EL PASO. La angustia de saber que su esposa e hija podrían terminar muertas, o que él pasaría años en la cárcel, hicieron que los minutos que Óscar tardó en cruzar el puente internacional fueran una verdadera eternidad.

Con 44 años Óscar fue despedido de la empresa refresquera para la que trabajaba desde tiempo atrás.

En unas semanas se colocó como cobrador, pero días después fue asaltado. Tuvo que renunciar.

Un día vio en el periódico una vacante de mensajero, el único requisito era tener visa para viajar a los Estados Unidos, así que llamó para pedir informes. Una mujer lo citó en la plaza de comidas de una céntrica plaza comercial. Al llegar le explicó que la empresa estaba siendo extorsionada y por eso mantenían cerradas sus oficinas, algo que era común en esos momentos en Juárez, Óscar no sospechó nada.

Ahí mismo fue contratado y le informaron que su trabajo consistiría en venir casi a diario a El Paso para comprar mercancía y hacer cotizaciones.

“Nunca me fijé que no me dijo a qué se dedicaba la compañía, estaba tan emocionado de tener empleo que no presté atención a los detalles”, reconoce Óscar.

Su primera asignación fue cotizar unas ventanas, al día siguiente lo mismo pero con unas llantas, a pesar de la nula relación entre esos productos Óscar siguió sin sospechar que había algo ilegal.

Al cuarto día, las cosas fueron distintas. “Me dijo la patrona que la iba a llevar a entregarle unos cuadros a su papá y me citó cerca de uno de los puentes (internacionales). Cuando llegué ella no estaba, sólo su ayudante”

Le indicaron que pasara los cuadros y por teléfono le darían indicaciones del lugar donde debía entregarlos.

“Un muchacho me entregó los dos cuadros, eran unas imágenes de San Judas y la Virgen, al momento de agarrarlos me di cuenta que tenían doble fondo. En dos segundos me di cuenta de todo: ellos tenían finta de narcos, voltee a ver la camioneta y no tenía placas, estaba toda polarizada, estábamos en un lugar escondido fue cuando reaccioné en el asunto en el que estaba metido”

Tratando de disimular colocó “la mercancía” en la cajuela y se enfiló al cruce fronterizo.

Pensé en entregar todo en la aduana, pero me llamaron unas cuatro veces para ver cómo iba, supe que me iban siguiendo”

Recordó que en la solicitud había puesto su dirección, y los nombres de su esposa e hija.

“Pasaron mil cosas en la cabeza, que iban a matarlas si yo me entregaba. Así que preferí seguir, era mejor que yo fuera a la cárcel a que les hicieran algo a ellas”.

Llegó a la revisión migratoria esperando lo peor, el agente únicamente le pidió su visa le preguntó a donde iba y lo dejó pasar.

Una vez en El Paso, otros dos hombres de mal aspecto, según los describe, recogieron los cuadros y se fueron.

Dos días después Oscar dejó su casa y migró a Estados Unidos. Actualmente, labora como mecánico aprendiendo el oficio por medio de videos, aunque su visa ya expiró y eso le preocupa. Aún así no piensa regresar.

“Nunca voy a regresar a Juárez, pues ellos saben que me di cuenta de lo que hacen.”