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Educa en medio de la basura y olores fétidos

Lupita Thomas | El Universal
Jueves 15 de mayo de 2014
Educa en medio de la basura y olores ftidos

POLUCIÓN. Sólo 5 metros separan a la escuela Símbolos Patrios del tiradero de basura donde descargan sus desechos alrededor de 20 municipios del Valle Central. (Foto: LUPITA THOMAS / QUADRATÍN )

Maestra considera loable trabajar en condiciones extremas en primaria oaxaqueña en zona de alta marginación

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VILLA DE ZAACHILA

Hace seis años cuando llegó al plantel no creyó que aguantaría. Se llenó de ronchas y pulgas, se enfermó de la piel y de los ojos, los olores eran fétidos, la basura y las moscas inundaban la escuela, cuyos rústicos salones en época de lluvia se llenaban de lodo.

“Pero me gusta, es mi trabajo y lo hago con mucho cariño. Entiendo que la sociedad se molesta cuando hacemos marchas y plantones, pero debieran ver también en qué condiciones realizamos nuestra labor. Hay muchos maestros que son verdaderos héroes en su trabajo”.

Es la profesora Janet Cruz Ruiz, quien lleva seis de sus 15 años como docente en la escuela primaria Símbolos Patrios, ubicada en una de las colonias más marginadas del municipio oaxaqueño Renacimiento, distante a unos 20 kilómetros al sur de la capital… y a unos cinco metros del basurero.

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Renacimiento es parte de una media docena de colonias populares asentadas en inmediaciones del tiradero de basura, donde descargan sus desechos unos 20 municipios del Valle Central.

La mayoría de sus habitantes se dedica a la pepena, incluso los niños, una vez que terminan sus tareas escolares.

En la avenida principal del plantel, llamada Oaxaca, sin pavimentarse, corren lixiviados, aguas negras que escurren de los montones de desechos cubiertos con tierra.

Aun cuando hay clínicas cercanas, las infecciones estomacales, de la piel y las enfermedades respiratorias son comunes en la zona, que se distingue por casas improvisadas, de madera, láminas sencillas y costales de residuos rescatables, así como manadas de perros.

De acuerdo con el director de la primaria, Omar Calvo Suárez, quien se incorporó en el actual ciclo escolar, cuentan con 152 alumnos, de ese asentamiento como de las colonias Bicentenario y Cazahuites; tiene una docena de profesores, que atienden siete grupos, dos de ellos del primer año.

Los mentores están afiliados a la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y la escuela tiene unos 12 años.

Es uno de los planteles en la entidad que de acuerdo con el Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial tiene “muy alto” rezago social.

Cifras del Atlas Educativo, elaborado en 2013 por la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), resaltan que de 15 mil centros de trabajo en Oaxaca —incluidas escuelas e inmuebles administrativos—, fueron censados 8 mil 401, con 33 mil 362 empleados, entre ellos 7 mil 498 maestros, y 381 mil 318 alumnos.

Se quedaron sin censar, de acuerdo con el documento, 6 mil 628 centros, con 6 mil 659 trabajadores y 586 mil 372 alumnos.

Además, en primaria, 55% de los planteles tienen agua, 85% cuentan con energía eléctrica, 71% con baños y sólo 16% con drenaje.

En el caso de Villas de Zaachila, sólo fueron censados siete de 52 planteles de educación básica (preescolar, primaria, secundaria y educación especial).

En esas escuelas no hay agua, 50% tiene energía eléctrica, 100% baños y ninguna tiene drenaje.

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La maestra Janet llegó ahí en 2008, cuando aún trabajaban en salones de lámina, con pisos de tierra. Y cuando el tiradero se encontraba desparramado, en peores condiciones que en la actualidad, sin trabajos de mantenimiento.

Originaria de Salina Cruz, se inició como docente en 1999, en Tuxtepec, dos años estuvo en la sierra Mixe y uno más en Magdalena Mixtepec. Está casada, tiene tres niños, que lleva al mismo plantel para recibir clases.

“Cuando me encontraba en la montaña, me avisaron de un espacio; me dijeron que era cerca del basurero; creí que cerca, pero no tanto. Había compañeros que ya habían estado por aquí, lo pintaban feo”, cuenta.

Explica que en la labor docente, a los iniciados se les envía a las localidades más apartadas del estado, donde mediante promociones y asistencia a actividades sindicales, se les acerca a un centro urbano, preferentemente donde viven.

“Dije: ‘pues ni modos’, primero fue por la intención de acercarme; no importa, voy a experimentar, dije. Vine, estaba muy feo, horrible, en temporada de lluvia tenía que caminar, atravesar el basurero, incluso varias ocasiones me quedé atrapada en el lodo de la basura, por las condiciones del camino”.

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Ella vive en el municipio de San Jacinto Amilpas, en la zona poniente de la capital, a unos 40 kilómetros de su centro de trabajo.

“Los niños de por acá son muy cariñosos, se dan mucho a querer, a pesar de su pobreza. Hemos ido avanzando poco a poco, he visto varios cambios, ahora los que llegan están en la gloria”, explica.

Apenas en mayo de 2012, la autoridad municipal construyó cinco aulas, de concreto, lo que cambió totalmente al plantel.

—¿Pensó en su salud, en la de sus hijos, cuando se vino?

—Pues sí, porque no sé en qué les vaya a afectar, no estaban acostumbrados, pero veía a niños de la escuela que casi no se enfermaban, incluso se iban a pepenar; ellos también sufren, pero se han ido adaptando. Cuando recién llegué, se me pegaron las pulgas, por los perros; me enfermaba seguido.

—¿Qué la impulsa a estar en este lugar?

—A donde haya una persona que necesita educación, ahí tenemos que estar, es parte de nuestra labor, quiérase o no, necesitan mucho apoyo y somos los que van a ayudarlos a salir adelante, inducirlos a que tengan metas, aspiraciones.



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