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Indígenas bailan para pedir que vuelva la paz

Mónica Perla Hernández / corresponsal| El Universal
Domingo 19 de junio de 2011
Indgenas bailan para pedir que vuelva la paz

FE. Los participantes de El Mitote consideran que están haciendo una labor para cambiar el sentido de las cosas mediante el autosacrificio, porque advierten que sólo así se puede ejercer algún efecto. (Foto: )

Tepehuanos en Durango denuncian ataques a sus pueblos por parte del crimen organizado

DURANGO

El baile que es el clímax de su ritual más sagrado, la danza llamada El Mitote, se ha vuelto una constante en los patios comunales de los tepehuanes para pedir a sus deidades que les devuelvan la tranquilidad; esa seguridad que se llevaron hombres armados que les han quemado casas, escuelas, tiendas y los han orillado a dormir en el bosque para sentirse un poco más a salvo.

Hace tres meses, los 30 mil tepehuanes que conforman 88% de la población del municipio de El Mezquital —uno de los 10 más pobres del país— decidieron bailar de manera simultánea en todas sus comunidades, aunque no sea la fecha de su Mitote tradicional, que llevan a cabo en los meses de octubre, mayo y enero.

Esta vez bailaron todo marzo, todo abril, y ahora no descartan volverlo a hacer en estos días para pedir con fervor esa paz, si así lo indican las autoridades tradicionales. La decisión la tomaron porque la violencia les pegó en todas sus comunidades, señala el presidente municipal de esa demarcación boscosa, Faustino Reyes Flores.

Reyes es un tepehuano originario de Santa María de Ocotán, quien desde el 31 de agosto del año pasado asumió el cargo, y a quien le tocó a partir del 28 de diciembre del año pasado atender los ataques a las comunidades como Tierras Coloradas, El Ranchito, San Francisco, Canoas y Charcos.

El alcalde no se explica cómo pueden seguir viviendo los pobladores indígenas de El Mezquital; ante tanta violencia les han quemado casas, escuelas, tiendas Diconsa, camionetas, y su única explicación de que sigan vivos es “(el indígena) vive porque Dios quiere”.

El sentido de la vida ha variado por la violencia; Mariano Soto Caldera, maestro bilingüe y ex diputado por esta etnia, dice que en las comunidades no queda más antídoto que bailar, porque ahí “ya ni siquiera se vive”.

Faustino Reyes detalla que no se trata de cualquier baile, “no es cualquier pachanga, hay que estar benditos”.

Estar bendito significa que durante el tiempo del Mitote ayunan, no tienen relaciones sexuales, no consumen alcohol y se guardan su enojo para ser escuchados por sus dioses.

La influencia sobre las deidades, argumenta Antonio Reyes Valdez, autor de la monografía sobre los Tepehuanes del Sur, no es simplemente una petición como ir a la iglesia a pedir cosas. Los participantes están haciendo una labor para cambiar el sentido de las cosas mediante el autosacrificio, sólo así se puede ejercer algún efecto.

El beneficio, en caso de ser escuchados por sus deidades, no es sólo para esta etnia. El especialista dice que “cuando se habla de ejercer influencia sobre el mundo, entiéndase literalmente sobre todo el mundo, los tepehuanes (igual que los huicholes y otros) aseguran que cuando piden o provocan la lluvia a través de la ceremonia no es sólo en sus milpas sino”.

Hacer estos mitotes extraordinarios, y bailar lo que sus mayordomos y gobernadores tradicionales les manden, es una forma de alejar el peligro, un remedio, “para que esa violencia no nos llegue”, dice Faustino Reyes. “Tenemos que bailar todos a un sólo tiempo para ser escuchados”.

“Para pedirle a Dios que calme las cosas, pedirle que cambie la situación, porque así ya no se vive”, explica.

El Mitote tradicional dura cinco días —una danza moderada en la que se baila moviendo el dorso, pies y manos—, pero la violencia provocó que ahora hayan estado benditos por dos meses y esto se puede repetir en pronto, asegura el alcalde.

Quien fue también dirigente comunal recuerda que El Mitote es una herencia de sus antepasados, que ellos empleaban cuando estaban en guerra como forma de resguardo.

Duermen en el bosque por seguridad

Los indígenas decidieron recurrir a la celebración de mitotes extraordinarios porque las comunidades tepehuanas han sido atacadas por grupos armados que viajan en grupos de 10 camionetas en promedio, en las cuales van entre 40 y 50 hombres. Quienes se llevaron su tranquilidad llegaron el año pasado, el Día de los Inocentes (28 de diciembre) a Tierras Coloradas, quemaron las casas de 300 comuneros, prendieron fuego a dos escuelas, la tienda de Diconsa y el sitio donde se pagaban los apoyos de Oportunidades. A su paso dejaron 27 camionetas destrozadas.

Los delincuentes asolaron al pueblo dos días después de un enfrentamiento entre dos grupos de presuntos narcos. Al llegar incendiaron dos camionetas. Las llamas alertaron a los pobladores, quienes se resguardaron detrás del cerro para no ser vistos. A la intemperie, en plena sierra con frío extremo, sin techo, sin bienes y sin comida, durante 13 días, porque los apoyos del gobierno estatal llegaron hasta el lunes 11 de enero.

De diciembre a junio, los ataques contra comuneros no han cesado: San Francisco, El Ranchito, Canoas, Platanitos y Charcos. Además Carboneras y San Manuel, éstas dos también pobladas por indígenas tepehuanes pertenecientes al municipio de Pueblo Nuevo, colindante con El Mezquital y el poblado Las Bayas, perteneciente al municipio de Durango.

Los ataques han dejado como pueblos fantasmas a San Manuel y a Las Bayas, y como comunidades semidesiertas a Carboneras y El Maguey.

La violencia en esta zona ha aumentado, consecuencia de la falta de vigilancia de policías o soldados y de la lucha entre tres grupos por esas plazas, debido a que la mayor parte de las comunidades se encuentran distantes. Hay que recorrer de ocho a 13 horas de camino, por brechas de terracería, por las cuales apenas cabe un vehículo.

Uno de los flancos de ataque de los grupos de presuntos narcotraficantes son los maestros. A nueve de ellos los plagiaron, pero a otros los han amenazado dentro las escuelas para robarles las carteras, dice Mariano Soto, lugareño de Tierras Coloradas.

Este tepehuano, quien resultó lesionado en el ataque en que un grupo armado asesinó al ex alcalde de El Mezquital, Manuel Estrada Escalante, en febrero de 2010, dice que apenas a principios de este mes, en la comunidad de Charcos, hombres armados se metieron de tarde a la escuela, los amenazaron y horas después, cuando se encontraron a los profesores por el camino, los asaltaron.

Además, llegan a las tiendas de Diconsa y se abastecen de todo, se llevan las cosas sin pagar y nadie puede decirles nada. En las tiendas de los comuneros que venden gasolina, llegan y se surten, y se van como si nada, dice Soto con impotencia ante la falta de autoridad que impida estas situaciones.

El riesgo de que sus propiedades terminen incendiadas y ellos estén en posibilidad de morir, ha provocado que muchas familias duerman en el bosque, porque se sienten más seguros de estar a la intemperie, ya que no pueden ser vistos por los comandos que recorren las localidades.

A tres fuegos

El municipio del Mezquital tiene una orografía plagada de cerros, de brechas y de algunas partes boscosas, y desde hace décadas ha sido sitio de siembra de mariguana y amapola. Sus pobladores cuentan que anteriormente los indígenas sólo se dedicaban a sembrar, pero ahora que los grupos armados se instalaron en sus tierras las cosas han cambiado porque no sólo compran y se van, sino que provocan miedo entre la gente, y hacen que muchos migren hacia Durango capital.

Admiten que algunos de los tepehuanes forman parte de los grupos que se disputan la plaza, ahora “tienen que ir ahí caminando con ellos", y eso provoca enfrentamientos.

Informes proporcionados hace unas semanas por el Ejército, en una reunión con autoridades estatales y municipales, establecen que El Mezquital es una zona disputada entre Los Zetas y Los Emes —grupo del Cártel de Sinaloa. A este conflicto entre esos dos cárteles se suma un tercer elemento, hay hombres armados que han entrado por la zona limítrofe con Nayarit, y hasta el momento ninguna autoridad ha dicho a qué grupo armado pertenecen, pero ya se han instalado en la región de Huasamota —una de las dos poblaciones mestizas de este municipio.

Así los tepehuanes quedaron en medio de tres fuegos: el grupo que está en las comunidades que colindan con Zacatecas, identificados como zetas; el de Los Emes, en la zona cercana a Pueblo Nuevo y en otras comunidades del centro de esta municipalidad, y el que se instaló en la colindancia con Nayarit.

Mariano Soto piensa que las cosas por más oraciones que hagan y por mucho que bailen no cambiarán “rápido, sino que van para largo”. El edil tepehuano le apuesta a que si el mundo fue creado a partir de El Mitote, el realizarlo con la frecuencia les permita recrear al mundo y devolverles la paz.



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