Sigue lucha jaramillista a 46 años de su asesinato
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CUERNAVACA, Mor.— El reciente movimiento campesino en Morelos en defensa del agua, la tierra y la organización es legado del dirigente agrarista Rubén Jaramillo Ménez, y si el gobierno consideró que matándolo acabaría con la lucha social, se equivocó, advirtieron investigadores morelenses.
El dirigente agrarista nacido en 1900, fue asesinado el 23 de mayo de 1962 durante el gobierno del presidente Adolfo López Mateos, junto con su esposa y tres hijos, por soldados y agentes federales que los sacaron de su casa para llevarlos a una barranca de la zona arqueológica de Xochicalco, donde los acribillaron a tiros.
“Sus demandas están vigentes a 46 años de su asesinato por el Ejército”, señaló la historiadora morelense Aura Hernández Hernández.
“Si el gobierno pensó que matando a Jaramillo Ménez acabaría con la lucha social se equivocó, porque tras el asesinato surgió el movimiento más importante de Morelos”, dijo Plutarco García Jiménez, también investigador del movimiento jaramillista en coincidencia con Hernández.
Autora del libro Razón y muerte de Rubén Jaramillo, en proceso de edición, Hernández consideró que el surgimiento en 2004 del grupo armado denominado Comando Jaramillista Morelense 23 de Mayo, tiene como base el ideario de Jaramillo, aunque sea contradictorio, ya que el dirigente campesino siempre actuó de manera pragmática en abono al diálogo y con actitud conciliatoria.
El comando surgió con la detonación de tres artefactos explosivos que causaron daños en instalaciones bancarias de la ciudad industrial de Jiutepec. Según la entrevistada, el surgimiento del grupo armado sólo se justifica porque fue el último recurso que les dejó el gobierno al negarse al diálogo, y fue también un recurso para defenderse de la persecución y el terrorismo de estado.
Aura Hernández consideró que Jaramillo no tenía necesidad de volver a las armas porque tenía acceso al presidente Adolfo López Mateos y contaba con el apoyo del general Lázaro Cárdenas del Río, quien siempre lo ayudó en sus proyectos durante sus cuatro años de gobierno.
En su libro, la autora sugiere que fue el gobierno federal quien ordenó el asesinato de Jaramillo, aunque admite que falta delimitar qué nivel de gobierno y qué motivos podría tener. “Uno muy importante es la presión que el gobierno mexicano experimentaba tras su posible firma de acuerdos económicos con el gobierno norteamericano con los cuales esperaba cerrar el círculo que haría perfecto al milagro mexicano”, añadió.
La investigación también aporta datos sobre los presuntos responsables del asesinato y cita una solicitud de amparo en la que Jaramillo señaló a los generales Pascual Cornejo Brun y Norberto López Avelar, éste último gobernador de Morelos entre 1958 a 1964.
Los dos militares se reunían con el capitán José Martínez, identificado por Raquel Jaramillo —hijastra de Jaramillo— como el que encabezó a los militares y agentes federales que se llevaron al líder campesino y a su familia para asesinarlos en Xochicalco.
Por su parte, Plutarco García Jiménez insiste en que Jaramillo era un hombre pacífico, por lo que no puede ser fuente de actos terroristas.
“Es verdad que pidió a sus seguidores guardar las armas donde se pudieran volver a tomar, pero se trataba de un contexto de guerra, en plena revolución”, añadió el investigador.