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Historia. 24 horas de terror: vivir una extorsión

Humberto Huerta Enviado| El Universal
Martes 25 de febrero de 2014
<b> Historia. </b> 24 horas de terror: vivir una extorsin

ARGUCIAS. Los teléfonos que usaron los extorsionadores en este caso, eran de Tamaulipas (832 1011 665 y 833 2067 415), al parecer desde un penal. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

En Morelos, de acuerdo con datos federales, el secuestro virtual se ha elevado 400%

humberto.huerta@eluniversal.com.mx  

CUERNAVACA

“¡O te dejas de hacer pendejo y depositas ahorita el dinero, o te voy a regresar a tu hija y a tu nieto en pedacitos, cabrón!”.

El sábado 15 de febrero de 2014, Gerónimo trabajaba tranquilo como gerente de un próspero negocio en Cuautla, Morelos, cuando su paz fue cortada de tajo a las 15:10 horas por un telefonema que llegó a su celular.

Una llamada de un supuesto grupo de secuestradores cambió el semblante del padre de familia, quien desencajado escuchó las demandas de los plagiarios y los detalles sobre su familia.

Los delincuentes tenían los nombres completos de su hija, de su nieto, de su esposa —fallecida meses antes— del trabajo de la víctima, de sus hermanos y hermanas y de los lugares donde laboraban, de sus cuñados y cuñadas y donde residían (algunos de ellos en el extranjero).

La exigencia de 500 mil pesos para liberar a su hija y a su nieto, y la voz de su primogénita al otro lado del auricular para comprobar que estaba secuestrada, hicieron que el mundo se le viniera encima y el temor lo invadió.

—¿Gerónimo, es usted el señor Gerónimo (y los apellidos)?

—Sí, él habla, ¿quién es?

—Por instrucciones de mi jefe me dieron la indicación de “levantar” a tu hija y a tu nieto. No denuncies porque si lo haces los mato. No vayas a la televisión ni a los diarios, porque los mato. Necesito que esté calmado señor Gerónimo. No los hemos lastimado, ni hemos abusado de ella ni de tu nieto. Quiero medio millón de pesos para el día de hoy.

—No tengo ese dinero, ¿de dónde lo voy a sacar? ¿Dónde está mi hija y mi nieto?

—No te hagas güey, te llamas Gerónimo, trabajas en Cuautla como gerente, vives en Cuernavaca, eres chilango y todos los datos de tu hija ella me los acaba de dar. Te la paso para comprobártelo.

El secuestrador, El Comandante, como se identificó, dijo: “Dile tu nombre completo”, dijo con voz fuerte, tono norteño y áspero. “Papá, soy Lupita” y recitó sus apellidos. “Dile como se llama tu hijo”. La muchacha balbuceó la respuesta. “Dile como se llama tu difunta madre”, ella lo soltó sin errores. “Ahora, dile a tu padre cómo estás”. “Papá, estoy bien”.

—Si ya me investigaste, sabrás que no tengo dinero y menos esa cantidad que pides. Por qué me haces esto, qué te hice— suplicó Gerónimo al delincuente.

—¡Ah!, ¿te estás negando? Entonces, los mato. Necesito que me digas con qué cuentas ahorita y cuánto me vas a dar —hostigó El Comandante.

El padre se vio acorraldo. Trató de comunicarse con Lupita, pero no contestó el celular. Eso fue una tortura; cayó en pánico. Llamó a sus parientes. Le aconsejaron acudir a la Procuarduría. Ahí denunció el secuestro. La Fiscalía Especializada en Delitos contra la Libertad de las Personas rastreó los números de los delincuentes: 832 1011 665 y 833 2067 415; eran de Tamaulipas.

Los detectives sospecharon que era un “secuestro virtual”. En uno real, explicaron, los hampones siempre hablan del teléfono de la víctima para reafirmar que la tienen, hacen una llamada el día del plagio o dos o tres días después y exigen el rescate y vuelven a llamar en una o dos semanas. El tiempo que tarden no importa.

En los “plagios virtuales” o extorsiones, los delincuentes tienen premura: llaman cada 15 o 20 minutos, insultan, amenazan, gritan, y presionan porque quieren obtener lo que sea y rápido.

Nunca hablan de los teléfonos de los retenidos, porque no están con ellos: los hampones los obligan a comprar nuevos aparatos en alguna tienda de conveniencia, a fin de estar en comunicación con la víctima y que los familiares no pueden localizarla.

Las autoridades, en estos casos, solicitan la colaboración de los familiares, que en grupos recorren los hoteles del centro de Cuernavaca, de la carretera federal y la autopista, de Ocotepec, Cuautla y Temixco, entre otros, para hallar a las víctimas, pues en estos lugares acostumbran retenerlas.

Otra acción es ir a las tiendas de conveniencia con fotografías de los desaparecidos, para preguntar si compraron un teléfono y ubicar el número y la posible ruta que siguieron.

Gerónimo recorrió toda la madrugada con familiares y policías los hoteles. En uno, el encargado vio las fotos y dijo que había una mujer y un bebé muy parecidos en una habitación, con un hombre. Pidieron apoyo a la policía. Intervinieron en el hotel. Una asustada pareja salió de la habitación con un niño en brazos. No eran. Disculpas y a seguir con el viacrucis.

Eran las 11:45 horas del sábado 15 de febrero del año en curso. Los delincuentes llaman por teléfono a la casa de Gerónimo. Para amedrentar se identifican como narcotraficantes.

—¿Está Gerónimo? —pregunta El Comandante.

— No, ¿quién habla?

—El Comandante, quién es usted (la víctima dice su nombre y parentesco). Fíjese que somos narcos y vamos a entrar en 10 minutos a su casa porque ahí se esconden los sicarios rivales, así que agarre los documentos más importantes, las joyas y el dinero que tenga y salga inmediatamente. En la calle verá una camioneta blanca. No se acerque. Agarre un taxi y nosotros la vamos a seguir.

El terror, el desconocimiento y la sorpresa logran su objetivo y la víctima obedece. La obligan a tirar su celulares y a comprar otro. Logran aislarla. Luego la conducen mediante telefonemas hasta un hotel de paso donde permenecen en contacto y hasta la enlazan con sus familiares para que crean que los tienen con ellos.

Luego de 18 horas de angustia y de imaginar lo peor, Gerónimo recibe otra llamada. Durante la madrugada, de la medianoche a las seis de la mañana, no le hablaron, lo que hace pensar a la policía que se trata de un reo y que a esas horas está confinado en su celda.

El Comandante lo insulta, amenaza y le dice que si no deposita aunque sea una mínima cantidad para ver su disposición, a las 10 de la mañana (del domingo 16 de febrero) aparecerá Lupita muerta. Aunque ya se dio cuenta Gerónimo que no la tienen.

Pasan más de 24 horas. Cuando comienza un rastreo por los hoteles de Temixco, una llamada alerta que Lupita regresó a su casa tras abandonar el hotel Oasis en esa población.

Lupita llora, abraza a su padre y el bebé no sabe qué sucede. Acabó el infierno cerca de las 13:00 horas del domingo 16 de febrero.



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