"Las armas son del diablo, mejor nos deshacemos de ellas"
MONTERREY, NL.- A Luz Elena le sudaban las manos y se mostraba nerviosa mientras estaba en la fila para canjear por vales de despensa una pistola calibre 25 que su suegro, quien fue comisario en Torreón, Coahuila, le heredó a su esposo. "Hace casi un año, poco antes de morir, don Aurelio le dijo a Pancho: ´Ahí se la dejo, guárdenla como un recuerdo. Ojalá nunca la uses, hijo; a lo mejor un día te puede servir´; y sí que nos está sirviendo. ¡Son 500 pesos! Ya no empeñamos el DVD", comentó Luz Elena Delgado Lozano. Francisco Rivas, su esposo, por enfermedad faltó a trabajar dos días en la semana y en lugar de recibir los 900 pesos semanales sólo ganó 325, y no hubiera podido comprar ni la despensa para los próximos siete días. "Y mire, don Aurelio nos sigue ayudando desde allá, donde está", agrega Luz Elena, que asegura le teme mucho a las armas porque como, dice su madre, "las armas las carga el Diablo". Sin embargo, superó sus nervios y temprano envolvió la pistola escuadra Raven 25 en una bolsa negra de plástico y luego de meterla al bolso salió a la calle y abordó un camión de la ruta 103 en la colonia Las Margaritas, de Apodaca, en donde vive, para trasladarse a la Alameda Mariano Escobedo para realizar el trueque y ajustar su gasto semanal. El programa denominado "Canje de armas de fuego por vales de despensa", puesto en marcha ayer por la Secretaría de Seguridad Pública del Estado en coordinación con la Secretaría de la Defensa Nacional, fue convocado a través de los medios de comunicación locales. Numerosas personas se presentaron desde horas de la mañana en la tradicional Alameda regiomontana, todos ellos bien armados de pistolas y rifles de varios tipos, modelos y calibres, haciendo fila de manera ordenada. En su mayoría eran personas de escasos recursos, aunque también había de clase media, como el ingeniero químico José Polendo, quien llegó acompañado de su esposa, una maestra, desde la colonia residencial Pio X. "Sí, yo traigo una pistola vieja que, la verdad, es un recuerdo del abuelo. Tengo con ella unos 50 años, pero nunca me ha servido ni me servirá. Ahora, que sin nos dan 500 pesos, pues son buenos para una carne asada", comentó sonriente. La fila avanza lentamente en la mañana fresca y con tibio sol, mientras las armas son analizadas por el capitán del Ejército mexicano comisionado en la VII Zona, Anselmo Hernández, y otro militar. Luego de ser registradas de manera oficial, se anota el nombre de quien la entrega y a cambio les dan 500 pesos en vales de despensa por cada arma corta y mil pesos por arma larga. En la fila, integrada a veces hasta por un centenar de personas, algunos desesperan, como la maestra Concepción Álvarez González, quien muestra un rifle calibre 22 que su esposo heredó de su abuelo, jornalero del campo de Allende, Nuevo León. "Mejor me aguanto y, de paso, le quito un peligro a mis hijos Ana María y José; y hasta mil pesos me llevo para la despensa", comentó. El secretario de Seguridad Pública del estado, general José Domingo Ramírez Garrido Abreu, se hace presente en el lugar y recibe el rifle que entrega la maestra. -Y éste, ¿cómo lo consiguió? -Era del abuelo- confía la maestra. -Muy bien, buen rifle. Es arma larga -añade el militar. El común denominador a lo largo de la fila es el temor de tener armas en casa, pero en muchos se refleja la crisis económica. Ángel Segura Cayetano, de 68 años, lleva un rifle calibre 22 sin ocultar la finalidad de su decisión de entregarla. "Yo vengo por los vales, tengo mucha necesidad, soy pensionado y apenas puedo sobrevivir", manifiesta el hombre vecino de la populosa colonia San Ángel Sur. Doña Dolores Coronado Villanueva, de 75 años, llegó temprano desde la colonia Vallehermoso de Guadalupe, y se mantiene sentada en una banca aledaña mientras sus nietas aguardan en la fila. Nerviosa oculta una pistola 357 Magnum CTG Dan Welsson de fabricación estadounidense y "de muy buen ver", según comenta un policía. Dice que ya le anda por deshacerse de ella porque, flamante y todo, a pesar de que se la envió uno de sus hijos en Estados Unidos, la pistola representa un peligro potencial en su familia. "Es que a mi yerno, que es taxista, lo acaban de asaltar a balazos el domingo pasado. Está grave en el hospital, con una bala adentro, y, pos mis hijos y mis nietos dicen que se van a vengar. Yo la tenía escondida, pero mejor ahorita la entrego y se acabó", añade doña Dolores. Entrada la tarde, la fila aún continua debido a que hombres y mujeres armados han llegado de manera constante. "Pues sí, son bastantes, por eso hasta aquí los vamos a atender", dice Everardo Benavides, director de recursos humanos y financieros de la Secretaría de Seguridad, mientras señala a uno de los que integran la fila con su arma en la mano. "A los demás los vamos a recibir mañana y, si es necesario, el lunes, el martes. ¡Son un montón de armas!", añade asombrado el funcionario, uno de los encargados del programa.





