aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Cancún, los "expulsados" del paraíso

Adriana Varillas| El Universal
Lunes 16 de junio de 2014
Cancn, los

ABANDONO. Frágiles, vulnerables, los indigentes hacen de la calle su casa y su centro de trabajo. (Foto: ADRIANA VARILLAS / EL UNIVERSAL )

Un estudio de la Unicaribe reveló la existencia de varias redes de mendicidad en Cancún y la Riviera Maya

estados@eluniversal.com.mx

CANCÚN

Frágiles, vulnerables; extraviados, manipulados, explotados, los indigentes han hecho de las calles de este destino turístico, su casa y su centro de trabajo.

Se trata de seres que comparten sentimientos de soledad, pérdida de autoestima, adicciones, abuso de autoridades y, de algunos años a la fecha, de la presión de grupos del crimen organizado que los explotan, como parte de una de las modalidades de la trata de personas.

El Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) los clasifica en indigentes y personas dedicadas a la mendicidad.

La diferencia entre unos y otros estriba en que los primeros rompieron todo vínculo familiar, mientras que los segundos tienen una casa a donde regresar después de pedir dinero, comida o ropa.

En ambos casos, se instalan en las esquinas, caminan por las avenidas principales, aparecen en mercados y tianguis, se acomodan afuera de las iglesias, cines, bares, plazas comerciales, parques o centrales de autobuses, en donde también duermen… y aman.

Zapatero sin zapatos

Después de trabajar varios años como zapatero en Mérida, el lugar en donde nació, Efraín Antonio camina hoy sin zapatos. Así, vaga por las calles del centro, cotidianamente ebrio. Con 40 años, se ha bebido la mitad de la vida, pues su alcoholismo comenzó antes de cumplir los 20, narra a EL UNIVERSAL.

Es casi medianoche. Antes de abordarle, Efraín está recostado sobre el piso, teniendo un cartón por colchón y un morral de tela, por almohada. Intenta dormir ahí, fuera del cine “Blanquita”, como hace casi a diario desde hace cuatro años cuando llegó a esta ciudad.

El “Blanquita”, localizado a un costado del Parque de Las Palapas, es el primer cine que tuvo Cancún; desde hace más de una década cerró y está abandonado.

La edificación es refugio de Efraín y de su pareja, una mujer originaria de Felipe Carrillo Puerto, llamada Soemi, que conoció así, en la calle. Ella lo acompaña desde hace tres años, aunque esa no está con él, se fue a Playa del Carmen en donde también pide dinero.

Poco entusiasta en los estudios y con repulsión a la escuela, Efraín dejó de estudiar acabando la primaria. Entró a trabajar como “chalán” de un zapatero, quien le enseñó el oficio al que se dedicó por varios años, hasta que comenzó a beber. Lo echaron. Buscando empleo, cayó en un bar.

“Donde menos debía, ahí fui a parar, entre copas y mujeres”, dice, luego de acceder a compartir su historia, la cual narra con voz pausada, muy quedito, con algo de vergüenza y dolor.

No recuerda en qué momento el alcohol fue más fuerte que su voluntad, pero tiene claro que el problema creció cuando murió su madre y él quedó a expensas de su hermana, quien lo corrió de la casa.

De complexión delgada, baja estatura, cabello lacio y ojos enrojecidos permanentemente, Efraín sobrevive con la venta de pulseras que él mismo elabora. También de la caridad de los vecinos de la zona.

Para asearse, va junto con su pareja a los sanitarios públicos del Mercado 23; ahí pagan 20 pesos por cada uno. “Pero la mera verdad yo prefiero bañarme en el monte, donde hay un pozo, porque no hay dinero”, comenta.

En la calle ha tenido que sortearlo todo. Desde lidiar con otros indigentes que llegan a dormir a su rincón y molestan a su pareja, hasta jóvenes que le han robado sus pocas pertenencias que ha juntado.

Algunos policías le piden a Efraín que se retire del cine porque es indebido dormir en la vía pública. Otros lo extorsionan para no detenerlo. Otros le ofrecen llevárselo preso, para que pueda descansar y asearse “agusto” en prisión.

También hay quienes le han llevado a un centro de rehabilitación, que ubica como “La granja”, pero remarca que no le gusta estar ahí porque los tratan a punta de groserías e insultos.

Su anhelo es tener dinero “para no estar aquí tirado como un perro”, pero se reconoce abatido por la desesperanza. No tiene documentos oficiales, carece de instrucción escolar y no puede controlar su problema con el alcohol. Asume que en su futuro, no hay otro destino que no sea la calle.

El censo

El último censo realizado por el DIF-Cancún data de 2012. En entrevista con EL UNIVERSAL, la actual directora de Asistencia Social del organismo, Gabriela Abigail Andueza Puerto, subraya que el DIF cuenta con programas de apoyo a estas personas, como una red de albergues privados, a donde canalizan a indigentes y personas que practican la mendicidad y que aceptan su respaldo.

También les pagan pasajes para que retornen a sus lugares de origen, les gestionan la tramitación de documentos oficiales perdidos u ofrecen tratamientos de rehabilitación para superar problemas con el alcoholismo y las drogas.

Actualmente diseñan un programa a manera de bolsa de trabajo, para incorporarlos a actividades productivas.

La frialdad de los números

El Censo de Indigentes y Mendicidad 2012 contabilizó a 94 personas, 13 mujeres y 81 hombres. De esa cifra, 59 son indigentes y 35 practican la mendicidad. Del total, 25 padecen algún tipo de discapacidad y 24 son personas de la tercera edad.

En su diagnóstico, el DIF expone que durante el día, algunos de los indigentes se llegan a emplear como albañiles, cargadores o lavadores de autos, aunque también piden dinero afuera de los sitios públicos antes mencionados. El recurso más recurrido es hacerse acompañar de niños o de bebés, para conmover.

En el caso de quienes practican la mendicidad, algunos van por decisión propia, impulsados por carencia de educación escolar o documentación personal oficial; por falta de oportunidades o de instrucción y porque no desean incorporarse a un centro de trabajo; otros son llevados por su propia familia, que aprovecha algún tipo de discapacidad para lucrar con ese factor; y unos más son reclutados por la delincuencia organizada.

Víctimas de redes

El estudio Trata de personas en el sector turístico, que la Secretaría de Turismo (Sectur) encargó a la Universidad del Caribe (Unicaribe), en 2010, arrojó la existencia de varias redes de mendicidad en Cancún y la Riviera Maya.

Esta modalidad de la trata se presenta cuando detrás de las personas dedicadas a la mendicidad se encuentran quienes lucran con ellos a través del sometimiento, la coacción, la amenaza, abusando del estado de indefensión de las víctimas, utilizándolos como medios.

Encabezada por la consultora Redes Turismo, la investigación menciona cinco clases de mendicidad: Solicitud de limosnas y venta en la vía pública –usan a personas de la tercera edad, infantes, discapacitados, indígenas con hijos pequeños–; payasos, acróbatas, franeleros, limpiadores de parabrisas y pepenadores de basura.

“En muchos de los casos, las mujeres dedicadas a pedir limosna, recurren a la renta de menores para hacer más lucrativa su actividad. A estos menores los mantienen dormidos con sedantes, lo que les permite trabajar sin ser molestadas.

“Ellas deben hacerse cargo de la alimentación de los infantes el tiempo que estén con ellos para evitar deshidratarlos. Los niños acompañantes deben devolverlos todas las noches entre las 20 y las 21 horas”, se lee en el estudio.

Estructura y operación

La investigación académica detalla que los “coordinadores” de las esquinas son los encargados de mantener la rotación de quienes practican la mendicidad y son también quienes “se entienden con la autoridad competente”.

El modus es similar siempre: Cada esquina puede producir por persona entre 200 y 400 pesos.

“Esa es la cuota para el jefe (del clan), él se encarga de proveerles vivienda y alimentación (hacinados y en condiciones insalubres), lo cual les cobra de lo que recauden; así mismo debe proveer el transporte para ubicarlos en las esquinas, así como los “moches” para policías.

“Los rota con frecuencia para no cansar a los transeúntes, asigna a los bebés y niños a las mejores esquinas y cobra por ellos (un bebé o niño pequeño puede llegar a “costar” hasta 200 pesos el día)”, se lee en el reporte.

Se denuncia en el texto que es la autoridad municipal la que “tolera y consiente” la mendicidad; también la que “se beneficia económicamente de ella”.

“Los policías y sus mandos reciben cuotas de protección y permitir el libre actuar de los mendigos, siempre y cuando ello no implique molestias a los turistas”, se resalta en el informe académico.

La indiferencia social

Entre sus conclusiones, el estudio, que ha fungido como un insumo toral para el diseño de estrategias de combate y erradicación de la trata de personas, en todas sus modalidades, refiere que las víctimas de la modalidad de redes de mendicidad, son personas en situación de pobreza con carencias de educación y oportunidades en la vida, que generalmente escapan de sus lugares de origen a falta de ingresos para sobrevivir.

En esas circunstancias, son “enganchados” e inducidos a la mendicidad y sujetos de explotación por parte de terceros.

Ante la problemática “el ciudadano común no se percata o no quiere ver la realidad (…) para la gran mayoría de los transeúntes, los mendigos son invisibles, son una mala imagen que prefieren mantener dentro de sus límites”.



Ver más @Univ_Estados
comentarios
0