"De la autoridad, ni una llamada para decirnos que los mataron"

HOMENAJE. Ayer por la noche fue colocada una ofrenda con velas y flores en memoria de las personas que perdieron la vida durante el enfrentamiento del pasado martes en Apatzingán. (Foto: REBECCA BLACKWELL / AP )
Morelia.— Primero tuvieron que sobrellevar el dolor y después luchar contra una burocracia que los intimidó, los obligó a viajar casi 200 kilómetros y a esperar más de 15 horas para entregarles el cuerpo de sus familiares; “no entiendo porqué se los trajeron a Morelia y no los dejaron en Apatzingán”, señaló Carlos, pariente de cuatro de las nueve personas que murieron en los enfrentamientos registrados en Apatzingán el martes.
Hasta donde sabe, cuando ocurrieron las cosas sus tíos y su primo iban a una junta para platicar de lo que había sucedido durante la madrugada; él, como muchos en Apatzingán, sostiene que los que alcanzaron a los federales estaban desarmados: “¿Porqué si los acribillaron en sus camionetas los bajaron y los tienen ahí tirados? ¿Por qué los apilaron así? Son muchas cosas que no coinciden. Imagínese el dolor de la gente que no sabe por qué los mataron; lo que pedimos es que se haga justicia y que pague quien tenga que pagar”, dijo haciendo referencia a las fotografías que han circulado en redes sociales y en las que se observan varios cuerpos tirados junto a dos vehículos.
Hasta la tarde de este miércoles el Servicio Médico Forense de Michoacán sólo había entregado siete de los nueve cadáveres que llegaron a Morelia el martes al mediodía; la delegación de la Procuraduría General de la República informó que ninguno de los familiares de los fallecidos había interpuesto una denuncia tras recoger sus cuerpos.
Salvador es hermano de una de las mujeres que falleció en el enfrentamiento, vive en Morelia y tuvo que viajar primero a Apatzingán para cumplir algunos requisitos que le exigió el Ministerio Público de aquella localidad, después, por la madrugada, manejó de regreso a la capital michoacana para esperar durante horas afuera del Semefo, yendo y viniendo a sacar fotocopias, haciendo un sinfín de trámites para poder llevarse el cuerpo de su hermana.
“Parece como si a la gente de aquí nunca se le hubiera muerto alguien, te tratan mal, te intimidan y luego te preguntan si quieres denunciar. ¿Pero para qué? En este país la impunidad es muy grande y yo sólo quiero que me entreguen a mi hermana”, dice afuera de la morgue, mientras apacigua su espera ayudando a los familiares de otros de los fallecidos con el papeleo que les pedirán adentro.
Asegura que su hermana no iba armada cuando le dispararon; la versión que sobre estos hechos dio a conocer el comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán, Alfredo Castillo, le da la razón.
“Ella nunca agarró una arma, estaba ahí acompañando a su marido, que también murió. A eso no puede llamársele enfrentamiento”, comentó Salvador.
La madre de otro de los abatidos por la Policía Federal asegura que su hijo, de 20 años de edad, era cortador de limón y había salido temprano a su trabajo; pero la mujer tiene miedo y prefiere hablar sin revelar su nombre: “no me vayan a desaparecer luego a mí”, argumenta.
En su opinión, el gobierno debería investigar bien lo que pasó, porque —insiste— es injusto que maten así a la gente que se manifiesta pacíficamente y no portaba armas.
Los familiares de los fallecidos el martes en Apatzingán tras los enfrentamientos se enteraron de lo que ocurrió porque gente conocida les avisó; “de la autoridad nunca recibimos ni una llamada para decirnos que los habían matado”, sentencia la cuñada de otro de los caídos.





