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"La empresa quiso callarnos con dinero"

Alejandro Suverza| El Universal
Sábado 25 de febrero de 2006

SAN JUAN DE SABINAS, Coah.- Se anunció que los trabajos de las cuadrillas de rescate se suspendían por tres días y la ignominia fue lanzada a la cara del presidente de la Industrial Minera de México, Juan García de Quevedo. Alma Álvarez, la esposa de uno de los 65 mineros atrapados, la arrojó cuando reveló sin miramientos que desde ayer la empresa ofreció dinero a todos los familiares.

"No les dijimos que sí. nos dijeron que nos calláramos: ´¡Cállense porque la prensa se va a enterar!´ Que se entere el mundo! A nosotros nos duelen nuestras familias". Las palabras de rabia e impotencia le raspaban la garganta, la mujer se desgañitaba, mientras mostraba al mundo la estrategia de la empresa minera de comprar el dolor.

El escopetazo por minero caído en desgracia fue de 750 mil pesos. El gobierno federal se deslindaba en voz del secretario del Trabajo y Previsión Social, Francisco Javier Salazar, que decía que eso era problema de la empresa y que ellos sólo se encargarán de que las familias recibieran las garantías laborales.

Un grupo de esposas y madres de los hombres de carbón lo jalaban, le arrancaban la ropa. Le agredían. Le gritaban la impotencia porque consideraban que los estaba abandonando. Otra mujer se le aferraba a su ropa y cuando se le escapó, con lágrimas comenzó gritar que no se iría de allí hasta que sacara a su hijo. Estaba de rodillas al pie de la reja de la mina.

Cuando el representante del gobierno federal hablaba, titubeaba, hacía esfuerzos para mantener firme la voz para exponer los motivos de la interrupción, una voz le gritaba el dolor. ¡Que venga el gobernador, que venga el pinche gobernador! Presumía fortaleza con el rostro blanco, pero las preguntas comenzaron a hacerle temblar. "Que venga el gobernador. Ahorita, ahorita, ahorita", desgarraba una voz.

Luego de que Francisco Javier Salazar se desprendió de la mujer del hijo minero, fue aventado por el Ejército como una forma de recuperarlo y ponerlo a salvo en terreno federal. Pero un hombre con la rabia minera lo agarró para golpearlo. Un militar le hizo algo así como una llave china y se lo quitó de encima. Incluso un militar hizo el intento de saltar la barda contigua a la reja como para impresionar. Ya adentro, en el supuesto terreno seguro, los del Plan DN-III lo hicieron trotar.

Más de 15 minutos de rabia y dolor. De desesperación. Del "no se vaya, no se vaya", al presidente de la minera. Más de 15 minutos en los que se evidenciaron las formas para calmar con dinero el dolor. Los chillidos se escucharon, los lamentos y los desmayos quedaron afuera. Adentro comenzaba la hora de replegar, de no volver a asomar la cara para no enfrentar. Todos los días, desde de la explosión en la mina 8 de Pasta de Conchos, los encuentros entre autoridades con familiares estuvo así de reventar, pero esta vez reventó total. "Que chinge a su madre", le llegaron a gritar a Salazar. El presidente de la empresa, la libró, aunque confirmó que les darían más de 750 mil pesos, lo que no precisó es que lo habían ofrecido desde el día anterior para acallarlos. Doña Alma Delia Fabián lo detalló: "Nos dijeron que no debíamos decir nada". Reveló que los metieron en grupo de 12 y 10 para "escopetarlos" también con becas.

La suspensión de la búsqueda llegó a la mina 8 de Pasta de Conchos, 65 mineros están ahí. "Eso ya se veía que iba a pasar -dijo un minero, que no dio su nombre-, por eso no salió el gobernador ni el presidente Fox apareció por aquí".

La negociación del dolor se comenzó a arreglar antes de anunciar la suspensión. Es bueno saber que en México aún hay personas como Alma Álvarez, que ante las cámaras y el mundo se atreve a evidenciar que los quisieron comprar. Desde al mañana de este día ya se había augurado que algo raro iba a pasar; 17 derumbes en las entrañas de la mina servían como epitafios de la tragedia mineral.



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