luego un Jetta blanco se estacionó frente a la puerta principal; detrás se veían luces de otro auto, al parecer un Tsuru. Cristian, del valet parking, se acercó al Honda y tocó la puerta del auto con vidrios polarizados para decir a los tripulantes que todavía no había servicio, pero no le abrieron ni respondieron.

“Tardaron de 5 a 10 minutos sin hacer nada de movimiento y pensando que eran clientes ya no les insistimos. Le dije a Cristian que sacara el flechero para empezar a dar servicio, ya que había bailarinas en el bar. Cuando Cristian sacó el flechero se bajaron del Jetta blanco un señor de entre 40 y 50 años de edad, robusto, y detrás de él venía un chavo quien señaló a Cristian y le dijo: ‘Ya valiste madre’.

“Después el señor mostró una pistola que traía fajada a la cintura y junto con el chavo se fueron contra Cristian. Les grité ‘¿qué pasa?’ y en ese momento se bajaron cuatro personas del Honda, puros chavos, me voltearon a ver y me dijeron: ‘También a ti te vamos a chingar’. José Carlos marcó al gerente Alejandro Nava para avisarle del conflicto. ‘Tranquilo, voy para allá’, le respondió su jefe.

“Uno de los jóvenes se percató de que hablaba por radio y ordenó a sus compañeros que se lo quitaran. Por un momento dejaron a Cristian y sujetaron de los brazos a José Carlos. Uno de ellos lo tomó del cuello. ¿No me reconoces?, le preguntó. No, respondió el empleado del bar. Cristian aprovechó el descuido, entró al negocio y después salió acompañado del Rojo, un integrante del CPS que también estaba armado y que frecuentaba el lugar porque su novia era bailarina. Cuando se topó con el militar los dos se apuntaron con las armas pero Fernando, el barman, brincó y le dio un manotazo al militar con lo que logró desarmarlo.

Después se suscitó un enfrentamiento a golpes donde los jóvenes fueron superados y sometidos por los trabajadores del bar.

Más tarde los metieron en la parte trasera del auto Honda y enseguida el Rojo realizó unas llamadas vía radio comunicación y en cinco minutos llegaron Julio de Jesús Radilla y Víctor Manuel Valdez.

Minutos después arribaron un taxi y dos camionetas, en una de ellas modelo Scape, fueron metidos los jóvenes; a la mujer se la llevaron en un Tsuru. Luego el bar abrió normal y el gerente Alejandro Nava llamó a sus trabajadores y les comunicó que la orden de llevarse a las siete personas fue del Negro. Les dijo también que el capo advirtió que mataría a quien abriera la boca de lo sucedido. “Nos dijo… que si nos preguntaban qué había pasado dijéramos que todo había sido fuera del bar….”, sostuvo José Carlos Casarrubias.

Nava confirmó esta versión ante el MPF y agregó que esa misma noche analizó con uno de sus hermanos la forma de denunciar los hechos “ya que teníamos miedo y desconfianza de las autoridades de Cuernavaca, ya que el Ejército en noviembre (de 2010) nos facilitó un teléfono y un radio para comunicarnos con ellos en caso de necesitarlos, pero anteriormente al hacerlo más de 25 veces sólo recibimos por respuesta: mañana te hablo”.

Jesús Cárdenas, El Manos, dijo que el Negro le platicó que habían secuestrado a los siete porque dos policías ministerial del estado de nombre Luis Huicochea y Marco Martínez los habían ubicado en un bar y le pidieron autorización para deshacerse de ellos, “ya que éstos los habían reconocido porque días antes los policías habían extorsionado o robado a los muchachos, y éstos ya los habían identificado”.

El Manos declaró ante el MPF que el policía Luis le marcó por radio al Negro diciendo que los tenía a la vista y que los iba a seguir, pero el Negro los alcanzó sobre el bulevar Cuahunahuac, en Jiutepec, frente al bar Obssesión y de ahí se los llevaron a la calle Pino para ejecutarlos. Esta es la única versión que contrasta con lo declarado por la mayoría de los procesados.

La captura

Con la presión ejercida por las marchas que protagonizó el poeta Javier Sicilia, las fuerzas federales y castrenses comenzaron a detener a los presuntos responsables, entre ellos a Víctor Manuel Valdez, quien dijo a los militares que lo detuvieron que contaban con la protección de la Policía Municipal de Cuernavaca, principalmente del comandante Juan Bosco Castañeda, a quien supuestamente le entregaban 15 mil pesos mensuales por su colaboración como halcón.

El jefe policial fue detenido por soldados de la 24 zona militar el 19 de mayo, alrededor de las 10:30 horas, en la Secretaría de Protección y Auxilio Ciudadano de Cuernavaca, acusado de portación de arma de fuego de uso exclusivo del Ejército. Luego lo acusarían de delincuencia organizada.

Radilla huyó con José Luis Luquin a Veracruz, pero fue ubicado por la Policía Federal en la colonia Frutos de la Revolución, en Coatzacoalcos.

El personal policial formó un perímetro de seguridad para evitar la fuga del líder del CPS, “pero al llegar al lugar el sujeto se percató de la presencia policial afuera de su domicilio, momento en que abrió la puerta sujetando un arma larga con ambas manos con la que apuntó al personal operativo, pero al percatarse de nuestra superioridad numérica se introdujo de inmediato al inmueble dejando la puerta abierta y en ese momento soltó el arma en el patio”, citan en su reporte los suboficiales.

La resolución

A las 5:52 horas del pasado 25 de julio, el juez de la causa decretó auto de formal prisión por los delitos de homicidio y privación ilegal de la libertad en la modalidad de secuestro en contra del gerente del bar Alejandro Nava, Juan Carlos Librado Márquez Zagal, Gumaro López Ruiz, Valentín Ortiz López, Mario Omar Aguilar Jaramillo, José Carlos Casarrubias, José Mario Valencia Escobar, Manuel Ávila Moyao, Feliciano Ramírez Moso y Javier Alemán Díaz.

También fueron declarados probables responsables de los delitos de delincuencia organizada, incluido el comandante Juan Bosco Castañeda, a quien por separado se le dictó el auto por posesión de arma de fuego de uso exclusivo del Ejército. Bosco fue el único que presentó apelación al auto de formal prisión por los dos delitos.

 



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