"Irnos para el norte... esa es nuestra vida"
REGRESO. Un niño centroamericano espera la repatriación a su país en una estación migratoria en Chiapas . (Foto: FREDY MARTÍN / EL UNIVERSAL )
TAPACHULA.
“Esa es la vida de nosotros… irnos para allá (Estados Unidos)”, dice Harold, un niño hondureño de 13 años, uno de los 90 mil infantes que pasan cada año por la frontera sur. En el tono de su voz hay una mezcla de entusiasmo y preocupación, porque conoce a la perfección los riesgos que entraña el periplo.
Juan, guatemalteco, y un año menor, secunda implícitamente las palabras de su colega de viaje cuando narra que recorrió más de 500 kilómetros para reencontrarse con sus padres que viven en Estados Unidos, pero no lo logró, fue detenido por el Instituto Nacional de Migración (INM), en Veracruz y remitido a la Estación Migratoria Siglo XXI de esta ciudad, donde aguarda los trámites para la repatriación a su país.
El pasado jueves, dos camiones, cada uno con 30 niños guatemaltecos repatriados a bordo, salieron de esa estación migratoria, para recorrer los 35 kilómetros que hay entre Tapachula a la frontera, desde donde se dirigieron al albergue de Quetzaltenango, ya en Guatemala. Ahí serán canalizados a un refugio donde serán entregados a sus familiares. Los padres de esos niños, muchos radicados en Estados Unidos, pagaron a los coyotes entre cinco a nueve mil dólares, dinero que nunca recuperarán.
En el trayecto —entre las instalaciones de la estación migratoria y la frontera— cae una ligera lluvia. Algunos menores observan, desde la ventanilla de los camiones, las montañas de donde partieron hace algunas semanas o incluso meses para tratar de llegar a Estados Unidos. En sus caras hay frustración y tristeza, pues no pudieron concretar su sueño.
Después de 20 minutos de recorrido, los camiones se detienen en la garita migratoria, donde diplomáticos y funcionarios guatemaltecos realizan los últimos trámites ante el INM y metros adelante hacen lo mismo en la oficina migratoria guatemalteca.
A partir del viernes, los niños tendrán sólo 72 horas para ser entregados a sus familiares y abandonar el refugio a donde se dirigen. Quién no tenga familiares, será canalizado a otro albergue.
Mirian Rodríguez de Celada, subsecretaria de Bienestar Social (SBS) de la Presidencia de Guatemala, señala que en las próximas semanas se dará seguimiento a cada uno de los casos, para brindar ayuda psicológica a cada menor y pedir a sus familiares que “ya no los manden de regreso al norte”.
Pero las recomendaciones parecen no caer en tierra fértil. En lo que va del año, 20 mil niños han sido expulsados desde México y Estados Unidos, un 30 por ciento más en relación con 2013.
El INM destaca, por su parte, que de enero de 2013 a mayo de 2014 repatrió a 14 mil 907 niños y adolescentes de Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua, que intentaban llegar a Estados Unidos.
Detalla que desde la Estación Migratoria Siglo XXI, todos los lunes y jueves parten dos camiones con 30 niños guatemaltecos cada uno, para llevarlos hasta Quetzaltenango, mientras que los martes y viernes se realiza el traslado de los menores de El Salvador y Honduras, también en dos autobuses cada uno de esos días, con destino a San Salvador y San Pedro Sula. Se trata de casi mil niños al mes.
El director de la organización Caminando por los niños y niñas migrantes no acompañados, con sede en Tapachula, Ramón Verdugo, calcula que por la frontera sur, transitan cada año unos 90 mil infantes rumbo al norte.
Esperando a La Bestia
Después de nueve años de suspensión de actividades a raíz del huracán Stan, el ferrocarril conocido como La Bestia parece estar listo para reanudar labores en el tramo que va de Ciudad Hidalgo a Arriaga; por ello, en los últimos días los migrantes, entre ellos varios niños, aguardan pacientemente su salida.
Pese al temor de ser detenido, Harold, el hondureño de 13 años, recorre las calles de Arriaga para pedir ayuda económica y comprar alimento que le permita seguir la travesía hasta la frontera norte.
Sin embargo, muchos niños que no alcanzan a concretar el “sueño” de llegar a Estados Unidos se quedan deambulando en las calles de las poblaciones chiapanecas. Sólo en Tapachula hay unos dos mil 500 infantes trabajando como vendedores ambulantes o como pepenadores, da a conocer el alcalde Samuel Chacón.
Ramón Verdugo, en tanto, detalla que hay tres formas en las que los niños se aventuran a viajar de la frontera sur a la frontera norte: la primera, a cambio de favores sexuales; una más, cuando los padres de los infantes pagan a los traficantes, y la última por su propia cuenta. Aunque también esta la modalidad en la que los niños van acompañados de sus padres.
El Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova indica que la mayoría de los niños, que “no viajan acompañados” lo hacen para buscar la “reagrupación familiar, la búsqueda de oportunidades laborales y educativas”, pero también para “escapar de situaciones de abuso o abandono familiar, de violencia social o institucional”, en la nación de donde provienen.
Agrega que “el reforzamiento” de los mecanismos de control migratorio ha profundizado “la situación de vulnerabilidad en que se encuentran estos niños y los riesgos de la migración que puede derivar en hechos de abuso, violencia y explotación o daños graves a su integridad física o su vida”.
La migración de menores no acompañados “es un fenómeno que requiere un abordaje que excede el marco nacional y exige una respuesta integral, incluyendo un enfoque de derechos humanos”, considera del Centro de Derechos Humanos.
Abusos por todos lados
Bryan, un niño hondureño de 15 años ya detenido por el INM, narra a EL UNIVERSAL lo duro que resultó el viaje que comenzó en San Pedro Sula, en Honduras, y que terminó abruptamente en Veracruz, cuando él y dos de sus familiares fueron detenidos.
Dice que lo más riesgoso fue cuando un grupo de asaltantes agredió a su tío, al que le “dieron dos patadas en la espalda”, para que entregara el dinero y cuando agentes policíacos encañonaron a su padre, para que confesara si se dedica al tráfico de personas.
“Nunca pensé que fuera tan difícil”, dice el menor que después de haber sido detenido, lo único que anhela es reencontrarse con su madre que quedó en Honduras.
Las hermanas guatemaltecas Yesenia Jazmín y Melissa Alexandra, detenidas en el aeropuerto de Tapachula con actas de nacimiento apócrifas, aseguran que conocieron a una presunta traficante de personas originaria de Tamaulipas, que las llevaría a Estados Unidos.
Las menores, sin embargo, fueron remitidas por el INM al albergue para menores conocido como Viva México, ubicado en esta ciudad, donde en lo que va del año han sido atendidos 57 niños, 12 madres y 16 adolescentes originarios de Honduras, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Venezuela, Haití y Camerún.
Rodríguez de Celada, de SBS, dice que la migración de los niños empezó a ser visible en 1997, pero “hoy se evidencia más”, y considera que este fenómeno no puede ser enfrentado por un sola nación; “necesitamos hacer alianzas con otros países como México”.
“Los fenómenos migratorios no son iguales que hace diez años. Hoy tienen otras modalidades. Hay otros fenómenos sociales que se están dando y como es evidente los niños y niñas son los más perjudicados por ser los más vulnerables”, explica.