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Xandu': la fiesta de los muertos

Víctor Terán / Quadratín | El Universal
Viernes 31 de octubre de 2014
Xandu': la fiesta de los muertos

TRADICIÓN. El biyé’ autóctono es un arreglo que usa cuatro plantas cargadas de plátano, que se colocan frente a la mesa de los santos, en medio del platanar se coloca un petate rebosante de frutas, panes y flores, custodiado por cuatro cirios; y en el exterior de la casa se adorna con plantas de caña y plantillas de plátano. (Foto: QUADRATÍN )

Con majestuosos altares, zapotecas esperan la visita de sus seres queridos en Juchitán, dos días antes del festejo católico

JUCHITÁN

Biyé’ o Xandu’ es la fiesta en honor a los muertos en Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, que se realiza en el domicilio de las familias los días 30 y 31 de octubre. Si el deceso es reciente, de un año o dos, pero no menor a seis meses, se le hace su biyé’ o xandu’ yaa (primera celebración del finado) o biropa (segunda celebración), según sea el caso.

En las diferentes culturas de México, el origen de la tradición de honrar a los difuntos, es anterior a la conquista de los españoles y se conmemoraba entre los nahuas de Oaxaca en el noveno mes del calendario solar, que en la actualidad corresponde a agosto y se celebraba todo el mes; entre los binnizá (zapotecos), según el historiador y antropólogo Francisco de Burgoa, se celebraba “en el duodécimo de su cómputo, de 10 y ocho meses, que dan al año empezando el 12 de marzo”.

La fiesta que actualmente se celebra en Juchitán es una mezcla de las religiones prehispánicas y la católica, dado que para los cristianos esta festividad es el 1 de noviembre (Todos los Santos) y el 2 de noviembre (día de Los fieles Difuntos o Día de Muertos). De aquí el vocablo Xandu’, que es un hispanismo en el idioma zapoteco, que significa Santo o Todos los Santos.

La celebración a los muertos en Juchitán, entonces, se conoce como Xandu’ o Biyé’ o Biguié’, aunque los binnizá de ahora llaman Biyé’ al retablo de flores, frutas y panes que preside los altares en esta época, que consiste en un armazón cuadrado de pencas resistentes, que se forra de flores de guie’daana’ —cordoncillo— y guie’ biguá —cempasúchil—, rematado con una cruz hecha con flores, de las llamadas cresta de gallo.

Biyé’, según el historiador Wilfredo Cruz, es el calendario religioso de 260 días, que servía a los binnizá para computar los días benéficos y funestos, para indicar agüeros, para seguir su vida económica, civil y religiosa; su significado es: lo que forma el día, la matriz del tiempo, la duración del tiempo.

El convite

Por la creencia de que en los días 30 y 31 de octubre llegan las almas de los muertos, tal como fueron en vida, a visitar a sus familiares que todavía viven, los juchitecos erigen en su domicilio el biguié’ autóctono o el altar cristiano.

El altar católico consiste en una grada de madera de siete o nueve escalones corridos, adornado de manera exuberante con frutas, panes, flores y otros alimentos. Mientras que el biyé’ autóctono es un arreglo más sencillo, pero no menos espléndido y vistoso, que usa cuatro plantas grandes cargadas de plátano, que se colocan frente a la mesa de los santos, en medio de este platanar se coloca un petate rebosante de frutas, panes y flores, custodiado por cuatro cirios; y en el exterior de la casa se adorna con plantas de caña y plantillas de plátano.

Cuando el finado es niño o soltero y su muerte es reciente, de un año o dos, se le ofrenda el biyé’ o xandu’ yaa o xandu’ guiropa, según el caso, y sus rezos o novenarios inician el 22 de octubre para terminar el 30; pero si el finado es adulto, los rezos inician el 23 y culminan el 31.

El 30 o el 31 de octubre, según si el finado es niño, soltero o adulto, tiene lugar, desde temprana hora, en la casa de los deudos, la colocación y arreglo del biyé’ o del altar; si es biyé’, se adorna la casa con arcos de hojas de palmera, tallos de caña y plantas y plantillas de plátano, el cuadro enflorado (biyé’) preside, luego se colma todo con frutas, panes, flores, platos de comida y de dulces, bebidas como una taza de chocolate, una botella de mezcal o de cerveza, cigarros.

Mientras los hombres se afanan por colocar y arreglar la ofrenda (gugaandaca’ biyé), las mujeres preparan tamales y café, alimentos que los familiares de la casa ofrecerán a los visitantes, pues éstos acostumbran hacer sus visitas por la tarde o noche, contribuyendo con una limosna a cambio de un cigarro y de una taza de café con uno o dos tamales.

Terminadas las labores de colocación y arreglo de la ofrenda, esto es como a mediodía, se truenan cohetes, inicia el último rezo y la familia se apresta para hacer guardia junto a la ofrenda para recibir las visitas.

El 2 de noviembre se levanta la ofrenda, se llevan las flores al panteón y se reparten los alimentos a los vecinos y familiares.

Así transcurre el Xandu’ en Juchitán, tradición motivada por la devoción que los binnizá profesan a sus muertos y seguramente a sus dioses Bisilú —dios de la muerte— y Guzanado’ —dios de la vida—.

Según el investigador Burgoa, a sus dioses rogaban: “les ayudase, diesen salud y a toda su familia y les alcanzasen buenos temporales y cosechas de sus frutos”.

Añade que “con todas las demandas para sus necesidades, los dueños de la casa se ponían de cuclillas, bajo los ojos al suelo y cruzadas las manos, delante de la ofrenda, pasaban toda la noche en vigilia, sin levantar el rostro, porque decían que si cuando llegaban a comer los difuntos, los miraban se corrían, afrentaban y pedían áspero castigo, para el que los miró”.

Así era el encuentro con los muertos en Juchitán y así continúa en casi todos los hogares de la región.



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