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Historia. Maura, una albañil que aspira a llegar a ser "maistra"

Xóchitl Álvarez / Corresponsal| El Universal
Sábado 08 de marzo de 2014
<b>Historia.</b> Maura, una albail que aspira a llegar a ser

ESFUERZO. Asegura que el trabajo es duro, pero le gusta. (Foto: XÓCHITL ÁLVAREZ / EL UNIVERSAL )

En Hidalgo, Guanajuato y Quintana Roo, entre otros estados, las mujeres rompen esquemas, logran sus anhelos y ejercen sus derechos

LEÓN

La necesidad de alimentar a sus cinco hijos orilló a Maura Flores Rodríguez a lavar casas, pintar puertas y a forjarse como albañil, oficio que —presume— desempeña con orgullo, porque “aquí una sí se gana el dinero con el sudor de su frente”.

Ha pasado siete años realizando tareas de peón o media cuchara, anhelando escalar a “maestra”, con la meta de construir una casa para sus hijos.

“Ese es mi oficio y me siento a gusto; me siento más fuerte. Cuando recibo mis centavos cada semana, digo que me lo gané con el sudor de mi frente”, señala. Cuando no hay “chamba” en la obra, dice sentirse cansada y “hasta enferma de pura depresión”.

Sus manos agrietadas, la piel tostada y una hernia son el precio por este trabajo, el cual agradece a todos los santos.

“Me siento muy orgullosa; las personas se sorprenden cuando me preguntan de qué trabajo, y dicen: ‘¡Cómo! ¿albañila?’”, dice.

La mujer, de un metro y medio de estatura, inicia sus labores a las ocho de la mañana y 10 horas después termina. “Todos los días, de lunes a sábado, llego ‘cansadona’, lavo los trastes y hago de comer a mis hijos”.

El sueldo promedio semanal de un “chalán” es de mil 200 pesos, pero ella recibe 980 pesos.

De inmediato lanza la pregunta: “¿Usted cree que este es un trabajo de hombres? ¡No!, las mujeres también podemos hacerlo, el trabajo es pesado, sí es duro, es una ‘joda’, hay que andar bien fajada y a entrarle a lo que sea”, comenta Maura Flores, de 43 años.

“Le entro a batir la revoltura, a colar (techos), a palear, armar las cadenas con los anillos, cargo botes con mezcla, he trabajado en la construcción de jardineras públicas y en la pavimentación de calles y pegando adoquines”, comenta.

“Me gusta el trabajo duro, cargar botes de cuatro hojas, cuando anda uno caliente se siente liviano el trabajo; hasta me llegué a sentir como los hombres, me agacho como ellos para cargar los botes y ponérmelos en el hombro”.

En algunas obras, los ingenieros le han negado el trabajo, “no quieren mujeres, que porque ahí muchos hombres les faltan al respeto. Gracias a Dios nunca me ha pasado, convivo con mis compañeros a la hora del almuerzo, nunca me dicen peladeces”, explica.

Sus inicios

Madre de cuatro hombres de 23, 19, 18 y 17 años, así como de una niña de 13 años, recuerda que una vez consiguió empleo lavando casas nuevas en un fraccionamiento y cuando terminó su patrón la despidió.

“Tenía tanta necesidad de un empleo para alimentar a mis hijos que le dije: ‘Ocúpeme donde haya trabajo, en lo que sea’; entonces me preguntó: ‘¿Sabes hacer mezcla?’, yo le dije que no, ‘pero me puedo enseñar… yo les ayudo a los compañeros’ y así empecé en este oficio”, indica.

“Empecé a hacer mi mezcla preguntando, ‘¿cuántos bultos de cemento le pongo?’ y el ‘maistro’ me decía: ‘¡Póngale dos bultos de cemento y dos carretillas de arena y dos de grava…’; esa vez echaba concreto y le ayudé a echar el concreto del arroyo de la calle”, recuerda Maura Flores.



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