Historia. "Se fueron hace mucho y mire ahora lo que pasó"
AYUDA. Familiares de Rosaura Barrios, poblana fallecida en el derrumbe de un edificio en Nueva York, recuerdan a los suyos. (Foto: ÉDGAR ÁVILA / EL UNIVERSAL )
CIUDAD SERDÁN
A las faldas del volcán Pico de Orizaba, con el rostro desencajado, sus arrugas más pronunciadas y sus ojos llorosos, doña Flora Vázquez Marín está a la espera de que regresen su hija y nieta, cuyos restos fueron sacados de los escombros del edificio que se colapsó en el barrio residencial East Harlem en Manhattan, Nueva York.
La familia Barrios Vázquez observó las imágenes por televisión desde la Gran Manzana; la información que recibieron después enlutó a la pequeña comunidad de San Francisco Cuautlancingo.
En el pueblo rural del municipio de Ciudad Serdán, la mujer sufre la pérdida de su hija Rosaura Barrios Vázquez, de 43 años, y de su nieta Rosaura Hernández Barrios, de 22 años, víctimas del derrumbe de los inmuebles 1644 y 1646 de la avenida Park.
“Se fueron hace mucho y mire ahora lo que pasó”, suelta con la voz entrecortada, parada en medio de la sala de su casa, donde hay unas veladoras encendidas en memoria de los que partieron confiando en una mejor vida.
No es su única preocupación. Óscar Hernández Barrios, su otro nieto, está grave en un hospital de Nueva York, aunque Flora tiene la esperanza que logre salvarse para que en el futuro acompañe a su hermanita de seis años, quien sobrevivió a la explosión.
A la familia le inquieta la salud de doña Flora, pues padece una enfermedad del corazón, pero como buena matriarca se mantiene estoica y enfrenta la situación de mejor manera: “aquí estamos, tratando de sobrellevar esto”, remacha con los ojos vidriosos.
No para, va de una habitación a otra y atiende a quienes van llegando a su casa por la noticia; mientras que su esposo Fernando Barrios, dueño de dos concesiones de taxi, permanece sentado, casi inmóvil, en el patio del enorme terreno con varias viviendas.
Fue precisamente gracias al dinero que Rosaura ganaba en Estados Unidos como lograron edificar varias habitaciones, una sencilla tienda de abarrotes y, al fondo, una gran casa de dos pisos.
La poblana estudió enfermería en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y comenzó a trabajar, pero con un bajo salario, recuerdan amigos y familiares.
“Casi no ganaba nada, ya ve que en gobierno no pagaban casi nada y por eso decidió irse a Estados Unidos”, recuerda uno de sus tíos, maestro jubilado, quien cuenta que cada Navidad, desde hace 28 años que había migrado, les hacía llegar una tarjeta recordándoles el amor que sentía por ellos.
Rosaura se fue hace 28 años de su pueblo natal, se instaló en Nueva York, dejó de lado la enfermería, ofreció sus artes culinarias y se convirtió en chef del restaurante Triomphe.
En el barrio residencial East Harlem, también conocido como “Spanish Harlem”, logró —junto con su esposo— que su hija Rosaura estudiara y lograra graduarse como chef.
“Estuvo 15 años allá y se regresó para acá”, recuerda el maestro rural. En ese momento volvió a sus orígenes y construyó su casa. Dos años les duró el gusto. Su hijo Óscar padecía una enfermedad “que le sacaba como ámpulas en toda la piel”, detalla; tomó sus cosas y nuevamente migró a Nueva York, hace casi 13 años.
Doña Flora cuenta los días en que el consulado de México en Nueva York y la Coordinación de Asuntos Internacionales y de Apoyo a Migrantes Poblanos, logren traer a su hija y nieta para volver a verlas, para despedirse “como Dios manda”.
El costo de la repatriación de los cuerpos estará a cargo del consulado y el gobierno de Puebla.
Mientras llegan, doña Flora se consuela con las fotografías en la pared de su casa, donde se ve a Rosaura, con un rostro alegre, ataviada con su uniforme de enfermera, símbolo de autocuidado, limpieza, pureza y apoyo frente al otro.