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El ámbar, codiciado por los asiáticos

Fredy Martín Pérez| El Universal
04:05Domingo 28 de junio de 2015

La exportación de ámbar a países como China, Corea y Taiwán genera buenas ganancias para los comerciantes extranjeros, pues en esas naciones la gema se cotiza en más de 600 pesos, que es el precio del gramo de oro de 24 quilates, según artesanos de la localidad Yadín Xolalpa/EL UNIVERSAL

Hace dos años comenzaron a llegar hombres de Corea, China y Taiwán a Simojovel, Chiapas, con portafolios repletos de billetes para comprar piezas de ámbar de color rojo y amarillo, que ya se agotó de las minas de 25 millones de años de antigüedad Archivo/EL UNIVERSAL

Esta fiebre por el ámbar generó una nueva forma de hacer negocio, como la renta de minas, hasta en seis mil pesos mensuales Archivo/EL UNIVERSAL

Las antiguas formas de extracción de la resina también han cambiado: los indígenas dejaron de usar velas en las 20 minas que hay en el municipio y ahora usan plantas de luz y bombas para extraer el agua acumulada en el fondo Yadín Xolalpa/EL UNIVERSAL

En La Pimienta, una comunidad tzotzil de Simojovel, trabajan de siete de la mañana a tres de la tarde para extraer la resina milenaria Yadín Xolalpa/EL UNIVERSAL

Ignacio Álvarez es un tzotzil de 37 años, socio de una mina en el ejido Pauchil Los Cocos, trabaja jornadas de hasta ocho horas de lunes a domingo, para buscar piezas que vende en bruto Yadín Xolalpa/EL UNIVERSAL

Tras permanecer 20 minutos en la chantik (cueva), con ayuda de una maza y un cincel, consiguió sacar dos piezas que caben en la palma de su mano; no valen más de 50 pesos Yadín Xolalpa/EL UNIVERSAL

A los mineros de Simojovel parece que les llegó la gloria, porque por una pieza de hasta un kilo pueden ganar hasta 150 mil pesos, dinero que han utilizado para comprar casas, aparatos eléctricos y vehículos de lujo Yadín Xolalpa/EL UNIVERSAL

Simojovel se ha convulsionado debido al desmesurado incremento del precio por gramo del ámbar natural o en bruto y/o transformado en esferas calibradas Yadín Xolalpa/EL UNIVERSAL

La exportacin de mbar a pases como China, Corea y Taiwn genera buenas ganancias para los comerci

VALOR. La exportación de ámbar a países como China, Corea y Taiwán genera buenas ganancias para los comerciantes extranjeros, pues en esas naciones la gema se cotiza en más de 600 pesos, que es el precio del gramo de oro de 24 quilates, según artesanos de la localidad. (Foto: YADÍN XOLALPA / EL UNIVERSAL )

Desde hace dos años comenzaron a llegar coreanos, chinos y taiwaneses a Simojovel para comprar piezas de ámbar amarillo y rojo; artesanos chiapanecos alegan que los asiáticos se llevan las gemas más puras por un bajo costo y no pueden competir con ellos

 

¿QUÉ ES EL ÁMBAR? Gráfico

Simojovel

Hace dos años comenzaron a llegar hombres de Corea, China y Taiwán, llegaron a este pueblo chiapaneco con portafolios repletos de billetes para comprar piezas de ámbar de color rojo y amarillo, el de mayor calidad y belleza, que ya se agotó de las minas de 25 millones de años de antigüedad. En La Pimienta, una comunidad tzotzil de Simojovel, trabajan de siete de la mañana a tres de la tarde para extraer la resina milenaria.

Para llegar a la cabecera municipal de Simojovel, desde el crucero de Puerto Caté, vía con ramificaciones hacia Tabasco, San Cristóbal y Tuxtla, hay que recorrer 34.4 kilómetros en mal estado, caminos por los que transitan los compradores de ámbar, con básculas digitales, lupas, lámparas de luz ultravioleta, maletas para transportar la resina y mucho dinero para adquirir el material en forma de esfera, que implica un trabajo de varias horas, o en cauchón (natural), tal como salió de la mina.

Los hoteles San Antonio y Casandra son los preferidos de los comerciantes de origen asiático, hasta donde acuden los indígenas a ofrecer el material de 115 a 500 pesos el gramo de ámbar rojo y amarillo, según su pureza, precio que fluctuaba entre 20 y 30 pesos en 2013.

Una joven indígena aguarda a un lado de don Amín, el dueño del hotel San Antonio, mientras un ciudadano de Asia deja sus maletas en el cuarto y baja con una lupa para minería, una lámpara de luz ultravioleta, una báscula digital y varios fajos de dinero. La joven ofrece una pieza de unos 40 gramos de ámbar amarillo —cotizado a 170 pesos el gramo— con un costo de seis mil 800 pesos de venta al público.

A 25 metros está el parque central, donde todos los días decenas de indígenas comercializan anillos, pulseras, dijes, brazaletes, collares y piezas con flora y fauna.

El sábado el mercado crece, con la llegada de mujeres con morrales donde guardan celosamente las piezas de ámbar que traen desde las comunidades para ofrecerlas a un precio menor a como lo venden los artesanos.

Compradores, en su mayoría mexicanos, pujan con los tzotziles en las escalinatas y bancas del parque para llevarse algunos collares, anillos, pulseras y bolsas de la resina de no más de medio kilo y unos 20 centímetros de tamaño, en unos 250 pesos; los precios varían según el artesano y el comprador.

Una pieza que ellos compran en 500 pesos, la pueden vender hasta en 10 mil pesos en el mercado internacional, en países como Brasil donde está muy bien cotizado el ámbar, se quejan.

Los artesanos que no son dueños de una mina, se lamentan del arribo de los asiáticos, pues consideran que las reservas de la gema de color amarillo y rojo se agotaron en menos de dos años.

“Nosotros no podemos competir con los chinos, que se han llevado las mejores piezas, y nosotros nos quedamos con el peor ámbar”, dice Marisela Santiz, una indígena de la localidad, que trabaja la gema desde hace 20 años. Y asegura que han escuchado que la exportación de ámbar a China, Corea y Taiwán, les reditúa “muy buenas ganancias”, ya que la gema en cualquiera de esos países alcanza un precio superior a los 584 o 600 pesos, que es lo que vale el gramo de oro de 24 quilates. “Eso nos han dicho los chinos”, comenta.

Aurelio Cruz Gómez, con 18 años como artesano, reafirma: “Los japoneses ya se llevaron el mejor ámbar; nosotros nos quedamos con el manchado y el de peor calidad”.

Pero la presencia de los comerciantes asiáticos afectó también a los artesanos de San Cristóbal de las Casas, que son los que suministraban de joyería a las tiendas de esa ciudad. Los más de mil 200 artesanos aseguran que desde hace dos años “subsisten” en la actividad con piezas de ámbar negro y manchado, que tras de pulirlo y montarlo en joyería de plata, no les representa mayores ganancias.

La presencia de compradores de origen asiático ha disminuido, considera Moisés Vázquez, ya que de una veintena que llegaba hace un par de años, hoy a lo mucho son unos cinco, que viajan entre la ciudad de México y Simojovel.

Incluso, los comerciantes asiáticos ya tienen contactos en la localidad, quienes son los encargados de comprar la resina en forma de esferas, para ser enviada al DF y de ahí a Asia.

Este fenómeno provocó también un aumento en el número de familias que se dedican a trabajar la resina y ahora hasta niños han aprendido el arte de limpiar y pulir la gema. Pero muchos son los indígenas que se aventuran a buscar nuevas minas de la resina, en los municipios de Huitipán y San Andrés Duraznal, asegura Moisés Vázquez, porque en las minas de Pauchil Los Cocos y las que están cerca del arroyo, parece que se han agotado, porque “hay que trabajar muchas horas, para encontrar una buena pieza”.

Esta actividad se efectúa con recelo en las comunidades, donde los habitantes han prohibido la entrada de “personas extrañas”, que viajen en vehículos “sospechosos”, ya que pueden ser sancionados con multas de hasta 5 mil pesos.

A principios de este año, en La Pimienta fueron detenidos y encarcelados, por un día, trabajadores de la empresa GIMSA, que “buscaban riquezas” en este suelo.

Esta fiebre por el ámbar generó una nueva forma de hacer negocio, como la renta de minas, hasta en seis mil pesos mensuales, pero hay que trabajar ocho horas diarias, a más de 20 metros de profundidad, para extraer la resina. Con suerte, el inquilino puede sacar piezas valoradas en cientos de pesos; de lo contrario, llega a poner dinero de su bolsa, para la renta.

Las antiguas formas de extracción de la resina también han cambiado: los indígenas dejaron de usar velas en las 20 minas que hay en el municipio y ahora usan plantas de luz y bombas para extraer el agua acumulada en el fondo.

Ignacio Álvarez es un tzotzil de 37 años, socio de una mina en el ejido Pauchil Los Cocos y trabaja jornadas de hasta ocho horas, de lunes a domingo, para buscar piezas que vende en bruto. Tras permanecer 20 minutos en la chantik (cueva), con ayuda de una maza y un cincel, consiguió sacar dos piezas que caben en la palma de su mano; no valen más de 50 pesos.

A los mineros de Simojovel parece que les llegó la gloria, porque por una pieza de hasta un kilo pueden ganar hasta 150 mil pesos, dinero que han utilizado para comprar casas, aparatos eléctricos y vehículos de lujo, pero la pobreza parece no disminuir en este municipio, ya que 93.2% de los habitantes siguen en ese estatus.

El investigador Francis Pimentel asegura que la resina fósil, “exudada por árboles leguminosos, hace 25 millones de años” ha tenido una senda comercial “desde cuando los zinacantecos lo distribuían por toda América”.

En un artículo titulado “La fiebre del amarillo ámbar”, el investigador del Museo de Ámbar Lilia Mijangos dice que el ámbar fue “tributo a los aztecas”, pero también “símbolo de poder y linaje, protección y salud, valentía y éxito, magia y acelerador de las centellas”.

“San Cristóbal de las Casas, añeja capital comercial del ámbar chiapaneco por excelencia, hoy ha resentido que Simojovel de Allende, cuna del ámbar mexicano, ha capturado de nueva cuenta la atención de propios y extraños”.

Considera que con el aumento del precio de la gema de “calidad suprema”, como se le conoce al ámbar amarillo claro, despertó en los últimos años “un torbellino económico parecido a lo sucedido durante la fiebre del oro en California”.

“Simojovel se ha convulsionado debido al desmesurado incremento del precio por gramo del ámbar natural o en bruto y/o transformado en esferas calibradas. De nueva cuenta, el ámbar amarillo, coñac, verde y rojo, ha sido causa de un derrame económico ipso facto, aumentando el producto interno bruto del estado sureño mexicano, que tanta falta le hace. (...) Este suceso es digno de cuantificarse y estudiarse socioeconómicamente y desde varios puntos de vista, ya que ha cambiado la vida y costumbres de miles de familias ambareras”, puntualiza.



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