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Nuevo León. "Estamos de la jodida... ni nos pagan"

David Carrizales Corresponsal| El Universal
Domingo 31 de agosto de 2014

40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre corrieron libre por el Río San Juan y lo convirtieron en un peligro ESPECIAL

Ahora, toda el agua que beben los afectados, proviene de botellas de agua y garrafones ESPECIAL

El suministro de agua potable está cortado y el agua racionada de las pipas no es suficiente ESPECIAL

Ante la exigencia de indemnización, Pemex sólo responde que coadyuvará para encontrar a los responsables ESPECIAL

Los ejidatarios no pueden vender su producción porque el agua de riego proviene del río CADEREYTA

<b>Nuevo Len.</b>

ZOZOBRA. Emilio Molina contruye un corral para que sus 14 reses “todas negras de las patas, por el chapopote”, no se acerquen al Río San Juan a beber agua contaminada . (Foto: EMILIO VÁSQUEZ EL UNIVERSAL )


CADEREYTA DE JIMÉNEZ

Narciso Gutiérrez, tiene 70 años de edad y desde hace más de medio siglo cultivaba la tierra en el ejido La Concepción. Vivía principalmente de la cosecha que dos veces al año obtenía de dos hectáreas de naranja. Hoy, todo cambió.

Este sábado los campesinos de Cadereyta cumplieron dos semanas sin regar sus parcelas de naranjos, por la contaminación que una fuga de petróleo crudo ocasionó en el río San Juan.

Están preocupados porque los daños en la fruta y en los árboles ya están presentes; Pemex no se hace responsable y ante la exigencia de indemnización, sólo les responde que coadyuvará para encontrar a los responsables.

Ante este panorama, Narciso dejó su indumentaria de campesino por un overol, botas de hule y un casco. Es uno de los más de 500 lugareños que se encarga de limpiar el crudo que contaminó una acequia y el Río San Juan.

Dice que por meterse al agua para sacar las “natas” de petróleo, se llenó el cuerpo de granos que dan ardor y comezón. Por eso los coordinadores del grupo de trabajo, desde el miércoles pasado le asignaron la tarea de cuidar el improvisado portón que impide a la gente ajena acercarse al segundo sitio de remediación del río, ubicado en el ejido Dolores.

Está preocupado porque él y otros 40 ejidatarios de La Concepción este sábado cumplieron dos semanas que no riegan sus parcelas, y si no llueve pronto, perderán las cosechas de naranja y no podrán sembrar en septiembre “maíz de 60 días”, que en su caso utiliza para alimentar una veintena de reses, borregos y yeguas.

La paga por limpiar el crudo es poca y con retrasos. “Estamos de la jodida, a algunos ejidatarios ni siquiera nos han pagado la primera semana, debieron pagarnos el sábado 23 los de BASA (empresa contratada por Pemex para limpiar el río)”.

En la comunidad Hacienda Dolores, la situación también está del “carajo”, dice Emilio Molina.

Mientras construye un corral para evitar que sus 14 reses se acerquen al río San Juan. Comenta que hasta diez días después de la fuga, gente del municipio le llevó una pipa con agua y 20 pacas de forraje para toda una semana.

“Hay dos vacas preñadas, a ver si no malparen por tomar agua contaminada; hay dos becerritos que traen diarrea, mire cómo andan los animales, todos negros de las patas por el chapopote; aunque ya menos, el agua todavía apesta a petróleo”, dice.

El ejido Santa Isabel es una de las comunidades más afectadas por la fuga de petróleo, donde viven 81 familias campesinas. Álvaro Arredondo, es uno de los afectados en sus cosechas de naranja.

Entrevistado mientras cae la tarde sin que amaine el intenso calor que azota la región, Arredondo Garza dice que por la falta de riego y la escasez de lluvias, están secándose las hojas y ramas de los naranjos; si continúa deshidratándose llegará hasta el tronco, mientras la fruta empieza a “chuparse” y no tardará en caer. La que se “logre”, señala, quedará de un tamaño inferior y así nadie la quiere.

Dijo que aunque Pemex se diga víctima de la delincuencia, los ductos son suyos y debe cuidarlos bien, así que no se puede desentender de los daños ocasionados y debe indemnizarlos por el desastre ecológico que afecta directamente a más de mil familias de la región, pues por cada hectárea trabajan en el levantamiento de las cosechas ocho personas cuatro meses al año.

El citricultor comentó que “afortunadamente” la fuga de crudo ocurrió de día, y los agricultores de la hacienda El Molino Viejo que andaban regando se dieron cuenta que el agua era “puro chapopote”, y optaron por desviarla hacia el desagüe del río San Juan, de lo contrario, la pérdida de sus naranjos hubiera sido inevitable y resultaría incosteable recuperar la tierra.

Otro citricultor del ejido Santa Isabel, Ramiro Guzmán de 72 años, admite que este año y el que viene tendrá una situación muy difícil. “Yo vivo de mis 700 árboles que tengo en tres hectáreas; si no hay naranja, aquí no hay nada qué hacer y a mi edad, dónde más me van a dar trabajo; queremos que Pemex responda por los daños. No es mucho lo que sacamos, unas 30 toneladas, 30 mil pesos por año, es todo lo que tenemos”.



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