Un pueblo ensombrecido por el crimen organizado
Residentes de Petaquillas acusan que el Ejército no ha hecho algo por reducir los índices de violencia que existen en la región. (Foto: JORGE RÍOS. EL UNIVERSAL )
Chilpancingo.— Petaquillas, una comunidad de aproximadamente 12 mil habitantes pasó de ser un pueblo tranquilo de comerciantes —donde los domingos se iba a misa a la iglesia de San Agustín, luego a comer helados y de paso a algún balneario de la zona— a un lugar donde la población ha observado cómo el crimen organizado se ha apoderado de la comunidad. Hoy, la gente vive con miedo.
Los habitantes del poblado, el más grande del Chilpancingo rural, aseguran que en los últimos dos años decenas de jóvenes se convirtieron en informantes de los grupos de la delincuencia y hay más, “mucho más” que sacar “para limpiar nuestro pueblo”.
La gente señala que se han incrementado la inseguridad y la delincuencia, aunque asegura que en la localidad no hay balaceras ni pugnas de territorio, porque la ciudad está de paso para quienes se dedican al narcotráfico.
Quien da su testimonio es Martha, una mujer que lleva en el pueblo 40 años. Relata que a su vecina le mataron a dos hijos. Esos muchachos, recuerda, se dedicaban al halconeo, informaban a un grupo delictivo de las actividades de otros y de la presencia de elementos de las policías Federal, estatal o municipal, que, según su percepción, están aliados con algún cártel.
“Pueden ser o Los Rojos, que operan en Chilpancingo, o dicen que los otros de Quechultenango (Los Ardillos)”. Lamenta que las autoridades aún viendo el problema no hayan hecho algo.
Petaquillas es una comunidad que conecta con el municipio vecino de Chilpancingo y Chilapa, Quechultenango, y según precisa la señora, por allí las “combis” que se dirigen a la capital, así como algunos taxistas y camiones de carga sirven a la delincuencia, pues transportan droga hasta localidades vecinas. “Además, en la plaza todos los días esos chavos (halcones y sicarios) beben y se drogan”
Aunque no todos los informantes son del pueblo, habitantes de Petaquillas, como Rosario, una señora que trabaja como secretaria en el Palacio de Gobierno, pueden identificar a esos jóvenes: “Los hemos visto armados o con droga; pasan en camionetas con música a todo volumen. Preocupa que nuestros hijos estén expuestos a esta situación, que estén tan cerca y a algunos se los llevan a esa vida, que les dura poco”.
El 1 de marzo, arribaron a Chilpancingo 500 elementos de la Policía Federal para atender las labores de vigilancia de la capital, sobre todo por la alza de secuestros. En ese operativo se anunciaba la depuración de la policía municipal. Sin embargo, los agentes duraron sólo algunas semanas.
El Sistema de Seguridad y Justicia Ciudadana (SSYJC) ingresó a 10 pueblos del Valle del Ocotito durante enero de 2014. La intención era llegar a Chilpancingo y tomarla, pues según el dirigente de ese sistema, Bruno Plácido Valerio, está controlada por Los Rojos, un cártel escindido de Los Beltrán Leyva.
Petaquillas era la puerta, hace un año no lograron pasar, porque no los dejaron, pues ni la gente quiso comunitarios ni el Ejército lo habría permitido.