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"La gente de La Ruana ha perdido la conciencia del bien y del mal"

Dalia Martínez / Corresponsal| El Universal
Viernes 19 de diciembre de 2014

ENTIERRO. En las comunidades de La Ruana, en Buenavista Tomatlán, fueron sepultadas las 11 víctimas de la balacera del pasado martes. (Foto: JORGE SERRATOS / EL UNIVERSAL )


La Ruana.— Las flores amarillas no dejaron de llover en la casa de Hipólito Mora, desde que el cadáver de Manolo llegó la madrugada del jueves a la casa color paja, de la colonia El Palmar.

De todos los tamaños llegaron arreglos florales y coronas para ofrendar al difunto que yacía vestido con su mejor camisa blanca y su pantalón negro.

Poco a poco fueron llegando las tías del muchacho, las primas, los vecinos, los reporteros y los curiosos que se asomaban a la caja sin miedo para ver por última vez el semblante pacífico de Manolo.

Todo fue sollozar, primero quedamente y luego en llanto abierto, cuando llegó el momento de llevar el cuerpo a la parroquia de La Guadalupana, para la misa de cuerpo presente.

Ahí, el padre José Luis Segura aprovecharía el momento para decir en tono severo que “la gente de La Ruana ha perdido la conciencia del bien y del mal”.

“Es un pueblo fallido, sin ley, donde todos han fallado”, señaló.

Y agregó: “nadie está a salvo en esta tierra, reflexionaría, porque la gente de este lugar es proclive a creer a ciegas en la gente que viene de fuera, y gusta de la prepotencia y el dinero”.

Las críticas cayeron de peso en un atrio repleto de gente que se espantaba el calor y las moscas con abanicos y trapos húmedos.

De las 11 víctimas del enfrentamiento del martes pasado, dos fueron enterradas ayer, una de cada bando, debido a que no fueron preparadas y se estaban echando a perder.

Hipólito Mora junto a su nuera lloró todo el tiempo a su hijo en la iglesia y el camposanto del pueblo, repleto de flores de artificiales, de colores brillantes que lo hace parecer un lugar de recreación.

En los últimos días la única manera de entrar a La Ruana es por la puerta verde del panteón municipal, porque los retenes policiacos obstruyen la carretera principal, mientras terminan las pesquisas periciales.

El cuerpo de Manolo bajó a una fosa arreglada con cemento y ladrillos en su caja que lleva en la tapa grabada a la Virgen de Guadalupe, luego de que una cuadrilla de sus compañeros rurales lanzó al aire disparos, al pasarle lista tres veces.

Y luego, inmediatamente los rurales y los niños recogieron los casquillos de los rifles R-15 para que no quedara huella de violencia.

Los llantos y lamentos de las mujeres cortaron el aire sofocante de la tarde de este jueves, mientras que Hipólito Mora lloraba a su primogénito abrazado de su nieta menor.

Nadie podía quedar entero ante la escena de dolor que fue la primera de esta racha sangrienta que enluta desde hace años a los hogares de este lugar.

Más tarde contaría Hipólito Mora que decidieron apresurar el entierro de su hijo para no cruzarse con los funerales de sus enemigos y evitar otra tragedia.

Ahora todo comienza a ser incierto y no resta más que esperar. “Yo estoy dispuesto a todo. Ya no puedo perder más”, externarnaría el ex dirigente de las autodefensas y hasta hace poco comandante de la Fuerza Rural.



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