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Veracruzanos: orgullo descender de esclavos

El Universal
Martes 07 de junio de 2005

Yanga, Ver. La voz de la sangre les llama. A 300 kilómetros de la capital del país, en la región costera de Veracruz, orgulloso se levanta un pueblo fundado por esclavos negros que han mantenido sus tradiciones, su raza, sin evitar mezclar su cultura con la de los mestizos, indígenas y españoles.

El color de su piel les hace diferentes. Sin embargo, los tiempos de esclavitud quedaron atrás, cuando sus ancestros, bajo el mando del negro Yanga como luego bautizaron a esta comunidad, alcanzaron su libertad. Libertad que hoy disfrutan incluso en un contexto de pobreza.

Orgullosos de ser descendientes del esclavo Yanga, quien liberó con coraje y valentía a los suyos de la opresión española, miles de mexicanos de origen africano enfrentan aquí la vida con la misma pasión y alegría de sus ancestros.

En esta población, fundada por negros cimarrones y asentada en una zona de concentración indígena, cerca de 25 mil mexicanos "negros" como se hacen llamar viven la vida como "cualquier blanco".

"Tenemos vista para todos y podemos ver a todos sin ninguna vergüenza, ser negro no es un pecado mortal. Ser negro no me implica problema ni me hace menos ni me hace más. No nos quejamos porque hemos estado viviendo la misma vida que vive el blanco", dice Florentino Virgen Castro, negro descendiente de esclavos.

De piel morada más que negra, con su pelo cortito y rizado, con una mirada profunda, expresiva y la sonrisa a flor de piel, mantiene vivo el recuerdo de sus ancestros, mas no así su forma de vida.

Y como paradoja, en la comunidad de Mata Clara hay cientos de hombres y mujeres de piel obscura. La mayoría se adopta como hijo de quien es considerado paladín de la libertad: Yanga, vocablo que en lengua africana significa "Príncipe", esclavo negro hijo del Rey de la tribu Yang-Bara que los liberó de la esclavitud.

Cuando los españoles recluyeron a Yanga en Veracruz, éste escapó y con un grupo de esclavos se asentó en las faldas del Pico de Orizaba, donde mantuvo durante 30 años un pequeño estado independiente del Virreinato en el que acogió a otros prófugos africanos. En el año 1600, Yanga fue el primer pueblo liberado de los conquistadores.



Sin diferencias

Desde estas tierras míticas, Sergio Virgen, de 29 años, piel negra y cuerpo corpulento, se siente orgulloso de pertenecer a una raza vinculada a la esclavitud y que de paso la abolió, por lo que niega sentirse marginado.

"A nosotros nos tratan igual, no nos sentimos a un lado", expresa con una enorme sonrisa que deja ver su blanca dentadura. Su alegría la lleva a flor de piel, quizá porque está en tierra veracruzana donde las penas se enfrentan con una sonrisa. Sabe que pertenece a otra cultura y otra raza, y eso le hace diferente.

Pero en esta región nada es diferente. Cerca de un millón de indígenas habitan la zona y un número importante de descendientes españoles se asentaron en la región, de tal forma que aquí todos son diferentes e iguales a la vez.

Mata Clara es un pequeño poblado rodeado de abundante vegetación y de un calor sofocante, de ésos que sólo se sienten en zonas selváticas. Y como tal, decenas de familias permanecen la mayor parte de su tiempo a las afueras de sus humildes viviendas.



Con derechos

Considerado como el cronista de la comunidad negra en la zona, Florentino Virgen recuerda que fue en la época del Porfiriato cuando vino una tercera oleada de esclavos negros que fueron traídos para construir las vías del tren.

Florentino, también de piel obscura, se considera hermano de los negros de Oaxaca y Guerrero, pues dice sus descendientes son los mismos que Porfirio Díaz utilizó para construir su mayor obra: el tren.

Sentado bajo un árbol y en medio de un calor sofocante, Don Florentino como lo conoce la comunidad admite que, a veces, por ser negros son víctimas de murmuraciones, pero "somos inteligentes y hemos sobrepasado esa etapa.

"No podemos decir que el racismo se acabó, sólo vea en Estados Unidos. Pero aquí no, aquí vivimos iguales", dice sonriente, quien conoce el pasado de muchos de los 5 mil habitantes de Mata Clara. Y agrega: "Nosotros vivimos una libertad igualitaria, tenemos los mismos derechos que cualquier persona".



Sin reconocimiento

Para la antropóloga de la Universidad Veracruzana, Sagrario Cruz Carretero, especialista en el tema, en México es un insulto referirse a alguien como negro y, de hecho, muchas familias no sólo ignoran, sino que tampoco quieren saber si tienen orígenes africanos.

Mientras los indígenas tienen reconocimiento, los descendientes de africanos traídos a México durante la Colonia no son contabilizados ni reconocidos como una población con cultura y características propias.

Ser negro en México es motivo de burla y homenaje a la vez. Curiosamente, se trata de una población que oficialmente no existe a pesar de que la Constitución indica que todos somos iguales.

Día a día, añade la especialista, la realidad demuestra que en el país se niega la personalidad jurídica específica para los negros, no obstante existe un autoreconocimiento del ser, así como un reconocimiento de otros que los definen como negros.

La población negra llegó a México tras la Conquista, procedente de África principalmente, y es considerada como nuestra tercera raíz, junto con los europeos. Actualmente, la población negra no cuenta con una situación judicial diferenciada, no hay un documento oficial que indique una categoría racial diferencial.

La investigadora concluyó que el racismo es una actitud persistente en todos los lugares donde coexisten grupos diferenciados. Es una actitud fuertemente arraigada en la cultura mexicana, que se evidencia en los medios masivos de comunicación, especialmente en la televisión: "Entre más güeritos mejor".

La presencia de negros en América no viene precisamente de la colonización española, aclaró la catedrática de la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana, Gladys Casimir Morales de Brizuela, quien advierte que en los vestigios arqueológicos de las culturas precolombinas se habla de gente de color.

"Uno de los ejemplos más claros serían las representaciones de las cabezas colosales que los olmecas nos heredaron y que todos los arqueólogos e investigadores del arte consideran que una de las interpretaciones es que el rostro es bastante parecido a los negros", expresó.



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