Alma de roca: Dureza volcánica cede ante manos de artistas

La creatividad de los artesanos no tiene límites, pues tallan imágenes religiosas, personajes históricos, animales de cualquier tipo, mesas de centro, columnas, bustos, fuentes.... (Foto: ÉDGAR ÁVILA )
San Salvador El Seco, Puebla
Empuñan con fuerza el cincel y el marro. Sus manos son recias
duras por tantos años de golpear y golpear las enormes rocas que extraen de las entrañas de la tierra. Sus rostros y sus ropas se encuentran cubiertos por una fina capa de polvo.
A lo lejos se les divisa como obreros de la construcción con sus herramientas pesadas, sus pulidoras de mano, cortadoras, tornos, buriles y brocas de diamante, pero el sentimiento con el que trabajan es diametralmente opuesto: en cada golpe que liberan, una parte de ellos se queda en ese pedazo de roca dura, casi impenetrable.
Desde chamacos aprendieron a romper con violencia la piedra volcánica hasta convertirla en molcajetes y metates para miles de hogares mexicanos, pero hoy sus golpes son precisos, meticulosos. No hay margen de error. Hoy crean espectaculares figuras
obras de arte labradas en roca que miden desde 20 centímetros hasta 6 metros de altura.
Más de la mitad de los habitantes de San Salvador El Seco, este pequeño municipio ubicado en el centro oeste del estado de Puebla, vive de los restos que los volcanes escupieron hace milenios. Se autoconsideran, simple y llanamente, como artesanos, pero en realidad son unos artistas y sus obras hablan por ellos: efigies religiosas, de personajes históricos, bustos de particulares, leones e incluso seres mitológicos surgen de sus manos con facilidad sorprendente.
A orilla de la carretera, decenas de pobladores esculpen en pequeños talleres sus tradicionales molcajetes, pero también imágenes de la Virgen de Guadalupe, del arcángel Gabriel, pasando por personajes históricos como Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Emiliano Zapata; además de enormes leones, elefantes y gárgolas.
Es cuestión de dedicarle su tiempo, todo se aprende con la práctica; al principio se dificulta, pero poco a poco se va agarrando experiencia y si se persevera en algo se consigue, relata Eduardo Crisóstomo Pérez, artesano de 40 años de edad quien forma parte de esta comunidad de poco más de 16 mil habitantes.
Lo traemos de familia, explica el hombre, quien orgulloso cuenta que gracias a su padre aprendió el oficio que saca sudor, lágrimas y frustraciones porque, al contrario de lo que sucede al esculpir monumentos de bronce, aquí no hay margen para errar. Cuando se da un golpe mal, se desprende una parte de la figura y no hay forma de recomponerla.
Eché a perder muchas cosas, confiesa. Empezó con lo tradicional: molcajetes y metates, y de ahí nadie lo detuvo: vírgenes de Guadalupe, cabezas de caballo, mesas de centro, pedestales, escudos, columnas y fuentes. Las esculturas más grandes que ha hecho son un Cristo de ocho metros que yace en San Martín Ixtacuixtla, Tlaxcala; y un papa de siete metros que se encuentra en una glorieta de Tlalchichica, Puebla.
Transitar por El Seco es como ingresar a otra dimensión. Es ver a los lejos una manada de enormes leones que acechan a los visitantes, pero también es elevarse al cielo y rodearse de figuras religiosas; acompañar a seres imaginarios como las gárgolas y sus horrendos rostros.
Cuando estamos trabajando en el proceso, a la mitad se siente frustración, se siente muy pesado, pero cuando se van acabando los detalles uno se siente satisfecho, afirma otro de los grandes maestros de la escultura de esta zona, Alfredo Martínez Juárez, de 38 años de edad, 18 de los cuales los lleva labrando la piedra volcánica.
Casi todo mundo inicia con molcajetes, que es para dominar las herramientas, para martillar, conocer los cinceles, explica con humildad el hombre que se niega a autodefinirse como un artista. Soy dice un simple artesano.
En los momentos de la charla labra la cabeza de un enorme cordero, pero aún recuerda que primera escultura que hizo fue un león de piedra de un metro de largo, en cuyo tallado se tardó tres meses, cuando lo normal es concluirlo en uno y medio.
Se siente bonito porque ve lo que uno hace, es algo que es llamativo y que es muy durable por ser el material de piedra, no contaminamos y es algo que se ve bien, agrega el artista entre cuyas mayores obras destaca un Benito Juárez de 5 metros de altura que se encuentra en una glorieta de Texcoco, en el Estado de México.
Las carnitas estilo Michoacán con sus tortillas hechas a mano son también el sustento de habitantes de la zona, pero su verdadera esencia se refleja en su iglesia dedicada al Divino Salvador, que data del siglo XVII y fue construida a base de piedra de cantera con estilo arquitectónico neoclásico.
La explotación de piedra volcánica gris y colorada, localizada cerca de la comunidades Paso Puente de Santa Ana y Santa María Coatepec, es el sustento de los habitantes que trabajan día a día bajo las inclemencias del tiempo.
Con sus manos llenas de polvo negro, Jorge Pérez agarra con fuerza el cincel. No muestra ningún dolor en sus manos por tanto golpe. Estamos acostumbrados, afirma. Pero también confiesa que los trabajos más duros y difíciles que ha realizado son la figura de San Miguel y el busto de un particular.
Pero hacemos todo lo que pide el cliente, suelta con confianza en sí mismo y divisa sus enormes gárgolas con sus rostros tan detallados que pareciera que cobrarán vida y atacarán al visitante.






