Crónica. Rurales y estudiantes, hermanos de causa
VIGILANCIA. Integrantes de la policía comunitaria resguardan las instalaciones de la Normal Rural de Ayotzinapa. (Foto: CRISTOPHER ROGER / EL UNIVERSAL )
TIXTLA
Hombro a hombro, codo a codo; así van los policías de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC) de Tixtla con los normalistas de Ayotzinapa, porque son “una hermandad”. Y están dispuestos a todo: “Estamos enojados y dispuestos a lo que venga, a lo que se dé, si es necesario a enfrentarse, los vamos a defender (a los normalistas)”.
Desde hace cinco días son como un filtro para pasar a la Normal Rural de Ayotzinapa, Raúl Isidro Burgos, una escuela con tintes socialistas de donde egresaron los guerrilleros Lucio Cabañas y Genero Vázquez Rojas. Los guardias rurales, quienes tienen en su poder dos rifles R-15, dos H-K y una escopeta 12, que confiscaron en agosto de 2013 a policías municipales, resguardan la escuela emblemática.
En grupos de 30, de un total de 150 elementos de la CRAC de Tixtla que operan en tres comunidades —El Troncón, Teconzintla y la cabecera municipal— vigilan la escuela a toda hora con sus armas, la mayoría escopetas, porque, según 'El Tejano', segundo comandante de la corporación, “los chavos harían lo mismo por nosotros”.
El ritmo en Ayotzinapa, luego de los hechos del 26 y 27 de septiembre, es agitado: estudiantes de las otras 14 normales rurales llegan en camiones para apoyar, pues de esos hechos tres jóvenes fueron abatidos.
En una bolita afuera de la iglesia de El Santuario, donde hubo una misa en honor a Julio César Ramírez, el tercer normalista asesinado de Ayotzinapa, los policías cuentan que están para brindarles protección a los estudiantes, porque son acosados por la delincuencia organizada, por el gobierno del estado y por la sociedad que los estigmatiza.
'El Tejano' cuenta que el año pasado, durante la contingencia en Tixtla por la tormenta tropical Manuel, más de la mitad de habitantes se vieron afectados por la inundación, y los normalistas arriesgaron sus vidas con tal de ayudar a la gente.
No tienen miedo, pero saben que es arriesgado. “Los chavos han sufrido muchas represiones, desde siempre, como lo de diciembre (en 2011, dos normalistas fueron asesinados extrajudicialmente). No sé qué quiere el gobierno, pero ellos son buenos, son solidarios y ahora a nosotros nos toca jugárnosla por ellos”.